CARTAS MORISCAS
Unas notas sobre el caso Resines
Si queremos unos medios valientes e independientes, los tribunales jamás deberían aceptar demandas como esta, en la que los hechos son tan contundentes y reales que desprestigian a quien los ha cometido y no a quien los da a conocer
Miguel Mora 3/10/2022
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La semana pasada, el día de San Miguel, la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo regaló a CTXT la mejor noticia que podíamos publicar: el fallo confirmaba la última sentencia de la Audiencia Provincial y cerraba así la causa civil emprendida por Antonio Resines por presuntas injurias y lesiones a su honor contra la revista, el director –yo– y el periodista Fran Pastor, y además condenaba al recurrente al pago de las costas.
Fran Pastor es el joven y estupendo redactor que en junio de 2016 descubrió y publicó que Resines había creado una empresa mercantil a espaldas de la Junta Directiva de la Academia del Cine, en la que él mismo figuraba como administrador único, para gestionar los patrocinios y la producción de la Gala de los Goya de aquel año.
Seis largos años después de que el entonces presidente de la Academia iniciara su ataque judicial por la vía penal exigiendo una compensación de 600.000 euros a la revista –que había sido fundada en enero de 2015 por 14 periodistas en paro, cuyo presupuesto anual no llegaba a los 100.000 euros y que tenía entonces un total de 3.000 euros de capital social, cero empleados en nómina y unos 10.000 seguidores en Twitter–, el Supremo confirmaba que el desempeño profesional de la publicación y del redactor fueron irreprochables.
La sentencia subraya, como sostenía el anterior fallo de la Audiencia, que la noticia era veraz y de indudable interés público, y no contenía expresiones injuriosas, ofensivas o lesivas para el honor del actor. Y aunque nos regañaba un poco por no haber titulado de forma “exacta” (“Resines ‘privatizó’ la gala de los Goya y hay quien pide su cabeza por ello”), matizaba que en todo caso el titular sí guardaba relación con el contenido.
El razonamiento del fallo es todavía mejor: se trata de una alambicada frase que si no hubiera que leer dos o tres veces y no incluyera nada menos que tres negaciones, se podría esculpir en mármol. La frase dice así:
Traducido al cristiano: es posible que la información dejara en mal lugar al actor, pero eso se debe a los hechos que relataba y no, como sostiene el recurrente, al modo en que la información fue redactada –según el abogado de Resines, y la jueza que nos condenó en primera instancia, la información había sido redactada de forma “insidiosa”–.
En los fundamentos de derecho, la Sala de lo Civil del TS agregaba aún una razón más, esta un poco humillante, para exculparnos: que la noticia no tuvo apenas eco en la prensa “generalista”, cosa muy cierta porque solo un par de periódicos “grandes” replicaron en su momento la información de CTXT. ¿Quizá el Supremo piensa que somos una revista científica, como dijo José Luis Cuerda cuando se enteró del nombre imposible de pronunciar? ¿O un tabloide del corazón que se dedica a perseguir a millonarios famosos? En fin…
Por suerte el Supremo no hace sangre, y luego alaba la rapidez con la que se modificaron el titular, el subtítulo y los tuits (al recibir las quejas de Resines), así como la publicación de la réplica que nos envió el actor tras amenazarnos por teléfono –nunca olvidaré ese tono de no sabes con quién estás hablando– con cerrarnos “el chiringuito”.
Hasta aquí llega por tanto (salvo que el actor decida pedir amparo al Constitucional) esta aventura judicial, que empezó en septiembre de 2016 con el trámite de la demanda de conciliación, a la que CTXT se opuso tras asistir con asombro, en el pasillo de los Juzgados de Plaza de Castilla, al alegre posado de Resines con el equipo que se disponía a instruir la causa penal.
Y ahora me gustaría hacer algunas consideraciones personales sobre lo que hemos vivido estos años. Aunque no lo conocía personalmente, a mí me caía bien Resines. Era amigo común de José Luis Cuerda (cofundador de CTXT) y Manolo Gutiérrez Aragón, y cuando vi Ópera prima, su primera película, me pareció un cómico excelente. Un poco después de eso, yo también debuté en el cine (como figurante) en una de sus siguientes películas, Pares o nones, que dirigió el gran Cuerda: pasé tanto frío en el rodaje que ya no volví.
