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Jorge Resurreción es un tipo de Vallecas que con seis años ingresó en las categorías inferiores del Atlético de Madrid, su equipo, y que hoy se ha convertido en el jugador de la historia que más veces ha vestido la elástica rojiblanca. Adelanta en esa categoría a Adelardo, un señor maravilloso al que tengo el privilegio de conocer, y que en mi “Hall of Fame” particular estaría sentado entre Brian Wilson y Nick Hornby.
Koke, porque así es como le llaman, es el niño que todos quisimos ser. Ese que soñaba con unir su nombre a la institución rojiblanca y que, a diferencia de los demás, mañana se levantará sentado en el trono que todos queríamos. Es un futbolista que, pasando por todas las divisiones del Club, debutó en el primer equipo el 19 de septiembre de 2009 y que desde ese momento, por alguna razón, todos los entrenadores que ha tenido han entendido que era un jugador a tener en cuenta. Todos, sí, aunque cueste creerlo atendiendo a los ladridos de esa Patrulla Canina que controla los medios de este país o alguno de esos que dispara fuego amigo. Por eso es el capitán del equipo y de la Selección Española. Por eso los que le conocen hablan siempre bien de él. Por eso protagoniza artículos en la BBC o en cualquier sitio donde la información deportiva tiene algo que ver con el deporte. Y no lo ha conseguido jugando en un equipo menor, rodeado de medianías. No. Para hacerlo más difícil, lo ha conseguido en el Atlético de Madrid más exitoso de la historia, rodeado de estrellas internacionales y ganando todos los títulos posibles excepto uno, ese que rozó con las uñas un par de veces. La hazaña es de tal calibre que tanto el ninguneo, como el repugnante desprecio que ha sufrido por parte de nuestro querido aparato de propaganda, deben entenderse como un gran éxito de los que vivimos fuera de Matrix.
Y sí, esto se supone que debería ser una crónica del Sevilla-Atleti, pero lo primero es lo primero.
Saltaban al Sánchez Pizjuán dos equipos condicionados por la ansiedad del pasado reciente y plagados de dudas. El Sevilla, que era un equipo defensivamente muy sólido durante la temporada pasada, ya no lo es. Quizá porque en “la mejor Liga del mundo” nadie, excepto los de siempre, puede retener a sus estrellas. Han comenzado la temporada de la peor forma posible, lo que suele ser un lastre anímico en equipos que aspiran a estar arriba. El Atleti, ya lo sabemos, tampoco pasa por su momento de mayor confianza.
Los primeros minutos parecieron una ida y vuelta, no demasiado agresiva, que para mí fue más una búsqueda de sitio y de recopilación de desajustes que otra cosa. Los de Simeone recuperaban a Savic y Giménez en la zaga, lo que es un dato más que significativo. Su mera presencia facilitaba poder jugar con cuatro atrás y reforzar algo mejor el centro del campo. Saúl, Witsel, Koke y Llorente se ocuparon de esa línea, y si bien la parte creativa no es que mejorara demasiado, la defensiva lo hizo de forma muy considerable. El equipo parecía mucho más asentado y equilibrado. Solamente con eso, las sensaciones empezaron a ser cada vez mejores según avanzaba el partido. De hecho, los rojiblancos pudieron adelantarse tras una clarísima ocasión de Morata en el minuto 18, que el madrileño envió a las nubes.
Los rojiblancos pudieron adelantarse tras una clarísima ocasión de Morata en el minuto 18
El desequilibrio que ya se veía en el campo llegó también al marcador. El Atleti se sentía sólido. El Sevilla perdía la capacidad de llegar al área y se estancaba a la hora de sacar el balón jugado. La defensa adelantada de los colchoneros provocó algunos errores en la zaga andaluza y en uno de ellos llegó el gol. Fallo de precisión a la salida de un saque de banda, robo, pase horizontal de Koke y Llorente haciendo un gol de esos que patentó en la liga de 2021 y que hacía mucho que no veíamos.
El Atleti pudo sentenciar antes de llegar al descanso, porque el Sevilla se disfrazó de boxeador sonado y su propio público ayudó a que así fuese. Morata tuvo otra opción muy clara pasada la media hora y Llorente tiró el balón al lateral de la red poco después.
Lopetegi colocó en el campo a dos viejos guerreros como Rakitic y Navas. Eso dio mucho mejor lustre al juego hispalense cuando comenzó la segunda parte. El balón volvió a ser de los sevillanos, que a base de velocidad y circulación consiguieron meter al Atleti en su área. Seguía sin tener ocasiones de gol, eso sí, y todo su repertorio ofensivo se reducía a balones parados. Los de Simeone no parecían incómodos en ese escenario. La zaga se mantenía segura y los de arriba, especialmente Cunha, mantenían la intensidad que se requiere en una situación así. Y ocurrió lo que seguramente estaban buscando. Balón largo de Oblak, el brasileño que provoca el enésimo error de la zaga rival y Morata resuelve de vaselina haciendo el segundo gol.
Y se acabó el partido. El Sevilla fue una sombra de sí mismo a partir de ahí. Se les veía tan incapaces física y mentalmente de revertir la situación que me pareció un tremendo error que los colchoneros no mataran el partido. El Atleti se vio tan superior a su rival que decidió enseñar esa versión blanda, algo indulgente y carente de colmillo de cara al gol que hoy resultó inofensiva, pero que otro día puede resultar letal. Cunha, Carrasco, Correa, Griezmann… todos tuvieron ocasiones clarísimas y en todas ellas el equipo parecía estar más en un entrenamiento que jugándose tres puntos en el estadio de un rival directo.
Las conclusiones del partido tienen que ser positivas, sin embargo. Más allá de lo difícil que es solventar encuentros después de los dichosos parones de selección, el Atleti ha dado una buena imagen en una situación difícil. Solidez defensiva, equilibrio entre líneas y contundencia cuando ha hecho falta. Me parece un buen pilar sobre el que construir el futuro.
Jorge Resurreción es un tipo de Vallecas que con seis años ingresó en las categorías inferiores del Atlético de Madrid, su equipo, y que hoy se ha convertido en el jugador de la historia que más veces ha vestido la elástica rojiblanca. Adelanta en esa categoría a Adelardo, un señor maravilloso al que tengo el...
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