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Fronteras ‘low cost’
En poco más de un mes, España regularizó la situación de más de 75.000 personas ucranianas. Veintiséis meses después del cierre de fronteras con Marruecos, las trabajadoras transfronterizas siguen en el limbo jurídico
Ana Bibang 27/06/2022
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Por alguna razón que se me escapa, cuando era niña me llamaba la atención el término alta costura, en contraposición al de prêt-à-porter.
Aunque las prendas me parecieran las mismas, entendía perfectamente que la primera hacía alusión a la moda de lujo, por su fabricación, exposición y precio, mientras que el segundo se correspondía con una moda más de andar por casa y asequible económicamente.
Con el tiempo, también vi que muchas firmas de lujo lanzaban líneas prêt-à-porter, entiendo que en aras de ampliar el negocio y por razones económicas; no digamos ya ahora, en 2022, cuando las denominadas marcas low cost, que venden prendas de bajo coste y calidad, están a la orden del día para todo hijo de vecino y son un éxito en todo el mundo, hasta casi convertirse en un fenómeno de masas.
Cuando quien escribe estas líneas acudió invitada por primera vez a un desfile de moda de alta costura, disfruté de las creaciones de los diseñadores pero, sobre todo, me asombró el despliegue de medios que se lleva a cabo a todos los niveles: infraestructuras, organización, puesta en escena, promoción, publicidad y repercusión.
Servidora entiende de moda lo que cualquier mujer de a pie que tenga su punto de coquetería por verse guapa y al día de las tendencias y, en base a esto, me atrevo a hacer una afirmación propia de una neófita: ya sea alta costura, prêt-à-porter, o low cost, al final todo es ropa y, dependiendo del tratamiento que se le proporcione, la proyección que se le quiera dar y/o la firma que avale, entra en una u otra de las categorías mencionadas.
Pero todo es ropa, vaya.
Y en los tiempos que corren, me hago el mismo planteamiento al presenciar algunas situaciones actuales.
Es ya conocido por todos el terrible conflicto armado que se está viviendo en Ucrania; las imágenes de los enfrentamientos militares, los ataques a civiles y, sobre todo, el sufrimiento humano y el éxodo forzoso de ciudadanos ucranianos. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y, cuando menos, encogen el corazón.
Como profesional del sector de extranjería, no podía evitar estremecerme al pensar en el futuro de las personas que han tenido que huir del país para salvar la vida; cualquier profesional del sector sabe de las dificultades a las que se enfrentan quienes deben empezar de cero y regularizarse en un país como el nuestro: falta de información (o información confusa), inexistencia de traductores, trámites burocráticos complejos, plazos infinitos… y mientras peleas con todo esto, toca unirle la ausencia de cualquier tipo de ayudas y en ocasiones, incluso el rechazo social y hasta la criminalización.
Y ahí no acaba la cosa, después de asimilar semejante escenario y si consigues enderezar el camino, te espera ese gigante implacable que es la Administración con uno de sus instrumentos más demoledores: la discrecionalidad.
Sin embargo, me siento como aquella primera vez que acudí a un desfile de alta costura: estupefacta.
Desde el punto de vista de extranjería, el conflicto ucraniano se ha gestionado con la celeridad y solvencia que merecen todas las personas que se encuentran en una situación extrema. Todas.
El Consejo de la Unión Europea activó en tan solo unos días, y más de 20 años después de su redacción y adopción, la Directiva 2001/55/CE, con carácter ejecutivo e inmediata entrada en vigor, al objeto de regular los mecanismos de protección temporal a las personas desplazadas desde Ucrania a los diferentes espacios de la Unión Europea.
En virtud de esta directiva, en nuestro país se han habilitado en tiempo récord servicios de información y citas gestionados por operadoras ucranianas bilingües al castellano, así como centros de recepción, acogida e identificación policial para las personas indocumentadas, lo que ha permitido regularizar a más de 75.000 personas en poco más de un mes, que ya disponen de su permiso de residencia y trabajo en España.
Y así debería ser en todos los casos de extrema necesidad como la que están viviendo los ciudadanos ucranianos.
Pero no lo es. Ucrania es alta costura.
Mientras tanto, presenciamos cómo el actual Ejecutivo prepara una reforma exprés del Reglamento de Extranjería tramitada de urgencia vía Real Decreto.
La causa de fondo, puramente económica, no es otra que la necesidad de cubrir puestos de trabajo en sectores estratégicos como el campo, la hostelería y/o la construcción que acusan la falta de mano de obra por las precarias condiciones laborales. La forma de resolverlo es flexibilizar los actuales, estrictos y restrictivos requisitos de contratación de personal extranjero por parte de las empresas nacionales interesadas y permitir la contratación tanto de extranjeros que se encuentran en el país de origen, como aquellos que ya se encuentren en España de forma irregular. Es decir, mano de obra barata y precarizada.
Así que, en mi opinión, esto es prêt-à-porter avalada por una gran firma.
Por último, no puedo por menos que analizar la situación actual de los trabajadores marroquíes transfronterizos, en su mayoría empleadas del hogar, que cada día cruzaban el paso fronterizo de Ceuta y Melilla para trabajar en hogares españoles, como titulares de un permiso de trabajo específico y más sencillo de tramitar que el habitual.
Con la irrupción de la pandemia de la covid-19 y el cierre de fronteras con Marruecos en marzo de 2020, se quedaron atrapadas en uno y otro lado de la valla; sin saber, sin poder quedarse o sin poder volver, sin trabajar, sin cobrar, sin poder tramitar sus prestaciones, o renovar su permiso de trabajo y sin que sus jefes puedan o quieran contratarlas de nuevo; porque veintiséis meses después del cierre de fronteras, no se sabe ni cómo ni cuándo se va restaurar el proceso de tramitación de permisos para trabajadores transfronterizos.
Si esto no es low cost, ya me dirán qué es.
Vuelvo entonces a mi arriesgado planteamiento inicial: todo es ropa. ¿O no?
Por alguna razón que se me escapa, cuando era niña me llamaba la atención el término alta costura, en contraposición al de prêt-à-porter.
Aunque las prendas me parecieran las mismas, entendía perfectamente que la primera hacía alusión a la moda de lujo, por su fabricación, exposición y precio,...
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Ana Bibang
Es madrileña, afrodescendiente y afrofeminista. Asesora en materia de Inmigración, Extranjería y Movilidad Internacional y miembro de la organización Espacio Afro. Escribe sobre lo que pasa en el mundo desde su visión hipermétrope.
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