excesos energéticos
La contaminación lumínica creció un 57% en España entre 1992 y 2012
Este subtipo de contaminación del aire supone un fuerte despilfarro energético, además de afectar de manera muy negativa a la salud de las personas, e implica una grave amenaza para la conservación de la biodiversidad
ctxt 10/08/2022
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La contaminación lumínica es reconocida por la ONU como un subtipo de contaminación del aire. La Red Española de Estudios sobre Contaminación Lumínica (REECL) entiende por contaminación lumínica la alteración de la oscuridad natural del medio nocturno producida por la emisión de luz artificial. Más allá de volver imposible la contemplación del cielo estrellado y del fuerte despilfarro energético que supone, la luz es un tipo de radiación no ionizante que puede alterar los ritmos vitales en las personas y seres vivos, especialmente aquellos que tienen actividad nocturna, y por eso se constituye en un tipo de contaminante físico de relevancia. Desde 1992 a 2017 la contaminación lumínica ha aumentado como mínimo un 49% en todo el mundo. En España, ese crecimiento ha sido de al menos un 57% entre 1992 a 2012, si bien es muy complicado hacer cálculos precisos al respecto. En la actualidad se calcula que la contaminación lumínica en nuestro país podría estar creciendo a un ritmo del 2% anual. Se teme que pueda llegar a ser un problema todavía mayor cuando las luces se transformen en LED con el objetivo de fomentar el ahorro energético, pues este tipo de luces parecen tener el mayor impacto negativo.
Según la clasificación realizada para el año 2015, Barcelona, Bilbao, Valencia, la bahía de Cádiz y Melilla serían las áreas con mayores niveles de concentración de la contaminación lumínica, mientras que algunas ciudades del interior como Ciudad Real, Toledo, Albacete y Teruel se encontrarían entre las menos afectadas por este fenómeno.
Desde 1992 a 2017 la contaminación lumínica ha aumentado como mínimo un 49% en todo el mundo
Si bien no se dispone de información directa sobre los efectos de la contaminación lumínica en la salud y la actividad de las personas en España, desde el año 2007 (actualizado en 2019), la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasifica el trabajo por turnos como “probablemente carcinógeno” por la disrupción de los ciclos circadianos debido a la necesidad de utilizar luz artificial de modo continuado. Por otra parte, es conocido que la reducción de melatonina en nuestro organismo debido a la presencia excesiva de luz puede llevar aparejada la iniciación, progresión o aumento de la gravedad de determinadas enfermedades, especialmente en personas mayores.
Así, en Hicimos la luz... y perdimos la noche. Efectos biológicos de la luz (2017) se relaciona la presencia excesiva de la luz y la consiguiente supresión de la producción de melatonina con toda clase de patologías, que van desde un aumento de la presión arterial hasta los desajustes hormonales, los trastornos de ánimo o la obesidad.
Más allá de nuestros cuerpos, y en lo que respecta al medio ambiente, los científicos albergan la sospecha de que la contaminación lumínica puede estar contribuyendo a la preocupante disminución de insectos observada en las últimas décadas.
Así, según recoge la BBC, en un estudio realizado en Reino Unido se descubrió que las luces artificiales de las calles alteraban el comportamiento de las polillas nocturnas, reduciendo el número de orugas a la mitad. Los investigadores creen que las luces de las calles disuaden a las polillas nocturnas de poner sus huevos debido al riesgo de ser descubiertos por otros depredadores, como los murciélagos. A su vez, las orugas que nacen bajo las farolas, en particular las de tipo LED, presentan alteraciones en sus hábitos alimentarios.
Los investigadores proponen algunas soluciones prácticas que no comprometen la seguridad pública, como la atenuación de las luces de las calles en las primeras horas, la instalación de sensores de movimiento o el uso de filtros de color para cortar las longitudes de onda más dañinas.
La rápida disminución de los insectos preocupa cada vez más a la comunidad científica, puesto que no solo proporcionan una fuente de alimento para muchas aves, anfibios, murciélagos y reptiles, sino que además las plantas dependen de los insectos para la polinización.
De la misma manera, en las regiones costeras las luces artificiales están suponiendo un grave problema para la fauna marítima, representando así una grave amenaza para la conservación de la biodiversidad.
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ctxt
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