eje político
El espejismo del político ‘moderado’ que lleva a la izquierda a la ‘trampa del centrista’
La política es ideología y las ideas pueden ser liberales, comunistas, socialistas, reaccionarias… pero no moderadas. La moderación no es una ideología
María Teresa Pérez 18/06/2022
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Viendo los debates de la campaña andaluza estos días y leyendo en prensa los titulares sobre el candidato del PP a la Junta de Andalucía, recordé una charla de comunicación política que compartí hace unas semanas con Manu Levin en la que, con su habitual tiro certero, apuntaba una tarea para los progresistas: abandonen la idea de que el centro político existe y de que hay que buscar la moderación para acercarse al punto medio virtuoso de la balanza.
A la progresía mediática le hacen los ojos chiribitas cuando ve un político educado e inmediatamente cae en el espejismo del “moderado”. Se pueden leer titulares como “Juanma Moreno, el rostro amable y moderado que presume de gestión”, “Juanma Moreno es un presidente moderado que gobierna para todos” o “Juanma Moreno refuerza su perfil moderado”. También lo vimos con Almeida cuando sencillamente aparentaba comportarse como un demócrata responsable con su país durante lo peor de la pandemia y todos los medios resaltaban su oposición leal al Gobierno y su gestión al frente del consistorio madrileño. Después se supo que era todo un escaparate y en realidad estaba regando de millones a sus amigos con comisiones y recortando los servicios públicos como todos sus compañeros de partido.
Por supuesto –cómo no–, lo hemos visto también recientemente con tertulianos que, durante horas y horas de televisión, han resaltado el perfil moderado y centrista de Feijóo, el nuevo presidente del mismo PP de siempre. Toda la progresía mediática ha ensalzado al unísono su tono de voz calmado y sus formas sosegadas, a pesar de que sigan votando en contra de cualquier medida que beneficie a la mayoría social, de que sigan aplicando recetas liberales que desmantelan nuestros servicios públicos allí donde gobiernan, o de que se les vea cada vez más presos de la ultraderecha.
El problema no es que la prensa de hoy en día no sea capaz de mirar más allá de la superficie para discernir si se trata de una estrategia de construcción de un personaje político o, a lo sumo, una personalidad educada que no altera lo más mínimo las ideas políticas que esa persona defiende. El problema tampoco es que, como sabemos, a determinados grupos del oligopolio mediático le convenga aupar a candidatos que van a seguir beneficiando los intereses de unos pocos privilegiados que pagan sus medios de comunicación.
El problema viene cuando la izquierda cae en lo que Lakoff llamaba la “trampa del centrista” en su libro Puntos de reflexión. Manual del progresista, menos conocido que No pienses en un elefante pero igualmente útil. Los medios presentan a perfiles supuestamente moderados como “el bien” frente a quienes representan “el mal” para la progresía mediática, esto es, quienes defienden con claridad su ideología sin esconderse en estrategias suavizantes. Ante eso, Lakoff dice: “Muchos progresistas creen que deben ‘escorarse a la derecha’ para conseguir más votos. En realidad es un error. Al acercarse a la derecha, los progresistas refuerzan los valores de la derecha y renuncian a los suyos; y, además, se alejan de sus bases”.
Según el sociolingüista americano, la tentación de viajar al centro político no tiene sentido, porque el centro político o ideológico no existe. Lo que existe son personas conservadoras, personas progresistas y un tercer grupo más amplio cuantitativamente que son ‘biconceptuales’, es decir, que en algunas cuestiones tienen ideas conservadoras y en otras cuestiones tienen ideas progresistas.
Quizás el éxito esté en convencer a la mayor parte de ese gran grupo biconceptual –que no centrista–. Para eso, los progresistas deben alejarse de otras dos trampas (de un total de 12) que Lakoff menciona en su libro: la racionalista y la reactiva. Para huir de la primera hay que dejar de pensar que el electorado progresista vota mayoritariamente en función del programa electoral y las propuestas concretas porque, sea del tipo de elector que sea, lo hace también en función de los valores, la autenticidad y la confianza que le transmita el candidato, es decir, basándose en cuestiones emocionales, simbólicas y morales. Para huir de la segunda trampa, la izquierda debe dejar de estar a la defensiva en la implantación de los marcos y los temas de agenda-setting que establece la derecha y pasar a ser proactiva en el enmarcado de los debates.
La política es ideología y las ideas pueden ser liberales, comunistas, socialistas, reaccionarias… pero no moderadas. La moderación no es una ideología. Por tanto, no es efectivo lanzar mensajes contradictorios ni tibios como suele ocurrir cuando te mueves de tu posición ideológica. Esto no significa, ni muchísimo menos, renunciar a ampliar tu electorado, pero quizás la manera más eficaz de hacerlo sea dirigirte a esas personas biconceptuales para transmitir de manera clara ideas que ya tienen en su mitad progresista y así reforzarlas, es decir, activar las ideas de cambio, de justicia social o de igualdad, en detrimento de las ideas conservadoras o incluso reaccionarias que otros están intentando activarle también.
Cuando me preguntan qué hace falta para frenar a la extrema derecha siempre respondo que, paradójicamente, hace falta lo mismo que ellos han utilizado para crecer: más ideología, más política.
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María Teresa Pérez es directora general del Instituto de la Juventud.
Viendo los debates de la campaña andaluza estos días y leyendo en prensa los titulares sobre el candidato del PP a la Junta de Andalucía, recordé una charla de comunicación política que compartí hace unas semanas con Manu Levin en la que, con su habitual tiro certero, apuntaba una tarea para los progresistas:...
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María Teresa Pérez
Periodista y actualmente directora general del Instituto de la Juventud en el Gobierno de España. En Unidas Podemos. Pasó por el Congreso de los Diputados con zapatos hechos por su madre.
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