Aunque me caía simpático el personaje, la persona se comportó con Fran Pastor, conmigo y con la revista de una manera cruel, intimidatoria y chulesca. Resines trató de usar su fama, su dinero y su poder contra un medio minúsculo que se había limitado a narrar y a documentar el episodio de la creación de la Sociedad Mercantil que unas fuentes absolutamente fiables nos habían contado, aportando incluso las escrituras notariales. En nuestra segunda conversación telefónica tras la publicación de la noticia, después de las amenazas y los gritos, Resines cambió de registro, se puso pastueño y confesó que se había equivocado, pidiendo que tuviéramos un poco de generosidad con su error. Yo no podía despublicar ya la pieza, que es lo que me pedía, y le expliqué que todo lo que se decía en ella estaba contrastado con al menos dos fuentes y había sido cuidadosamente editado por un equipo en el que estaban, entre otros y otras, periodistas como Jesús Ceberio, Soledad Gallego Díaz, nuestra editora Inés Amado y las directoras adjuntas Mónica Andrade y Vanesa Jiménez. Pero le animé a mandar una réplica matizando lo que quisiera. Envió una carta de 27 puntos, tan larga como la noticia original, y exigió que la publicáramos por encima de la info. Cosa imposible, pues los digitales se leen de arriba abajo. Entonces, montó en cólera de nuevo. Publicamos un resumen de la carta. Y llamé a un par de amigos comunes para que le explicaran que, si cumplía la amenaza de demandarnos, iba a poner en riesgo la supervivencia de la revista. La respuesta en ambos casos fue idéntica: “Está como loco, no quiere razonar, solo quiere demandaros”.
En aquella época, CTXT era un semanario; cada socio-trabajador curraba desde casa y cerrábamos la edición presencialmente los miércoles. Hicimos una reunión de urgencia del Consejo Editorial, y en signo de buena fe, decidimos hacer todos los cambios que exigía en el título. Dio igual. Resines ya había anunciado en otros medios la querella y se puso manos a la obra a toda prisa.
El silencio de muchos medios “progresistas” sobre el Caso Resines es solo una muestra más de que Contexto es una revista incómoda para el ecosistema mediático
Estábamos a finales de junio; un mes después dimitió de la presidencia de la Academia. “Por desavenencias con la Junta Directiva”. Aunque no dijo cuáles, la cosa era obvia. Rescatamos la información en nuestras Redes Sociales, y la noticia tuvo una segunda vida un poco más visible que la primera. A primeros de septiembre, llegaron seis notificaciones penales a la casa donde tenía la sede y el saloncito CTXT. Con las prisas, su abogado demandó a Inés Amado, que era editora de textos y no de la cabecera, y a Pedro de Alzaga, cofundador de CTXT y nuestro primer CEO, que ya había dejado la revista. El cartero nos entregó un montonazo de papeles como para encender chimeneas durante dos meses. Era la primera demanda de ese tipo que cualquiera de nosotros recibía. Nos acusaba de injurias. La petición de 600.000 euros en concepto de indemnización supuso una invitación a plantearse la necesidad de endeudarse –cosa que teníamos prohibida por nuestro ideario fundacional–, y el riesgo cierto de que, si perdíamos el pleito, la única opción que quedaría sería la que él había anunciado echando espumarajos por la boca: cerrar el chiringuito.
Por supuesto, aunque él nos tratara como si fuéramos periodistas imberbes, no somos unos pipiolos. Y todos hemos sufrido presiones alguna vez. Un día, el director de El País me invitó a ver a un ejecutivo de El Corte Inglés en su despacho. Me dejó solo con él. El tipo no se anduvo con rodeos. Me dijo que si quería ser alguien en el mundo del periodismo guardara en el cajón aquella pieza que había escrito semanas antes sobre la ausencia de la letra eñe en los nuevos ordenadores de la Seguridad Social, cuya contrata había ganado Investrónica. Entonces su asistente enseñó un prototipo del ordenador que usaban los médicos, con una eñe adhesiva pegada sobre el teclado, y entendí que la pieza nunca saldría.
