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Cuesta imaginar un Atlético de Madrid peor que el que llevamos viendo en las últimas semanas. Es difícil pensar que se puede jugar con menos ideas, menos intensidad y menos fútbol que el que está mostrando este colectivo de futbolistas y cuerpo técnico. Porque no estamos hablando de no ser capaz de saltar ese abismo antinatural que existe con los equipos de presupuesto exagerado para poder competir contra ellos. Estamos hablando de no chapotear en la más absoluta mediocridad. Una vieja conocida, que hacía más de una década que no veíamos. Estamos hablando de un equipo que transmite un vacío tan gélido, tan insoportable, tan poco colchonero que cuesta horrores sentirse identificado con lo que ocurre en el campo. Simeone es ahora mismo un entrenador perdido y agotado, que no parece querer levantar la vista de un discurso que no funciona y que no es verdad. Y no sé si es que no lo ve o que, por lo que sea, prefiere aparentar que no lo ve. Es decir, que sabe lo que pasa, pero que no quiere compartir su diagnóstico. Y me da miedo, porque creo que lo que ocurre es precisamente esto último. Eso significaría que existe un conflicto en la dirección del Club, algo que no puede terminar bien. Me temo que desde fuera estamos analizando un problema que no conocemos. Por eso no creo que la solución esté en cambiar la táctica, el lateral o insistir en hacer como que es verdad algo que es mentira. Porque este equipo, ahora mismo, es eso. Una gran mentira.
Los primeros veinte minutos de partido fueron ya un resumen perfecto del absoluto desastre que es el Atlético de Madrid esta temporada. Un equipo que no pareció salir mal al campo, con buena dinámica y tratando de hacer frente a su rival, pero que cinco minutos después estaba cerca de su área, con cara de susto y corriendo detrás del balón como pollos sin cabeza. ¿Por qué? Pues porque los tres primeros robos que hicieron los resolvieron con tres errores de principiante. O de equipo mal entrenado. Reinildo, Witsel y Nahuel, por lo que sea, regalaron rápidamente el balón a un rival que seguramente lo quería más.
Si por casualidad el Atleti tenía el esférico en campo contrario, lo que ocurría por pura casualidad o porque así lo quería el RCD Mallorca, el juego se ralentizaba y no pasaba absolutamente nada. La capacidad creativa de los rojiblancos se ha ido reduciendo con el paso de las semanas hasta llegar a la nada más dolorosa. Pero incluso cuando el único pase filtrado con algo de criterio llegó a los pies de Morata, el madrileño, cómo no, prefirió no tirar a puerta y buscar el pase. ¿Por qué? Pues porque el equipo tiene ese tipo de delanteros.
Y claro, ocurrió lo de siempre: primer acercamiento del rival, primer gol. Un gol que, como viene siendo habitual, es digno de Vídeos de Primera. Comienza con un balón vertical colgado al área. Algo normalmente sencillo de defender para cualquier central de primera división, pero no para los de este Atleti. Hasta tres futbolistas rojiblancos fueron a intentar despejar de cabeza el mismo balón. Y claro, lo hicieron mal. La pelota regresó al cuadro balear, que consiguió lanzar a puerta desde muy lejos. Oblak no logra blocar y el rechace, cómo no, es ignorado por los defensas colchoneros y recogido por Costa, a por el que fueron otros tres defensas del Atleti y ninguno llegó. Los tres no sólo entraron tarde, sino que dejaron solo a Muriqi, que recibió el balón sin oposición en el área pequeña para introducirlo en la red.
A todo esto, el Atleti no había tirado a puerta. Lo hizo por primera vez en el minuto 21, con un disparo de Morata que acabó en gol anulado ya que, como suele ocurrir, el delantero estaba en fuera de juego. Es decir, que seguía sin tirar a puerta. Todos los rechaces eran para los jugadores mallorquines. Todas las jugadas divididas acababan en el mismo sitio. El Atleti parecía once tipos recién llegados del veraneo, que no se conocían de antes y que les habían dicho que jugaran al fútbol contra un equipo profesional.
Lo más emocionante de la primera parte desde el lado colchonero fue quizá el cambio de Nahuel Molina antes de la primera media hora. Alguno dirá que el entrenador señalaba así al jugador. Yo creo que no. Este jugador se señala solo. Molina podrá llegar a ser un gran jugador, no lo dudo, pero ahora mismo no lo es. Desde que el balón comenzó a rodar allá por agosto, en ningún momento ha estado a la altura de lo que requiere este equipo.
La segunda parte no fue mucho mejor, así que les ahorraré minutos de lectura pesada. Nada más volver del vestuario, Witsel se encontró un balón botando dentro del área y el belga no fue capaz ni de dar a la pelota. Ahí tienen otra metáfora. El Mallorca se sentía cómodo, hasta el punto de que se podía tirar cinco minutos tocando el balón sin recibir una entrada. Muriqi era ya el mejor del partido.
El primer tiro a puerta real de los colchoneros llegó después de casi 60 minutos. Lo hizo Morata, tras un buen robo de Reinildo en la medular. A partir de ahí el Atleti empezó a existir y a jugar algo mejor. La posesión era lenta y faltaban ideas, pero al menos tenían el balón y no lo perdían. Un kit de herramientas que desgraciadamente no es suficiente para ganar un partido de primera división. Y menos todavía si tienes delanteros que viven de espaldas al gol. A falta de diez minutos, Morata remató de cabeza un pase de Griezmann desde la izquierda, que Rajkovic paró en línea de gol. Y lo mismo ocurrió cinco minutos después, con los mismos protagonistas y otro paradón todavía mejor del portero serbio. Nada. Imposible.
El Atleti, y aquí extrapolo fuera de la plantilla, huele a decadencia. Una decadencia feroz, porque se cae desde muy arriba, que parece acelerarse sin que nadie ponga freno. Una que anticipa un final doloroso y seguramente hostil. Sí, porque si se atiende a la tozudez de uno y a la gestión torticera, mentirosa y maquiavélica del otro, el panorama no puede ser menos alentador.
Cuesta imaginar un Atlético de Madrid peor que el que llevamos viendo en las últimas semanas. Es difícil pensar que se puede jugar con menos ideas, menos intensidad y menos fútbol que el que está mostrando este colectivo de futbolistas y cuerpo técnico. Porque no estamos hablando de no ser capaz de saltar ese...
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