En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Antonio Pigafetta fue uno de los 18 supervivientes de la primera vuelta al mundo. Veneciano, culto –tal vez la persona más culta en aquel viaje–, hablaría latín, castellano, italiano y el dialecto veneciano, tan parecido al catalán incluso en sus giros. Escribió un diario sobre su viaje. Ese diario tenía que haber cambiado el mundo. Pero no lo hizo, pues salió publicado otro libro, antes que el suyo, que satisfizo la curiosidad y atrajo todo el interés de los lectores, que no quisieron leer otra explicación. Se trataba del más discreto De Moluccis Insulis, de Maximiliano Transilvano, aparecido en 1523, apenas un año después del fin de la circunvalación. Era una carta escrita tras entrevistarse con supervivientes de la nave Victoria, que explicaba todo lo que necesitaba saber sobre el nuevo descubrimiento un mercader, un navegante, una persona curiosa. Sin embargo, el libro de Pigafetta estaba íntimamente ligado al Gran Viaje, al punto que terminó de escribirse en el mismo instante que finalizó ese periplo. El propio Pigafetta entregó una copia de su diario a Carlos I. Pero también al rey de Portugal y al de Francia. Y, siempre en mano, al Papa. Nadie más accedió a su texto. Solo en 1536 aparece en Venecia su Relazione del primo viaggio intorno al mondo. Es demasiado tarde, y su publicación no suscita un gran interés, al punto que su primera traducción al castellano es sumamente tardía, de finales del XIX, cuando ya es, únicamente, una curiosidad. Es, no obstante, un libro sorprendente. Si bien lo sorprendente del libro es lo poco sorprendente que es. Quedan narrados en él grandes hechos. Un catálogo de primeras veces. Pigafetta explica un motín, el contacto con un gigante patagón, el paso por el Estrecho, el hambre inaudita en el Pacífico, la llegada a Filipinas, la muerte de Magallanes, la llegada a los Molucas, la vuelta, evitando a los portugueses y la muerte y, otra vez, el hambre inaudita. E, hilvanando todo ello, explica el gran prodigio: la primera vuelta al mundo. Pero lo llamativo de su recepción es la aludida ausencia de sorpresa. Pigafetta asiste a lo que ve sin inmutarse en demasía, y sin excesiva capacidad de perplejidad. Nada le maravilla en exceso y nada, ni siquiera dar la vuelta al mundo, le supone un gran cambio.
Esa ausencia de admiración, de asombro, es posible que sea la época. Sobre la época: se sabía de la esferidad de la Tierra. Jamás se olvidó ese dato, desde los Antiguos. Sin ese conocimiento hubieran sido imposibles los viajes de los portugueses a Asia, y de los castellanos a América. La época sabía que existía un mundo en verdad grande, pero limitado y próximo, en verdad abarcable, interconectado. Ese secreto a voces, intensificado, creó, en las personas que participaron de él, una seguridad inaudita, un optimismo, una confianza absoluta, de la mano de que todo era posible, de que no había límites. La idea de que las maravillas son cotidianas, por lo que, por eso mismo, dejan de serlo. Pigafetta, protagonista de la gran maravilla de ver que, en efecto y como todo el mundo sabía, había un paso entre el Atlántico y el Pacífico, es fiel a su época, y no se maravilla en absoluto ante ello.
La época impregna, cala, el texto de Pigaffeta. Las épocas lo calan todo. Siempre lo hacen, aunque los textos no lo quieran. Me pregunto qué es lo que cala y copa los textos de hoy. En este texto, por ejemplo, no es, puedo asegurar, que el mundo es nuestro y que lo podemos recorrer, que no hay imposibles. Tal vez la época, hoy, es que el mundo no es nuestro. En cierta manera, y por ello mismo, que nada es nuestro. Hemos sido desposeídos de un mundo. Lo que debe de ser algo parecido a la pobreza. O a un robo, anterior y desmesurado, y del que ya nadie habla, pues esas palabras también fueron robadas.
Antonio Pigafetta fue uno de los 18 supervivientes de la primera vuelta al mundo. Veneciano, culto –tal vez la persona más culta en aquel viaje–, hablaría latín, castellano, italiano y el dialecto veneciano, tan parecido al catalán incluso en sus giros. Escribió un diario sobre su viaje. Ese diario tenía que...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí