alucinógenos
¿Ayahuasca o MDMA como terapia?
Las drogas psicodélicas protagonizan programas de investigación que buscan su aplicación en el tratamiento de trastornos mentales
Leyre Flamarique 30/03/2023
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La investigación sobre el uso de alucinógenos como tratamiento psiquiátrico está de moda. Muy de moda. Y no es cuestión de un reducido grupo de nostálgicos de los psicodélicos años 60. Entidades como el Imperial College de Londres, en Reino Unido, cuentan con sus propios programas científicos sobre el tema. Los resultados de las numerosas publicaciones y ensayos clínicos revelan que el MDMA, la ayahuasca o las setas alucinógenas podrían ser considerados herramientas terapéuticas.
“Una de sus ventajas es la innovación. Ofrecen una nueva forma de tratar la depresión y el trastorno de estrés postraumático, así como otros trastornos mentales que no han respondido a la terapia tradicional”, explica por correo electrónico David Nutt, director del Centro para la Investigación en Psicodélicos de la institución londinense.
Los alucinógenos son sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central alterando el estado de la conciencia, la percepción, las emociones o el ánimo. Como resultado, emergen experiencias muy vívidas y aparentemente reales, similares a los sueños. La esencia para el poder terapéutico que muestran las investigaciones actuales, y algo con lo que los fármacos psiquiátricos al uso no pueden competir, parece ser, precisamente, esta vivencia conocida como viaje.
“Los psicodélicos modulan la dinámica del cerebro ayudando en el procesamiento de memorias emocionales como las traumáticas. También ayudan a uno mismo a distanciarse de los propios pensamientos y emociones, dando lugar a una autoaceptación mayor”, afirma Elisabet Domínguez, investigadora y miembro de la Sociedad Española de Medicina Psicodélica.
Los fines sanatorios y espirituales de los también denominados enteógenos han sido aprovechados por numerosas culturas desde los albores de la humanidad. En las poblaciones indígenas de la Amazonía, los chamanes elaboran una bebida basada en una liana y un arbusto endémicos para guiar y protagonizar rituales: la ayahuasca.
Domínguez ha centrado parte de su investigación en el brebaje. Entre los resultados, emergen sus efectos en “la atención plena de las personas y, sobre todo, en la aceptación y la autocompasión”. La ayahuasca también disminuye la disregulación emocional, “un síntoma muy transversal a varios trastornos, caracterizado por la hiperreactividad e hipersensibilidad emocional”.
La experiencia psicodélica es tanto su fuerte como su componente a vigilar para el uso terapéutico de los alucinógenos. Según narra Robin Carhart-Harris, fundador del Centro para la Investigación en Psicodélicos, en The Guardian, “no son drogas de recompensa, drogas que te hacen sentir bien, sino de confrontación”. Las vivencias pueden escalar a una gran intensidad, con sensaciones desagradables tanto emocionales como físicas –son famosas las náuseas y vómitos iniciales de los usuarios de ayahuasca–. Un “mal viaje” puede resultar aterrador, especialmente teniendo en cuenta que el efecto es capaz de alcanzar las 12 horas, como ocurre con el LSD.
Se trata de sustancias con la capacidad de desencadenar ataques de pánico, brotes psicóticos o disociaciones serias de la realidad
“No son para cualquiera”, sentencia Domínguez. A la mayor apertura mental que requiere una terapia novel y basada en drogas ilegales, se suman las contraindicaciones de estos químicos en un plano más clínico. Se trata de sustancias con la capacidad de desencadenar ataques de pánico, brotes psicóticos o disociaciones serias de la realidad, por lo que no estarían indicadas para aquellos con estos problemas de base. Tales efectos indeseados son, sin embargo, muy escasos.
Otro riesgo importante de estas drogas es que interactúan con ciertos fármacos, como los antidepresivos, provocando una intoxicación potencialmente mortal conocida como síndrome serotoninérgico. Los alucinógenos producen su buscado efecto porque interactúan con la red de neuronas que usan la serotonina para comunicarse, entre otras, aumentando la disponibilidad del neurotransmisor. Esta sustancia cerebral es la misma que suelen potenciar los antidepresivos. Y es la misma que interviene en controlar el funcionamiento de funciones vitales como la temperatura o el ritmo cardiaco. La sobreproducción de serotonina llevaría al fallo de dichas funciones.
Los enteógenos deberían ser usados “en un entorno seguro, con alguien experto que guíe la experiencia”, dice Domínguez. Para ella, no valdría cualquier persona que ofrezca una experiencia tipo retiro, puesto que realmente no conoce el estado de salud físico y mental de quien tiene delante. Ni tampoco si la persona realmente está lista para la experiencia.
La preparación del sujeto supone una parte fundamental en los ensayos llevados a cabo. Antes de la toma de la sustancia, hacen falta una serie de sesiones previas para conocer miedos o expectativas, así como la toma de fármacos, legales o ilegales, o sus posibles problemas de salud. Es asimismo clave saber si se trata de una decisión informada y explicar lo que puede ocurrir durante los efectos del alucinógeno. “A veces, las personas esperan una experiencia agradable y no siempre es así o incluso pueden no tener experiencia alguna”, apunta la investigadora. En última instancia se busca que el usuario afronte la situación con una actitud calmada y sintiéndose cómodo.
