En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
No sé exactamente qué significa esa vieja expresión de “tocar fondo”, pero no creo que esté muy alejada de lo que ha hecho el Atlético de Madrid en Oporto. El conjunto de Simeone ha dicho adiós a cualquier competición europea para lo que resta de temporada, certificando además que se encuentra instalado en una preocupante mediocridad y que está pasando por el momento más bajo desde que hace más de once años el argentino aterrizó en aquella casa que teníamos junto al río Manzanares. Es un momento particularmente esperpéntico, muy difícil de digerir o analizar con calma. Uno que anticipa aguas revueltas y que deja un panorama tan incierto como inquietante.
El partido con el que los rojiblancos dicen adiós a la Champions League, y a todo lo demás, no hay por dónde cogerlo. Desde cualquier punto de vista que se imaginen. No es solo que el juego haya sido ridículo, tácticamente un despropósito o técnicamente un drama, que lo ha sido; es que la imagen que se ha dado en cuanto a preparación física, actitud, intensidad, capacidad de sacrificio, personalidad, carácter, nivel de entrenamiento, entrega, profesionalidad o compañerismo ha sido absolutamente patética. El Atleti ni siquiera ha llegado a competir frente a un equipo portugués, que prácticamente no ha necesitado despeinarse para destrozar a su rival.
Hablar de fútbol en partidos como este, además de ser difícil, carece incluso de sentido. Sí, porque el campo no es más que un reflejo de la situación por la que pasa el Club. La SAD, para que me entiendan. Una institución desnaturalizada, mentirosa, poco fiable, alérgica a los aficionados, con objetivos encriptados que poco (o nada) tienen que ver con el Atlético de Madrid, que está dirigida desde las esquinas más oscuras del balance contable, siguiendo una gestión a mitad de camino entre una secta proscrita y la empresa de reformas de Pepe Gotera y Otilio. Una institución que tuvo la suerte de encontrarse con un tipo que durante once años ha transformado borrones en aciertos y carencias en milagros. Y es que quizá el error sea ese: exigir a un mortal que no lo sea, hasta el punto de hacerle creer que no lo es.
El equipo fallaba todos los pases, era incapaz de pisar el área contraria, corría poco (y mal), era un coladero en defensa y una rémora en ataque
Los primeros minutos de partido ya transmitían una sensación de desasosiego. Y eso que el equipo salía con los buenos, porque la defensa, al menos, era la que en teoría es titular. El ritmo era espeso, el balón quemaba y era imposible encontrar algo que hiciera creer que en el campo estaba el Atlético de Madrid de Simeone. El cuadro rojiblanco tardó cinco minutos en ponerse por detrás en el marcador. Lo que tardó el Oporto en trenzar una jugada que tuvo la atenta mirada de los rojiblancos como único impedimento. Saúl cerró el pase con la emoción de un adolescente al que le pides que se levante del sillón, Savic llegó tarde y Nahuel Molina, a sus cosillas, defendió a su marca, Taremi, a siete metros. Y claro, este último fue quien metió el balón en la portería.
Es injusto personalizar en un partido donde la catástrofe fue coral, pero que Saúl, este Saúl, sea titular o que Nauhel Molina sea el ÚNICO lateral derecho, quizá sea una buena muestra de la excentricidad de dirección deportiva que maneja el Atleti. La plantilla tiene una evidente carencia de calidad, o la tiene mal repartida, que es otra forma de decir lo mismo. Aunque insisto, el reproche es colectivo. Savic fallando lo que nunca falla, Nahuel haciéndolo todo mal, Giménez con la cabeza seguramente en no lesionarse para estar fino con su selección, Witsel volviendo a ser un jugador frío, inane e intrascendente, De Paul haciendo bueno el refrán de mucho ruido y pocas nueces, Correa regateándose a sí mismo… y así podíamos seguir hasta el final.
Mientras el equipo fallaba todos los pases, era incapaz de pisar el área contraria, corría poco (y mal), se olvidaba de presionar, era un coladero en defensa y una rémora en ataque, el Oporto hizo su segundo gol. Un balón a la espalda de Nahuel, sorprendentemente (permítanme la ironía), que Savic trató de resolver midiendo igual que el resto de los centrales de la plantilla. Es decir, muy mal. El balón acabó colgado al área desde la izquierda y Eustaquio marcó llegando desde atrás. Llevábamos 24 minutos y lo lógico para cualquier aficionado colchonero que no tuviese que escribir una crónica era ponerse a ver el Bayer Leverkusen - Brujas.
Oblak salvó al equipo de un resultado humillante, por desgracia, los delanteros rojiblancos son más de hacer regates en el área que de marcar goles
El partido llegó al descanso con el mismo resultado, aunque fue un milagro. El Oporto llegó cinco veces a puerta con un balance de dos goles y tres paradas escandalosas de Oblak. Solamente el esloveno y Griezmann nos hacían recordar que esa horrible camiseta con el color de la insignificancia era la del Atlético de Madrid. Al equipo portugués simplemente le hacía falta que su rival se autolesionase para presentarse en la portería contraria y tener una ocasión clara de gol. El Atleti ni tiró a puerta. Se mantuvo fiel a su espiral de decadencia fallando pases por encima de sus posibilidades y ajustando el ritmo de su juego al que podría tener un jubilado caminando por la playa a media mañana.
La segunda parte no fue muy diferente, sobre todo en su primer tramo. Tan fea y soporífera que no merece la pena pararse mucho. El panorama cambió un poco con la entrada de Carrasco, pero más por insistencia que por precisión, porque ahora mismo el belga no es capaz de irse ni de los defensas del Atleti. Junto a él saltó al campo Cunha, que hizo lo mismo que en los últimos partidos. Es decir, nada. Por eso es más difícil de entender todavía que Simeone decidiese quitar a João para sacar al brasileño. El portugués no había hecho nada tampoco, pero de entre las pocas cosas que ha demostrado, una es tener alguna capacidad para meter gol. Hace semanas que no entiendo nada de lo que pretende un Simeone que parece perdido e incapaz de contener la hemorragia. Y tampoco entendí, por cierto, que sacase al canterano Barrios en una situación así. ¿Para qué?
Con todo, no puedo dejar pasar la estocada final del árbitro. Ya escamoteó un claro penalti en la primera parte del que, por supuesto, nadie va a decir nada, pero el gol que anula a Griezmann por una falta previa inexistente es también digno de sospecha.
El Atleti se animó algo en ese último tramo del partido, y aunque Oblak siguió mostrando su mejor versión, lo que salvó al equipo de un resultado humillante, por desgracia, los delanteros rojiblancos son más de hacer regates en el área que de marcar goles. Incansables al desaliento, Correa, Cunha, Carrasco o De Paul siguieron alimentando la leyenda. Hasta Griezmann se contagió de esa particularidad tan terrible. El gol olímpico de Carrasco, ya en el tiempo de descuento, no sirve más que para maquillar tímidamente un ridículo histórico que va a costar olvidar.
No sé exactamente qué significa esa vieja expresión de “tocar fondo”, pero no creo que esté muy alejada de lo que ha hecho el Atlético de Madrid en Oporto. El conjunto de Simeone ha dicho adiós a cualquier competición europea para lo que resta de temporada, certificando además que se encuentra...
Autor >
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí