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Es injusto juzgar a alguien que está herido o convaleciente como si no lo estuviera. El Atleti, en mi opinión, lo está. Y habrá quien piense que un equipo así, con ese entrenador, no tiene derecho tan siquiera a enfermar, pero una cosa es lo que uno piense y otra cosa es la realidad. El cuadro colchonero lleva tocado más tiempo de lo que nos gustaría. Nunca ha terminado de recuperarse. Es así. Y aunque sobrevive como los valientes que no se rinden y acaba llegando a los objetivos a base de pundonor y entrega, la realidad es que hace tiempo que no disfrutamos de una travesía medianamente tranquila. El héroe que antes convertía agua en vino y granito en oro, no parece ahora dar con la tecla. Quizá por eso, tiene mérito, además de un valor especial, terminar una semana como esta con un 4-1 a favor en el marcador. Sí, porque eso, los goles y las victorias, son la materia con la que en el fútbol se construyen los sueños. Los sueños y la tranquilidad, todo sea dicho. Y sí, ojalá volvamos pronto a esos días felices en los que había héroes, como decía Bette Davis, pero mientras tanto es preferible que el equipo siga ganando.
Creo que el partido del Oporto debió tocar algo en la línea de flotación del colchonerismo. Lo digo no sólo por el espíritu que han tenido los jugadores rojiblancos que hoy han saltado al césped, sino también por la actitud que han tenido los propios aficionados. Asumiendo quizá ese exceso de histrionismo del pasado miércoles, la grada ha estado hoy fabulosa. No sólo dando colorido y sonido a los noventa minutos, sino arrojando ese calor que muchas veces necesita el equipo para soldar lo que está roto.
El partido comenzó con muchas novedades en la plantilla rojiblanca. Personalmente, no soy muy partidario de las rotaciones cuando el equipo está bien. Pero estando mal, como es el caso, me parecen incluso necesarias. El equipo ha tenido contra el Celta una frescura que no veía otros días. Aunque podría no haber sido así, porque el fútbol de élite está muy condicionado por los momentos puntuales y por la suerte. Es absurdo ignorarlo. Con toda la frescura del mundo, lo primero que hay que recordar en esta crónica son los dos o tres errores de bulto que tuvo Hermoso al inicio. El principal de ellos, un despiste a la hora de defender un balón bombeado que dejó a Larsen delante del debutante Grbić acabó a favor del portero croata. Y de igual manera terminaron un remate de cabeza de Hugo Mallo a la salida de un córner y un disparo del cuadro gallego que dio en el poste. Tres ocasiones claras que de haber finalizado de otra forma podrían haber cercenado la confianza del equipo madrileño y que, reconozcámoslo, hubiesen puesto la tarde muy cuesta arriba.
Irónicamente, la primera jugada decente de los rojiblancos, una buena dejada de Nahuel Molina por la derecha que De Paul metió en diagonal al área para que la rematase Correa, sirvió para inaugurar el marcador. Ya lo he dicho: el fútbol se mide por momentos puntuales y por la suerte que se tenga en esos mismos momentos.
El relato de los hechos puede dar una idea equivocada, porque la realidad es que la primera parte fue mucho más igualada de lo que puede dar a entender la descripción anterior. Fea, lenta y poco vistosa, pero igualada. Es más, me atrevería a decir que los de Simeone tuvieron controlado el partido más que su rival. El problema es que faltaba ritmo y sobraba precaución.
La cosa mejoró significativamente en la segunda parte con la entrada de Koke. Sin hacer un partido excelente, el madrileño dio mucho más dinamismo al balón, que era exactamente lo que hacía falta. De esa manera, atreviéndose además a sacar el balón jugado desde atrás, los rojiblancos, ahora sí, se hicieron dueños del centro del campo y del encuentro. Y así, como si el fútbol tuviese lógica y todo encajase a la perfección, apareció el segundo tanto colchonero en los pies de De Paul.
Los locales siguieron controlando el partido con el marcador a favor y esa fue otra de las grandes noticias de la tarde. Kondogbia lo rebañaba todo, Koke distribuía, Witsel daba una lección de lo que es ser un jugador de fútbol con jerarquía y Reinildo volvía a demostrar que, como dice mi amigo Juanan Cantelar, ahora mismo es uno de los mejores defensas de Europa al que no cambiaríamos por nadie.
A todo esto, la grada seguía cantando.
Simeone decidió cambiar toda la delantera. Correa y un Morata que se había fundido en la brega dieron paso a Griezmann, imprescindible para mí, y un Joao que salió más frío que otras veces. El equipo ganó en movilidad, pero tuvo que esperar a tener un contraataque para aumentar la distancia en el marcador. Lo hizo Carrasco, tras una carrera espectacular que resolvió dentro del área como ese gran jugador que todos sabemos que es.
La cosa pintaba bien, pero el Celta prefirió no bajar los brazos. Y tuvo su recompensa gracias a que Grbić no fue capaz de atajar un disparo de Veiga desde la derecha, en una posición muy cerrada, que seguramente era bastante atajable. El croata tuvo para mí una actuación discreta. Tiene un porte incuestionable y transmitió buenas sensaciones en algunos tramos de partido, pero lo vi errático en los balones aéreos y muy inseguro en las salidas, que son dos de los aspectos que distinguen a los buenos porteros del resto.
El gol del Celta provocó que el Atleti (y la grada) volviese por unos minutos a ese estado de ansiedad en el que una nube negra se posa encima de las cabezas. No tenía sentido, ni por resultado, ni por juego, pero eso es lo que pasó, dejando entrever además que, efectivamente, el Atleti es un equipo herido o convaleciente al que todavía hay que juzgar como tal. Afortunadamente, Cunha devolvió la tranquilidad al estadio con una jugada personal, de nuevo en contraataque, que acabó en gol gracias a que el balón dio en la pierna de un contrario antes de entrar en la portería. En la jugada destaca sin embargo el brillante autopase en carrera que se hizo el brasileño. Hay mucho talento en ese jugador.
Tres puntos, cuatro goles, una grada contenta, jugadores descansados y un buen puñado de buenas sensaciones. ¿Qué más se le puede pedir a una tarde de sábado?
Es injusto juzgar a alguien que está herido o convaleciente como si no lo estuviera. El Atleti, en mi opinión, lo está. Y habrá quien piense que un equipo así, con ese entrenador, no tiene derecho tan siquiera a enfermar, pero una cosa es lo que uno piense y otra cosa es la realidad. El cuadro colchonero lleva...
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