Es probable que la vivencia psicodélica no se asemeje a nada de lo que haya experimentado previamente la persona. En los ensayos llevados a cabo en el Imperial College con psilocibina –setas alucinógenas–, en personas con depresión, algunos usuarios han llegado a afirmar que después de la sesión se sienten como si fueran una nueva persona y más capaces de afrontar la vida. Pueden encontrarse también particularmente sensibles, con una cierta desestabilización emocional. Para integrar la experiencia en la vida del usuario, se torna necesario todo un trabajo posterior a la toma de la droga.
Precisamente la forma de administración de esta terapia, abrigada con todas estas sesiones y consideraciones en torno a la toma del químico, participa en una de las ventajas fundamentales de los alucinógenos respecto al uso actual de muchos psicofármacos: evita la administración crónica. El consumo de estos medicamentos no ha parado de crecer de forma global en los últimos años, siendo España un país que encabeza las listas de uso de este tipo de sustancias a nivel europeo y mundial.
En ocasiones, el motivo reside en la insuficiente atención terapéutica –mientras que estamos a la cabeza en cuanto a fármacos, nos situamos a la cola en psicólogos– que se compensa aliviando a las personas con pastillas. Otras veces, porque las medicinas empleadas actualmente no dan más de sí, tal vez porque el paradigma en el que nada la psiquiatría actual tampoco.
Los psicodélicos han mostrado éxito con un número mínimo de dosis
Los psicodélicos han mostrado éxito con un número mínimo de dosis. En los ensayos con psilocibina del Imperial College, la aproximación terapéutica generalmente implica solo una o dos sesiones con el principio activo del hongo. Los resultados de uno de los ensayos clínicos más avanzados, publicado en Nature Medicine y en el que emplearon MDMA para tratar a personas con trastorno de estrés postraumático, lograban mejoras en los síntomas con tan solo tres tomas de la droga. El 67% de los participantes ya no cumplían con los criterios para un diagnóstico del trastorno varios meses después. De esta forma, la pauta de uso se desplaza de un tratamiento incluso de por vida en muchas ocasiones, con las consecuencias para la salud y económicas que ello acarrea, a algo más puntual enfocado en los síntomas y con un gran papel de la psicoterapia.
La interacción con el sistema serotoninérgico de las místicas drogas propicia la apertura a integrar los eventos traumáticos y el reprocesamiento de la experiencia. Traducido a términos cerebrales, estas favorecen que el sistema nervioso se reorganice, lo que se conoce como plasticidad neuronal. Así, los psicodélicos no solo no resultan especialmente dañinos para el cerebro, sino más bien al contrario, pues pueden promover la generación de nuevas neuronas y conexiones entre ellas.
Tampoco son especialmente destacables los efectos secundarios o no deseados en personas aptas para su uso. El riesgo de tener una experiencia aterradora, en un entorno controlado, no es alto. Elisabet Domínguez cuenta que, especialmente al inicio de la sesión, puede aparecer cierta inquietud o ansiedad siendo lo esperable que vaya remitiendo y deje paso a sensaciones más agradables. Vivir disociaciones graves de la realidad o brotes psicóticos representa también la excepción más que la norma.
La interacción con el sistema serotoninérgico de las drogas propicia la apertura a integrar los eventos traumáticos y el reprocesamiento de la experiencia
Puesto que se trata de drogas, un miedo obvio de cara a su empleo reside en la posible adicción. Más allá de que este uso tan controlado ejerce de muro de contención para ello, no solo no presentan, en general, este riesgo como sustancia química, sino que se ha demostrado en varios estudios la capacidad y efectos beneficiosos para tratar la adicción a otras drogas. Los ansiolíticos, por ejemplo, serían químicos más peligrosos en este sentido.
La categoría de drogas ilegales sí conlleva un posible desafío para las revolucionarias terapias alucinógenas: su autorización. Los dos expertos entrevistados han destacado el escollo que puede suponer conseguir el visto bueno de las agencias reguladoras pertinentes.
Aún con todo, el camino ya se ha empezado a andar y el futuro parece optimista. En Europa, está aprobada la estekamina, de la misma familia que la droga ketamina, para el tratamiento de “depresión grave en adultos resistente al tratamiento”, según el informe de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés). Por su parte, el gobierno estadounidense ha anticipado que la agencia reguladora del país, la FDA, podría aprobar el MDMA y la psilocibina en el próximo año para el trastorno de estrés postraumático y la depresión, respectivamente.
La investigación sobre el uso de alucinógenos como tratamiento psiquiátrico está de moda. Muy de moda. Y no es cuestión de un reducido grupo de nostálgicos de los psicodélicos años 60. Entidades como el Imperial College de Londres,...
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