EDITORIAL
Jaque al Reina
17/01/2023
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La virulencia y el calibre de los ataques que viene recibiendo Manuel Borja-Villel en los últimos meses, ante la eventualidad de que presente de nuevo su candidatura a la dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (y estaría en su derecho), mueven a pensar que lo que se halla en juego es algo más que la permanencia o no del mismo Borja-Villel en su cargo. Dado que estos agravios proceden en su mayor parte de la derecha mediática y su vecindario, y que siguen la pauta establecida por esa misma derecha mediática –consistente en difundir falsedades flagrantes desde la seguridad de que, por rotundos que sean los desmentidos, el daño queda hecho–, urge salir al paso con la mayor contundencia, pues se trata de un nuevo y muy significativo episodio de la agresiva guerra cultural que la derecha viene librando en los últimos tiempos, volcando en ella muchos más recursos, tesón y astucias que la izquierda (o lo que quede de ella). Episodio, además, que se juega en un campo, el de la institución museística, donde las posiciones respectivas no siempre quedan claras. No al menos cuando, como en este caso, de lo que se trata es de redefinir el campo mismo, dejando atrás modos de hacer, jerarquías y concepciones más o menos obsoletas a las que siguen aferrados no pocos de los más destacados representantes de la intelligentsia española.
La escueta nota informativa emitida por el MNCARS para desmentir y repudiar las graves e infundadas acusaciones hechas recientemente desde el diario ABC contra Borja-Villel mal puede aspirar a contrarrestar el impacto que dichas acusaciones, amparadas por un falaz y estentóreo editorial, hayan producido en una ciudadanía siempre proclive a conceder crédito a todo lo que suene a escándalo. Si se considera, encima, que esas acusaciones apuntan a un objetivo que viene siendo objeto de un sistemático bombardeo de informaciones falsas o tendenciosas por parte de casi todos los órganos de intoxicación de la derecha, cabe hacerse una idea del perjuicio que se trata de infligir a la reputación de una gestión acerca de cuyos méritos y alcances sirve de elocuente indicador el nerviosismo y la inquietud que provoca.
Es la caverna de siempre la que grazna contra la labor de Borja-Villel al frente del MNCARS
Cuando medios como el ABC y sus avatares impugnan una gestión internacionalmente aplaudida con el argumento de que trata de imponer “un discurso ideológico monolítico, siempre en socorro de las más radicales militancias de la izquierda iberoamericana”, no hay que ser muy perspicaz para sospechar acerca de la naturaleza de las acusaciones blandidas y de qué intereses persiguen. Es la caverna de siempre la que grazna contra la labor de Borja-Villel al frente del MNCARS, sin que ninguno de los escasos medios de tendencia progresista haya reaccionado apenas, o lo hayan hecho con reportajes supuestamente neutrales acerca de la polémica levantada. La novedad la aporta esta vez la connivencia de un espeso conglomerado de artistas, galeristas, mandarines, opinadores del arte, periodistas, jerarcas y ex jerarcas culturales que sienten mermados sus intereses y sus privilegios por el modelo transformador que Borja-Villel ha implantado en el MNCARS durante los últimos quince años. Se trata de un nuevo paradigma que, entre otras cosas, entraña una concepción ampliada de la práctica artística y de su relación con los diferentes públicos, una concepción asimismo ampliada de la institución museística y de su relación con lo público; una nueva narrativa de la historia del arte que socava las hegemonías establecidas, también una nueva cartografía de la producción artística y de sus circuitos de difusión; una nueva manera, además, de conectar arte de vanguardia y cultura popular, y de hacerlo en el marco de una nueva pedagogía social y de nuevas prácticas críticas.
Nada de todo esto connota un “discurso ideológico monolítico”, pero sí una resuelta vocación de cuestionar el statu quo y radicalizar la democracia.
Sorprende que ninguno de estos retos haya sido contestado, discutido o simplemente sacado a la palestra por quienes participan en el intento de linchamiento de Borja-Villel. Pero si se desciende al nivel de los hechos y los resultados, esa gestión tan obscenamente execrada arroja un saldo asombrosamente favorable, no sólo para el MNCARS sino también en lo que respecta a la proyección cultural de España, ese asunto que tanto preocupa a la derecha.
Puede que el modo más conveniente de contestar y neutralizar la ofensiva desatada consista en aprovechar la caja de resonancia creada por la presunta polémica para difundir en altavoz los logros del MNCARS durante los tres mandatos de Borja-Villel. Pues no a todos les consta que durante ese periodo, repleto de ambiciosas y muy celebradas exposiciones, se ha duplicado el número de visitantes del museo (4.425.699 en 2019, frente a los 1.818.202 del año 2008, fecha de su desembarco; 3.063.092 en 2022, todavía en la resaca de la pandemia); se ha ampliado notablemente el patrimonio del mismo, gracias no sólo a su política de adquisiciones sino también a importantes depósitos y donaciones; se ha consumado la incorporación al MNCARS del Archivo Lafuente, lo que lo convierte en una referencia internacional para la investigación en arte; se ha reorganizado en profundidad la colección permanente, presentada el año pasado conforme a criterios enormemente novedosos e inclusivos, mientras se multiplicaba y diversificaba la programación temporal; se ha conseguido situar al MNCARS en la élite de las instituciones de referencia del arte moderno y contemporáneo internacional; se han producido mejoras estructurales fundamentales para el desarrollo futuro de la institución, entre ellas la creación de la Fundación Museo Reina Sofía; se le ha procurado al museo un estatuto propio que le concede una autonomía similar a la del Museo del Prado; se han potenciado las relaciones con Iberoamérica, a efectos de hacer del MNCARS una plataforma de proyección y de intercambio del arte producido en el continente. Por otro lado, a través de la red Museo Situado, el MNCARS ha generado una activa red de colaboración de colectivos y asociaciones vecinales del barrio de Lavapiés, orientada a conectar la institución a su entorno inmediato, dando visibilidad a campañas, actividades, proyectos, convocatorias y producciones.
Como escribía no hace mucho Bernard Blistène, director honorario del Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Pompidou, “en un momento en que las cuestiones identitarias, ecológicas y poscoloniales se perfilan como las más esenciales de nuestro tiempo, Manuel Borja-Villel ha sabido repensar el lugar de la institución y redefinir el papel que le corresponde desempeñar. Ha acertado a concretar sus objetivos basándose tanto en la historia de su país como en los grandes debates sociales que los museos ya no pueden ignorar. Multiplicando exposiciones monográficas y temáticas de los más variados horizontes, ha hecho del MNCARS uno de los socios globales más exigentes y dinámicos de nuestro presente, hasta el punto de que hoy se cuenta, junto con la Tate Gallery de Londres, entre los tres museos europeos más reconocidos del mundo”.
Argumentos que sirven para entender el nerviosismo de la derecha cultural y explicarse por qué ha perdido los papeles –y la decencia– ante la sola posibilidad de que Borja-Villel continúe al frente del MNCARS. Que ella –la derecha cultural– sienta como un peligro esa continuidad, y sus logros como una derrota, debería bastar para que la izquierda se movilice en defensa del MNCARS y de quien hasta el próximo 19 de enero será su director. Con independencia de que opte de nuevo al cargo, habrá que velar muy atentamente para que, preservándose su legado, se persevere en la dirección trazada.
La virulencia y el calibre de los ataques que viene recibiendo Manuel Borja-Villel en los últimos meses, ante la eventualidad de que presente de nuevo su candidatura a la dirección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (y estaría en su derecho), mueven a pensar que lo que se halla en juego es algo más que...
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