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¿Y si lo que hay es esto? ¿Y si esta es la realidad? ¿Y si estamos tratando de ver una ensoñación que no existe o de forzar algo que es imposible? A estas alturas de la vida sabemos que los equipos no son colecciones de jugadores. No son la suma de las individualidades, sino aquello que la interacción de todas esas singularidades es capaz de generar. Al igual que ocurre con las superbandas en la música pop, el hecho de juntar a estrellas no garantiza una buena canción. Mucho menos, cuando ni siquiera son estrellas.
El Atleti ha empatado contra el Brujas belga, y se ha complicado con ello su supervivencia en la Champions League, jugando un partido bastante bueno. Y ahí está la paradoja, lejos de ser un buen síntoma, me parece una señal ciertamente preocupante. Sí, porque atemperada la tempestad, cuando las arrugas de los últimos días no estaban, cuando se ha ido el humo y hemos podido ver la realidad, quizá es cuando nos hemos dado cuenta de que esa realidad no era suficiente.
El Atlético de Madrid es un conjunto plagado de mediapuntas que no generan juego, y que no ejercen de mediapuntas
Por resumir: el Atlético de Madrid es un equipo sin gol y un equipo sin gol es difícil que pueda aspirar a cosas demasiado grandes. Es además un conjunto plagado de mediapuntas que no generan juego, y que no ejercen de mediapuntas. Un conjunto lleno de buenos futbolistas que no hacen buen fútbol. Algo falla. Lo que hoy hemos visto en el césped ha sido un ejercicio de frustración, que irónicamente ha ocurrido en uno de los mejores encuentros del equipo.
La primera media hora de partido ha sido particularmente buena. El Atleti estaba concentrado y dominaba el juego. La defensa ayudaba a las bandas, Kondogbia ejercía de eje de forma efectiva, Lemar intentaba aportar juego, Griezmann lo aportaba de verdad y Correa era el ingrediente sorpresa que hacía que la poción tuviese magia. Los rojiblancos han llegado un millón de veces a la portería del rival. Han sido tantas que es imposible resumirlas aquí.
Griezmann y Correa, los más activos, tuvieron varias ocasiones ya en la primera parte, donde lo más destacable fue quizá un gol anulado por fuera de juego y un remate espectacular del francés que paró Mignolet, el héroe de la noche para la hinchada flamenca. El Atleti era mejor, jugaba fluido e imponía su ritmo al partido, pero también daba alguna que otra muestra de su proverbial fragilidad. Casi siempre en forma de errores absurdos o pérdidas de concentración que provocaban ocasiones para el rival. Recuerdo, por ejemplo, una iniciada por el portero dándole un balón con la mano a un compañero que estaba a dos metros de su propia área, generando un contraataque en superioridad para su equipo.
La primera parte acabó con la sensación de que el Atleti era mejor y con un susto del Brujas. Un penalti pitado inicialmente, que el VAR determinó que no lo era, puesto que el derribo de Nahuel a su marcador venía provocado por un pisotón previó de este.
La segunda parte comenzó algo más espesa y menos activa por parte de los colchoneros, seguramente condicionada por un bajón en el tono físico de los jugadores, que es otra de esas cosas que cuesta comprender en este Atleti. ¿Por qué todos los equipos parecen físicamente mejores que el nuestro? El Brujas aprovechó ese tramo para asentarse en el terreno y dejar de sufrir, aunque duró poco, porque enseguida volvieron a llegar las ocasiones. Un remate de Griezmann que paró el portero y cuyo rechace aprovechó Correa para marcar, aunque desgraciadamente estaba en fuera de juego. Poco después, el mismo Griezmann volvió a encarar por la izquierda y a toparse con Mignolet. El balón salió rechazado a los pies de Correa, que no acertó esta vez a meterlo en la portería contraria. La frustración llevaba ya un rato rondando la grada.
Simeone decidió cambiar de jugadores, realizando un nuevo ejercicio táctico difícil de digerir. Sí, porque Carrasco no está para jugar un partido que necesite de su concurso, Morata no transmite más que melancolía y De Paul no merecía jugar. Ninguno de los tres mejoró lo que había. Más bien al contrario. Tampoco Cunha resultó relevante y mucho menos, Witsel. El suyo fue quizá el cambio más bizarro de todos. Sigo sin saber cuál era la intención. Fue además el cambio que dejó a João Félix sin jugar.
Desconozco el pecado cometido por el portugués, aunque soy de los que cree que deportivamente no ha hecho demasiados méritos en el campo para reclamar un sitio con la altanería que lo hace. Ahora bien, Simeone es incoherente en el castigo, que es lo que nunca se puede ser. Es inconcebible que un mal profesional como De Paul acabase en el campo mientras que João, por muy arrogante que haya sido, lo hiciese en el banquillo. Si no eres capaz de ser justo aplicando tus propias leyes, nadie creerá en ellas.
Aun así, el Atleti tuvo ocasiones más que de sobra para ganar el partido. Sobre todo cuando el equipo belga se quedó con diez por una expulsión absurda de Sowah. Cunha tuvo una en boca de gol que sacó Mignolet con los pies. Poco antes, Morata desperdició la más clara de todas al empotrar un balón en la cara del portero a un metro de la línea de gol. Tengo un amigo que dice que Morata tira a puerta con los ojos cerrados. Si no es verdad, al menos lo parece.
El Brujas, un equipo que hoy ha parecido apañado y bien entrenado, pero nada del otro mundo, se asegura la clasificación para la siguiente fase en casa del Atlético de Madrid. Así de barato está hoy jugar en el Metropolitano. Y puede ser doloroso de asimilar, pero es lo que hay. El Atleti necesita ganar los dos partidos que le quedan para seguir vivo. ¿Es posible? Sin duda. ¿Tiene pinta de que vaya a ocurrir? Mentiría si dijese que sí, pero en el fútbol hay pocas veces en que las sensaciones se transforman en realidad. Confiemos en ello.
¿Y si lo que hay es esto? ¿Y si esta es la realidad? ¿Y si estamos tratando de ver una ensoñación que no existe o de forzar algo que es imposible? A estas alturas de la vida sabemos que los equipos no son colecciones de jugadores. No son la suma de las individualidades, sino aquello que la interacción de todas...
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