Cambio climático
Apostarlo todo al 1,5 ºC
El último informe sobre el clima del IPCC constata que si las emisiones no se reducen a la mitad en 2030, la realidad de todos los seres vivos que habitan el planeta será mucho más difícil
Javier Andaluz Prieto 27/03/2023
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La noticia climática de este mes es la publicación del sexto informe de revisión de la situación climática del IPCC, el panel intergubernamental de científicos que estudian la crisis climática. Este es el resumen del último informe que recibiremos hasta 2030 y, ¡oh, sorpresa!, las cosas no pintan nada bien. El informe certifica que nuestro mundo ya está experimentando efectos catastróficos del cambio climático, como sequías prolongadas, lluvias torrenciales y otros fenómenos extremos. Efectos con importantes consecuencias sociales: el informe reconoce que este calentamiento global ha provocado ya muertes, desplazamientos, y la pérdida de cosechas y de pesquerías y, con ello, ha agravado la hambruna en regiones como el cuerno de África.
En 2022, tras una ola de calor y de sequía extrema en una gran parte del continente asiático, Pakistán sufrió unas lluvias torrenciales entre las peores registradas, que ocasionaron al menos 1.700 muertos, 33 millones de personas afectadas y casi ocho millones de desplazamientos. La vulnerabilidad climática se ceba especialmente con aquellos países del Sur global históricamente empobrecidos: los fenómenos meteorológicos extremos entre 2010 y 2020 han demostrado ser hasta 15 veces más devastadores en estos países. Estos fenómenos también cristalizan en nuestro territorio donde ya en marzo estamos viendo grandes incendios forestales y alertas de sequía. La sucesión de años muy secos y el descenso en la cantidad de lluvias hace prever que, si no mejoran las cosas, este verano será de los peores registrados en cuanto a sequía.
Vistos estos efectos, deberíamos ser conscientes de lo dramático que sería sobrepasar el intervalo de seguridad establecido en 1,5ºC para el aumento de las temperaturas. Para ello, tenemos que hablar de tres grandes conclusiones del informe.
Si no actuamos de forma contundente, este será el último informe que considere viable limitar el incremento de la temperatura global a 1,5 ºC
Primero, no podemos renunciar al grado y medio. Recordemos que el objetivo siempre ha sido limitar la subida de la temperatura a un máximo de 1,5ºC con respecto a niveles preindustriales a finales de siglo. El tiempo se agota y, si no actuamos de forma más contundente en los próximos años, este será el último informe que considere viable limitar el incremento de la temperatura global a 1,5 º C. El IPCC y las Naciones Unidas llevan años siendo muy críticos con la insuficiencia de los objetivos de los países, y han dejado claro que, de no reducir a la mitad las emisiones en 2030, la realidad de todos los seres vivos que habitan el planeta será muy difícil. Esta vez incluye entre sus conclusiones un gráfico que visibiliza la justicia intergeneracional, y muestra lo mucho que importan las décimas de grado de calentamiento adicional. Una imagen que no solo constata que ya estamos en un clima muy distinto al que vivieron nuestros padres y abuelos, sino que muestra cómo la inacción climática de hoy es la causa de los daños y pérdidas que ya estamos sufriendo y que se aceleran.
No es posible renunciar a cumplir con el objetivo de 1,5ºC. Se hace necesario entender que este horizonte no es más que una modelización que correlaciona el volumen de gases de efecto invernadero emitidos con el calentamiento global esperable en función de esas concentraciones en la atmósfera. Nos da un presupuesto de carbono o, dicho de otra forma, nos dice la cantidad que podemos emitir antes de tener la certeza de que el clima se calentará más de 1,5ºC. La importancia fundamental del informe radica en que nos permite evaluar cuáles deben ser los compromisos de los países y si los están cumpliendo. No podemos ser cómplices y facilitar a los gobiernos una narrativa que dé por imposible cumplir el objetivo de 1,5 ºC. Una narrativa que no usarán para ser más ambiciosos, sino para maquillar su negligencia histórica y rebajar sus ya insuficientes compromisos. Haciendo un símil académico, renunciar a este horizonte sería como rebajar la nota para superar un examen de un cinco a un tres, para aprobar a un alumno que no ha estudiado lo suficiente, una decisión a todas luces ilógica.
Segundo, es hora de priorizar las acciones transformadoras y urgentes que necesitamos. Actuar inmediatamente importa y mucho, así como tratar la realidad con el rigor que exige la emergencia climática. No podemos perdernos en la búsqueda de soluciones sin impacto ambiental; las panaceas y la constante crítica a las respuestas que necesitamos solo abonan el terreno a la desesperanza, la inacción y el ecofascismo. El informe reconoce que las políticas climáticas han aumentado notablemente desde la anterior revisión, y han conseguido frenar el ritmo de incremento de las emisiones, pero reitera que sigue existiendo una enorme brecha entre los compromisos gubernamentales y su implementación en relación con las reducciones necesarias marcadas por la ciencia. Estas demandas deben plasmarse en la revisión que se está realizando de los Planes Nacionales de Clima y Energía, que, para que resulten acordes con el criterio científico, tienen que lograr una reducción de las emisiones superior al 7,6% anual hasta alcanzar la eliminación del 95% de las mismas en el año 2040.
Gráfico 6 del informe del IPCC. Tenemos una ventana de oportunidad que se estrecha rápidamente para asegurar un futuro habitable y sostenible para todos. No es posible volver atrás.