Pero lo de Resines era otra cosa. CTXT nació el 15 de enero de 2015. En 2016, su ataque nos preparó para hipotecar la casa y las sortijas de la abuela. CTXT era un medio prometedor pero sin ingresos ni magnates: una microempresa gobernada por cuatro plumillas que no sabían ni lo que era un modelo de negocio. Por eso debo recordar aquí a los abogados del despacho de Santiago Mediano, que desde el minuto uno nos cuidaron, nos asesoraron y nos defendieron como si fuéramos sus hijos, o sus hermanos. Aparte de grandes abogados y sabios del derecho, son majos, buenas personas y se toman las adversidades con calma, buen humor y alegría. Y son tan elegantes que en ningún momento nos hablaron del elefante en la habitación: el dinero. Espero que ahora que el demandante ha sido condenado en costas, le facturen el máximo que permita la ley.
Si algo bueno ha tenido esta larga pesadilla ha sido conocer a Santi, Pachi y Manuel, tres personas extraordinarias. Y poder contar como testigos en los juicios con Jesús Ceberio y Antonio Rubio, quienes jamás dudaron de la pulcritud y el rigor del trabajo de Fran Pastor. Gracias a los dos.
Una última reflexión y otro agradecimiento final. El silencio casi absoluto de muchos medios “progresistas” sobre el Caso Resines es solo una muestra más de que Contexto es una revista incómoda para el ecosistema mediático. Vetan noticias nuestras que replicarían sin pestañear si las publicara cualquier otro medio; a veces prefieren darlas y en ese caso las piratean sin referenciar el origen, o directamente niegan que sean noticia; silencian nuestros libros en los suplementos culturales y las secciones de política, incluso si el autor es un exvicepresidente del Gobierno; las televisiones y las radios (salvo ETB) no nos invitan ni aunque se les mueran tres tertulianos de golpe, y muchos no enlazan nuestros artículos aunque otros autores los citen en sus páginas. Se llama cultura de la cancelación.
Respecto al caso Resines, hemos visto la noticia en un medio llamado e-cartelera, en el Ok Diario y en un nuevo panfleto voxista que titulaba así: “Resines, condenado a pagar 600.000 euros por injuriar a CTXT”. Al menos corrigieron el tiro tras nuestro aviso en TW. ¡Ya nos habría gustado, compañeros del metal!
Nuestra reputación de periodistas profesionales se ha visto en entredicho durante seis largos años. Y una jueza llegó a prohibirnos escribir nada más sobre el asunto
Más allá del chiste, queda la tristeza: si queremos unos medios valientes e independientes de verdad, los tribunales jamás deberían aceptar demandas tan intimidatorias e instrumentales como esta, en la que los hechos narrados, como dice el Supremo, son tan contundentes y reales que desprestigian a quien los ha cometido y no a quien los da a conocer. Y además, sería bueno que existiera un mecanismo de justicia y reparación: nuestra reputación de periodistas serios y profesionales se ha visto en entredicho durante seis largos años. Y una jueza llegó a prohibirnos escribir nada más sobre el asunto. ¿Quién repara ahora la inquietud, el estrés, la angustia de verte cerca del cierre antes siquiera de haber podido hacerte un hueco y un nombre entre tus lectores?
Quizá deberíamos haber sido más valientes y haber pedido daños y perjuicios al demandante por habernos amedrentado y habernos hecho la vida imposible durante años, con el evidente objetivo de que ni nosotros ni nadie osara indagar con calma en aquel opaco asunto que reveló Fran Pastor.
Sabemos bien, demasiado bien, que en este país perro no come perro. Pero cada día más, la tragedia de la información es que perro premia a perro y no tose a los poderosos. La parte buena es que en CTXT tenemos una comunidad de lectores y suscriptores leales y generosos, que pagan unas docenas de euros al año para que seis millones de personas puedan acceder a nuestras piezas en abierto, sin pagar un euro. Eso sí que son mecenas.
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Autor >
Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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