Puertas de entrada
Thomas Bernhard: ‘El malogrado’
Los libros del austriaco están ocupados (y por momentos saturados) por un discurso, reiterativo y maniático, inconfundible, resuelto a ovillarse y devanarse, una y otra vez, sobre su propio centro
Gonzalo Torné 1/03/2023
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Parece como si cada generación dispusiera de un puñado de autores que sirviesen de “puerta de entrada” a la literatura en su conjunto. Escritores como Stevenson, Borges, Hesse o recientemente Bolaño han desempeñado este papel, que puede ser pasajero (cosas de la moda) o consolidarse y transformarse en un rol de más calado. Ahora mismo parece mentira que para muchos escritores de mi generación Thomas Bernhard fuese una de esas puertas de entrada. Y digo que “parece mentira” no solo porque haya decaído su fiebre (que recorrió como una infección las prosas de tantos novelistas españoles de más edad para desestabilizarlas sin remedio) sino porque las puertas de entrada nunca son neutras, ofrecen una perspectiva desde la que mirar el conjunto de la biblioteca universal (pocas cosas más tendenciosas que una perspectiva) y un criterio por el que interesarnos por unos libros y desentendernos de otros.
Y el caso es que la puerta de Bernhard no solo es con frecuencia sórdida, y a menudo desabrida, sino que destaca por un minucioso despojamiento de recursos literarios: ni descripciones ni psicología ni argumento ni diálogos ni relaciones amorosas ni política ni marco social. Los libros de Bernhard están ocupados (y por momentos saturados) por un discurso, reiterativo y maniático, inconfundible, resuelto a ovillarse y devanarse, una y otra vez, sobre su propio centro. Un examen de las manías, las paradojas, las obsesiones y las paranoias del pensar.
La palabra “inconfundible” es aquí clave porque en cierto sentido todos los libros de Bernhard se parecen, escritos como están bajo el mismo signo de estilo. De manera que sobrevuela este artículo la tentación de decir que da un poco igual por donde se entre a su mundo, y a otra cosa. Pero a poco que nos adentremos en sus novelas se aprecian sutiles diferencias que van volviéndose más y más significativas.
El mejor Bernhard se encuentra en sus primeras novelas, donde todavía no ha aprendido un par de atajos
Existe cierto consenso en que el Bernhard más accesible se encuentra en su pentalogía biográfica (Relatos autobiográficos). Con un estilo menos retorcido que en sus inicios, las cinco novelas se benefician de la inevitable tracción argumental que impone contar una vida. Pero, pese a la ventaja de la facilidad, no recomiendo empezar por aquí. Bernhard es uno de esos autores que tiende a mitificar su vida hasta contagiar al lector, relaciona su anecdotario personal con figuras de prestigio (Glenn Gould, Wittgenstein…) como si fueran los amigos de unos personajes que nos vemos obligados a identificar con él, mientras mezcla su biografía con pasajes de ficción que tienden a intensificar sus propios mitos: la enfermedad, la soledad, el talento, el frío, la depredación artística, Viena… Las cinco novelas biográficas se disfrutan más cuando ya estamos “ganados para la causa” y recorremos los espacios míticos de Bernhard como si fueran ya un poco nuestros.
El mejor Bernhard a mi juicio se encuentra en sus primeras novelas, donde todavía no ha aprendido a manejar el doble atajo de la mitificación de sus propias circunstancias vitales y el recurso de poner en la picota a Viena y su prestigio artístico e intelectual. Dos hábitos narrativos atractivos, que allanan las complicaciones de su prosa al tiempo que vuelven un tanto mecánicos y predecibles sus libros. Pero en las novelas escritas antes de que Berhnard aprendiese a sentarse de manera confortable en el butacón de sus costumbres se aprecia el esfuerzo por levantar un mundo de ficción, por perseguir un tema original, y uno sale de ellas con la sensación de haber leído un texto por momentos endiablado, pero disciplinado con coherencia por la voluntad artística de un escritor.
Trastorno es quizás las más accesible de sus primeras novelas. Contrasta el viaje de un médico rural y su hijo por un entorno empobrecido y sometido por la enfermedad física con el discurso (tan delirante como lúcido) de un aristócrata perdido entre las ruinas de su inteligencia. Corrección es quizá su obra maestra, o por lo menos la más extrema, una meditación sobre el vacío de la muerte que deja paso a la exploración de los laberintos del arte, su incomprensión y su manierismo, una prosa que termina al borde mismo de la ilegibilidad. Entiendo que no es la mejor invitación a leer una novela, pero les prometo que es toda una experiencia. Menos conocida que las dos anteriores, La calera, quizás sea la más fascinante. Bernhard de nuevo combina dos asuntos: la descomposición de un matrimonio con la esterilidad de la investigación especializada, para ofrecer salientes inesperados de ambos. La novela además coquetea con la golosina de una trama criminal cuyas expectativas de entretenimiento enseguida quedan abortadas.
Son novelas admirables, y quien no las haya leído no sabe de lo que Berhnard es capaz. Pero tampoco puede relegarse sin más el problema de su dificultad, por momentos algo más que disuasoria. Quizás una buena entrada no tan escorada a la mitificación como sus relatos autobiográficos y menos endemoniada que sus primeras novelas sea recurrir a sus últimas ficciones, que funcionan como arreglos de cámara de sus densas obras sinfónicas (me perdonarán la arbitraria pero inevitable, tratándose de Berhnard, comparación musical). El malogrado (donde Bernhard apura el tema recurrente de la vocación sin talento), Tala (el último ajuste de cuentas con Viena) o Maestros antiguos (un estudio sobre los éxitos y limitaciones del arte como consuelo) se presentan como ocasiones ideales. Pero como estos artículos van de tomar partido, El malogrado es mi apuesta.
Parece como si cada generación dispusiera de un puñado de autores que sirviesen de “puerta de entrada” a la literatura en su conjunto. Escritores como Stevenson, Borges, Hesse o recientemente Bolaño han desempeñado este papel, que puede ser pasajero (cosas de la moda) o consolidarse y transformarse en un rol de...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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