En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Por la noche, en la cama, pienso en ese problema diminuto. Lo que me lleva a pensar en otro. Y en otro. Luego, pienso en que debería dormir, en vez de pensar en problemas desordenados. En breve, mi insomnio me lleva a pensar en las líneas sobre el insomnio del libro Homo Imperfectus, de la doctora y paleoantropóloga María Martinón-Torres, en el que se nos describe a los humanos como la única especie de primates que duerme en el suelo. Es nuestra originalidad, si bien tardía. No siempre lo hemos hecho. Nuestras camas están documentadas desde hace 300.000 años. Mucho. O no. Lucy, nuestra antepasada Australopithecus, dormía en un árbol, en todo caso. Lo atestiguan sus fracturas en los brazos y hombros, que probablemente se producían cuando caía de la cama. No dormir en un árbol evita esas fracturas. Pero no evita, sino que más bien facilita, ser devorado por un depredador. La evolución nos dotó de tres defensas ante esa posibilidad. La primera y la más básica es dormir poco. Somos los primates que duermen menos, lo que reduce el peligro de un ataque, reduciendo nuestra exposición a él. La otra consiste en las fases del sueño. El sueño, ese ciclo, consta de cuatro fases no-REM y de una fase REM, que ocupan unos 90 minutos. Una noche son, así, cuatro o cinco ciclos. Y, en cada uno, la fase REM nos permite despertar sin confusión. Ser conscientes de un ruido extraño, de una presencia no prevista. La tercera defensa es, sin duda, fascinante. Un milagro. Se trata de la cronotipia, que es la variabilidad en la predisposición natural que tiene cada persona para dormir o experimentar picos de actividad según la hora del día. Martinón-Torres cita, en ese sentido, un estudio de 1966 sobre los hadza, un grupo de cazadores-recolectores de Tanzania, que demostró que, durante el 99,8% de la noche, siempre permanecía un hadza despierto. Sin pacto, orden o turno asignado. Tan solo por la predisposición natural al insomnio. De entre más de 220 horas monitorizadas, tan solo durante un total de 18 minutos –nada– todos los adultos hadza estuvieron dormidos a la vez. Y, por tanto, sin centinela ni protección alguna, salvo el azar. Martinón-Torres apunta que dormir en el suelo, solos ante el peligro, nos hizo una especie ajena a la palabra “solo”. Nos hizo sociables, asociados en nuestra propia defensa. De manera tan íntima que en nuestra intimidad más profunda, en el cerebro, se tatuó la posibilidad de que, durante algunas horas o minutos, alguien de nosotros fuera el centinela. Unos lo somos de noche, a través de nuestro insomnio. No podemos evitarlo. Como no lo pueden evitar tampoco los que nos protegen durante el día. Simplemente lo hacen. El sentido de nuestra especie es protegernos. Velar –literalmente– por nosotros. Somos una especie que se vela.
Ahora lee y escucha este fragmento, sin duda uno de los más fascinantes de la literatura de todos los tiempos:
“Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar a dónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno”.
Es estremecedor. Lo es porque, ya lo sabes, es radicalmente cierto. Explica cualquier momento, sea día o noche, de nuestra especie. Somos así. Tuvimos que ser así o ya hubiéramos desaparecido. Ser guardianes, entre el centeno, entre la economía, entre el trabajo…, es nuestro sentido como especie.
Pero el fragmento es estremecedor por otra razón. Hace décadas que no hay vigilantes. Que la guardia del insomne o del vespertino carece de sentido. Que nuestro hábito más antiguo no se produce. Nadie vela, simplemente no dormimos. En este momento nadie vela ya por nosotros. Ningún gobierno. Ni siquiera nosotros, lo que hace novedosa y mayor y profunda la traición a nuestra especie, aquella que decidió velarse hace milenios.
Por la noche, en la cama, pienso en ese problema diminuto. Lo que me lleva a pensar en otro. Y en otro. Luego, pienso en que debería dormir, en vez de pensar en problemas desordenados. En breve, mi insomnio me lleva a pensar en las líneas sobre el insomnio del libro Homo Imperfectus, de la doctora y...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí