MARX Y MENOS / DIÁLOGOS PARAMARXISTAS
Qué leer
Conversación ficticia entre el filósofo alemán y su negativo amigo sobre el derecho a la lectura
Constantino Bértolo 21/06/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Hola Marx, te veo muy pensativo.
—Motivos no me faltan. No acabo de comprender la euforia con que la UE se ha entregado a los brazos de EE.UU. No deja de asombrarme cómo la brutal batalla mediática ha inclinado a la opinión pública europea hacia posturas que no dejan de celebrar el tirarse piedras sobre su propio tejado económico.
—Cosas del imperialismo asimétrico, comentabas la otra semana.
—No entiendo nada, no entiendo. La Europa que en 1918 bloqueó la revolución bolchevique encaminándola hacia las distorsiones del socialismo en un solo país, parece ahora empeñada en encerrarla en una especie de capitalismo en un solo país que nada bueno puede traer.
—Aquello tan tonto de que el internacionalismo empieza por uno mismo. Tienes razón, como si nadie estuviera interesado en leer lo que el pasado escribió sobre bloqueos y cordones sanitarios.
—Qué razón tienes, Menos, qué razón tienes. Aprender a leer lo que la realidad enseña y las apariencias ocultan es la sempiterna lectura pendiente.
—Veo que te estás volviendo lacaniano y aquello de lo que todas las palabras esconden.
—No, no, hay cosas en Lacan o en Freud o en Foucault que me interesan, pero no creo que lo real de la realidad se encuentre en las palabras. No estoy para humanismos más o menos radicales.
—Esta sospecha sobre el humanismo no te va a ganar muchas simpatías.
Hablo del humanismo redentor que propaga la idea de que los buenos sentimientos son la base para el éxito de los derechos universales
—Bueno, hablo de ese humanismo redentor que propaga la idea de que los buenos sentimientos son la base para el éxito de los derechos universales. Como si la educación y la lectura fuesen la panacea de todos los males que el capitalismo supone.
—Pues mira Marx, mira. El otro día asistí a un coloquio internacional sobre la lectura y me resultó interesante, por más que proclamar el derecho a la lectura a ti te pueda parecer uno de esos buenos sentimientos de los que tanto desconfías. No me negarás el carácter emancipador de la lectura.
—Sí, así en abstracto puede ser un buen instrumento de combate. No me habría pasado años escribiendo un libro si no lo creyera. Pero la lectura nada tiene de agua milagrosa si no se pone en su contexto concreto, es decir, en el quién escribe, desde dónde y para qué escribe. El humanismo ve en la lectura una especie de consuelo y deposita en ella esperanzas de redención.
—Que no es poco, Marx, que no es poco, piensa en la inmensa población de mujeres y hombres que viven constreñidos por el analfabetismo. Leer abre posibilidades.
—Sin duda, pero ese entendimiento, tan concelebrado, de la lectura como consuelo y esperanza no deja de ser una religión de la que, por cierto, sacan buen provecho los sacerdotes y sacerdotisas que al tiempo que proclaman sus virtudes extraen sus dividendos: cátedras, publicaciones, subvenciones, becas y buena conciencia, ese plus que tanto agradece el anticapitalismo semántico.
—Pero, Marx, ¿que tiene de malo un poco de consuelo y esperanza durante este Mientras Tanto que hoy parece interminable?
—Tú mismo te estás respondiendo; crea ese Mientras Tanto como único horizonte posible.
—Ahora el que no entiende soy yo: ¿leer te parece algo peligroso?
—Por favor, Menos, no me trates como si fuera un simple aguafiestas del humanismo redentor. Lo único que estoy negando es la visión tan agradecida de la lectura como piedra filosofal de la emancipación de los desposeídos.
—Deja que te cuente lo que le oí contar a un bibliotecario a partir de su experiencia como coordinador de un club de lectura que creó en una de las cárceles más duras de Colombia.
—Cuenta, cuenta.