Actuar implica que este 2023 debe señalar la fecha del final de los combustibles fósiles; ampliando y definiendo el compromiso establecido en Glasgow. Un año que no puede pasar sin exigir, además, un Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles que evite la continua expansión de las redes gasistas y petroleras. Las conclusiones de este informe deberían impulsar a los actores ecologistas y sociales a no ceder el espacio que tan lentamente se ha ganado, pues abandonarlos es precisamente la victoria que necesitan los responsables de la crisis climática para presentarse como los salvadores. La labor del activismo ecologista viene siendo respaldada por la comunidad científica internacional, a la vez que se repite hasta el agotamiento la necesidad de poner la ciencia en el centro de la imprescindible transformación energética global. Prueba de ello es que este último informe recoge, como ningún otro, que afrontar la emergencia climática va mucho más allá de sustituir una tecnología por otra, y afirma con claridad que “ampliar la acción climática puede generar cambios disruptivos en la estructura económica con consecuencias distributivas y la necesidad de reconciliar intereses, valores y visiones del mundo divergentes, dentro y entre países”.
Para la ciencia es obvia la necesidad de dirigir los esfuerzos hacia la reducción del consumo energético neto planetario
Para la ciencia es obvia la necesidad de dirigir los esfuerzos hacia la reducción del consumo energético neto planetario. Cualquier horizonte compatible con el límite de 1,5 ºC implica una reducción que deberá ser al menos de un tercio de la energía global que hoy estamos utilizando. Pero el camino no es igual en todo el planeta: una de las palabras más recogidas en esta publicación es el concepto de equidad, que va mucho más allá de la conocida justicia climática, aquella que establece que los países más responsables de la emergencia climática sean quienes más deben hacer.
Lo cierto es que el informe establece con claridad que las “acciones de adaptación y mitigación, […] que priorizan la equidad, la justicia climática, los enfoques basados en derechos, la justicia social y la inclusión, conducen a resultados más sostenibles, reducen las compensaciones, apoyan el cambio transformador y promueven el desarrollo resiliente al clima”. Resulta, por tanto, peligroso el paternalismo del Norte Global, que desde su tribuna aconseja cómo debe ser el desarrollo sostenible mientras no frena o es cómplice de los proyectos neocoloniales de explotación de los recursos de otros países. Estos mismos Estados llevan años escabulléndose para no financiar la puesta en marcha de medidas frente a la emergencia climática de los países y las personas más vulnerables. Porque, como puede leerse en las conclusiones: “El financiamiento insuficiente y la falta de marcos políticos e incentivos para el financiamiento son causas clave de las brechas en la implementación tanto para la mitigación como para la adaptación”.
Las soluciones ya están disponibles y su implementación tendrá múltiples beneficios
Tercero, los repetidos mensajes sobre los costes de la lucha climática son una trampa discursiva que sólo apuntala la inacción. La mejor de las noticias es que las soluciones ya están disponibles, y no solo eso, sino que su implementación tendrá múltiples beneficios en la calidad de vida y en la lucha contra las desigualdades. La ciencia está siendo muy clara al decir que “la mitigación y la adaptación, cuando se implementan juntas y se combinan con objetivos de desarrollo sostenible más amplios, generarían múltiples beneficios para el bienestar humano, así como para la salud del ecosistema y del planeta”.
Hoy sabemos que las energías renovables son más baratas, pero también muchísimo menos impactantes que los combustibles fósiles a los que sustituyen. También sabemos que una alimentación a base de productos saludables y de proximidad, unas ciudades con menos coches y más zonas verdes o edificios mejor aislados térmicamente, no solo son respuestas que nos permiten reducir las emisiones y adaptarnos a las consecuencias del cambio climático. Sabemos que, si estas soluciones son implementadas atendiendo a los países y las personas más vulnerables en primer lugar, permitirán reducir las desigualdades y avanzar hacia la garantía de una vida digna para todas las personas del planeta. Así, los esfuerzos deben empezar a dirigirse prioritariamente a todos estos sectores. Propuestas como las comunidades energéticas y el autoconsumo solar, o apostar por una rehabilitación masiva de las viviendas en los barrios más vulnerables, conseguirían de una forma rápida reducir las emisiones y el impacto de la pobreza, incluida la energética.
Todavía queda un largo camino para impulsar el mundo que queremos, pero no podemos seguir atascados en grandes declaraciones y cuestiones de carácter filosófico que son incapaces de dar una respuesta inmediata a la emergencia climática. Si finalmente fracasamos y este es el último informe que recoge la posibilidad de mantener el incremento de la temperatura global en 1,5 ºC, será culpa de todas: de los grandes intereses comerciales y políticos que se niegan a perder sus privilegios y de aquellos que siguen alimentando la maquinaria del hiperconsumismo, pero también de los que, cargados de pruebas científicas y de razón, fracasaron en seducir y convencer al mundo. En una guerra contra la vida provocada por los combustibles fósiles, la neutralidad significa complicidad. En un mundo cada vez más amenazado y desigual no cabe seguir predicando, solo cabe la acción desde la empatía, la complicidad y el entendimiento para revertir colectivamente siglos de reproducción de un sistema depredador de la vida.
La conclusión de este informe no puede ser otra: antes de que se agote el tiempo, es necesario que se acaben las excusas, los falsos discursos y las falsas soluciones. Si la ciencia nos da la razón, pongámonos a trabajar como nunca antes lo hemos hecho. Está en nuestras manos seguir manteniendo vivo el objetivo de 1,5ºC, nos lo estamos jugando todo.
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Javier Andaluz Prieto es coordinador de Clima y Energía de Ecologistas en Acción.
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