—Te resumo. En los inicios nadie, ningún preso, en su mayoría jóvenes de raza negra con fuertes condenas, pareció interesado, pero poco a poco se acabó formando un pequeño grupo, de media docena, que se reunía primero una vez al mes y luego cada dos semanas. La experiencia duró un año. Y ahora se está extendiendo a otras cárceles.
—¿Y?
Todos afirmaron sentirse mejor, con más ánimos para soportar su situación, de alguna forma aliviados, menos “presos”
—Pues que la experiencia, a juicio de su promotor, resultó extraordinariamente positiva para la mayoría de los presos participantes. Todos agradecieron que los libros que leyeron, novelas sobre todo, les sirvieran para entrar en otro mundo, “un viaje al otro lado de los muros” llegó a definir uno de ellos la experiencia. Todos afirmaron sentirse mejor, con más ánimos para soportar su situación, de alguna forma aliviados, menos “presos”. Creo que estarás de acuerdo en que, sea por lo que sea, la lectura les sirvió al menos para reconciliarse consigo mismos. Algo bueno, me parece.
—Quiero creerlo, Menos, pero me faltan datos para poder analizar la actividad y, en consecuencia, sus resultados. Tendríamos que saber, por ejemplo, si el hecho de asistir a esas reuniones les suponía a los presos algún tipo de ventaja material en su condición. Si, por ejemplo, su asistencia dio lugar a algún cambio de relación con sus carceleros o cómo reaccionaron sus colegas de celda.
—La verdad es que de estos datos tan materiales nada se dijo. Pero creo que la experiencia puede servir para aplaudir y apoyar el mérito de estas iniciativas de introducir la lectura en las cárceles como una actividad deseable, como un derecho. Estamos hablando de una cárcel en Colombia, y creo que todos podemos imaginarnos aquello.
—Sin duda la realidad puede superar nuestra imaginación, por mucho que hayamos leído sobre la situación infernal de esas cárceles. Pero en cualquier caso, creo que esa historia nos puede servir una vez más para plantear el tema del prisionero o la cuestión del qué hacer en este Mientras Tanto donde vivimos encerrados por el capitalismo.
—Ese Mientras Tanto del que hablaron Sacristán y compañía.
—Sí, ese. Supongamos que somos ese bibliotecario, y que hemos creado un club de lectura en una cárcel, sin duda menos dura y cruenta que la colombiana, pero cárcel al fin al cabo. Imaginemos que nuestros presos o presas han podido sacar tiempo de su tiempo de ocio y recreo, suponiendo que lo tienen, para asistir a las reuniones.
—Lo primero sería pensar qué novelas darles a leer.
—No, Menos, no, en eso es en lo primero que pensaría un bibliotecario redentor; pero nosotros somos revolucionarios, o al menos eso decimos.
—¿Y entonces?
—Entonces lo primero es pensar en si queremos que sean felices dentro de la prisión, o si queremos darles fuerzas y herramientas para destruir esa prisión. En función de esa respuesta buscaríamos el libro necesario.
—¿Para ser feliz?
—Veinte mil leguas de viaje submarino, de Jules Verne.
—¿Para derruir los muros de la prisión?
—Martín Eden, de Jack London. Si la leen bien, aprenderán que ninguna lectura nos salva. No es ese el lugar de la esperanza.
Hola Marx, te veo muy pensativo.
—Motivos no me faltan. No acabo de comprender la euforia con que la UE se ha entregado a los brazos de EE.UU. No deja de asombrarme cómo la brutal batalla mediática ha inclinado a la opinión pública europea hacia posturas que no dejan de celebrar el tirarse piedras sobre...
Autor >
Constantino Bértolo
(Navia de Suarna, 1946) ha sido editor de Debate y de Caballo de Troya y ha ejercido como crítico y agitador cultural en diferentes medios. Es autor, entre otros libros, de 'La cena de los notables' (Periférica) y de '¿Quiénes somos? 55 libros de literatura del siglo XX' (Periférica). Ha publicado sendas antologías de Karl Marx ('Llamando a las puertas de la revolución', Debolsillo) y de Lenin ('El revolucionario que sabía demasiado', Catarata). Es militante del Partido Comunista de España.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí