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PROCESANDO EL YUYU

“Matadla”

La brutalidad de la Comisión en Francia puede ser perturbadora en España porque, agárrense, la izquierda española es poco más que las políticas de la Comisión

Guillem Martínez 18/03/2023

<p>Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa en La Moncloa del pasado 5 de marzo de 2022.</p>

Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa en La Moncloa del pasado 5 de marzo de 2022.

Borja Puig (La Moncloa)

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1- La reforma de las pensiones en Francia explica el carácter no definitivo, endeble, poco agresiva incluso, de la reciente reforma española de las pensiones. Ya veremos, pero la sensación es que esta reforma es sumamente transitoria, y que hubo tratados con la Nación Sioux más estables y duraderos que esta reforma española, no excesivamente gore –lo gore en ella ya ocurrió, fue paulatino hasta desbocarse; se inició con la reforma de 1985, y progresó muy adecuadamente con el pack de reformas de 2011-13– y, por ello, sensible de asumir más intensidad gore. Hay aún espacio entre el sistema español y la brutalidad del alemán, reformado en su día por Schröder/el SPD, o el francés, tan en boca de todo el mundo en estos entrañables días. Francia apunta, en ese sentido, maneras, perspectivas. El horizonte. A partir de este par de tendencias: retraso perceptible en la edad de jubilación, y periodo de cotización descomunal, que pasa a serlo más, de 42 a 43 años. Es necesaria, vamos, una vida laboral completa, sin malos rollos y apañada, para cobrar una pensión completa, con malos rollos y no tan apañada. Si se fijan –hola, España–, se están recortando las pensiones no con tijeras, esa cosa tan espectacular y rechazable, sino a través de ir aumentando los años de cotización, y de ir estilizando el periodo de cálculo, lo que dibuja biografías estresadas, castigadas y, en cierta manera, controladas, vigiladas. La pensión ha dejado de ser un derecho para pasar a ser un premio. Un premio débil, de consolación, al comportamiento, en el caso de los asalariados y autónomos –los autónomos: son los grandes perdedores, de forma dramática, en las reformas españolas; esa derrota les está orientado, por cierto, hacia la extrema derecha–. Y un premio alto, en el caso de personas con acceso al botín, ese premio especial al que se accede vía política, como se apunta en el punto 2.

2- Las pensiones están cambiando de sentido y función. Son una experiencia diferente a la vivida en los años 60 y 70, cuando eran concebidas no como premio o caridad, sino como un derecho, como una compensación al trabajo vivido. Con la caída del muro –esa cosa que cayó sobre nosotros, que tanto odiamos el muro– ya no eran necesarias esas pensiones. Quedaron amortizadas en la última década del muro, en los 80, momento en el que la Guerra Fría empezó a decantarse, y las pensiones a recortarse. Las pensiones son hoy cantidades incompletas, insuficientes. Hasta tal punto que la pensión completita y excesiva se ha reconvertido en, lo dicho, un premio, una suerte de premio gordo, descomunal, sensible de ser utilizado, por eso mismo, como reclamo y pago en la corrupción política, esa tienda en la que solo se ofrecen delikatessen difíciles de encontrar en las tiendas a las que vamos todos. Las pensiones o/y complementos a la jubilación paralegales, desproporcionadas, políticamente fraudulentas, detectadas en parlamentos –el catalán, lo que no sorprende a nadie, pero también el europeo, lo que abre notoriamente y de manera incalculable el abanico– explican que una pensión autosuficiente es un objeto del deseo, que hace ya mucho tiempo que no se encuentra en la realidad, por lo que, para dar con una, hay que forzar la realidad. Que esto suceda en parlamentos indica que los parlamentos son instituciones más transparentes que otras. Lo que hace suponer que el pitote de las pensiones puede ser igual, o aún más radical, en otras instituciones, no electas. Casi todo lo importante ocurre, desde hace un tiempo, en instituciones no electas, si se fijan. Es la época. Una época en la que la democracia ya no es un corpus estricto. Ya no es 24 sur 24

Casi todo lo importante ocurre, desde hace un tiempo, en instituciones no electas, si se fijan

3-  Es importante saber, en todo caso, que la reforma francesa, aprobada por los pelos en el Sénat, no se podrá votar en l’Assemblée, donde era dudosa su aprobación. Ante ese posible fracaso Macron se marcó un arbitraje F.C. Barcelona, y optó por el artículo 49.3, la porción de mal rollo presente en toda constitución planetaria, que permite, en este caso, aprobar una ley sin posterior voto en el parlamento. Así como suena. Lo que supone, con todas las letras, la solemne apertura de una crisis democrática. Y social. Y, tal vez, una crisis económica –por bocas; Macron aludió, para aprobar la reforma de esa manera, a “un riesgo financiero demasiado grande”; esto es, a la vez que lo describía lo convocaba–. El partido queda abierto, en todo caso. Lo que es una mala noticia cuando se quiso cerrar, directamente, y sin pasar por la casilla de salida, vía 49.3. En esta ocasión no son griegos, a los que ya se les ha saqueado todo, manifestándose por sus pensiones, sino la segunda economía UE manifestándose por sus pensiones. Lo que es un matiz importante. Es una segunda economía muy enojada, por otra parte. Un 80% de la sociedad está en contra de la maniobra de Macron. La respuesta social y sindical francesa, en todo caso, era diferente a la española hasta el macronazo. Ahora será, incluso, diferente a la francesa. Mucho más visceral y tremenda. Y espontánea, que es el peor tipo de protesta para un Gobierno. La espontaneidad solidificada es la protesta más profunda, la que puede dejar más huella, porque ya no es una protesta, sino una cosmovisión. Francia, el punto del planeta en el que nacieron las palabras huelga-general, domina aún esa disciplina, por cierto. En Francia, además, hay una nueva extrema derecha con ganas de divertirse. Una derecha protestona, en la calle, se gusta mucho a sí misma. Y puede hacerlo, pues las nuevas extremas derechas –Trump, Meloni, los brexiters, Le Pen, Vox & The Tamamettes, Borràs…– son revolucionarias, de cintura para arriba, en la traquea, más concretamente. Macron aún no es eso. No es ese desparpajo. Macron, los macronismos, es la casilla anterior a la llegada de la extrema derecha al poder. Son tendencias presentes en toda Europa. Sánchez tiene días enteros macronistas. Este final de legislatura, por lo que se vio la semana pasada, corre el riesgo de ser eso. En Francia también hay una nueva izquierda, segunda fuerza en el parlamento, que se acerca frecuentemente al populismo. Esta nueva crisis puede orientar sobre si es una izquierda con aportaciones novedosas respecto a la española, o si es un populismo ya transitadoZzzzzz en España, sustentado en el lenguaje y en la guerra cultural, esas cosas que hacen mejor y más barato las extremas derechas. 

4- En todo caso, son malas noticias para la Comisión, me temo. En un momento en el que los bancos centrales –aka los Estados– vuelven a meter, a fondo perdido, dinero a la banca, no son edificantes sucesos como los de Francia, que explican más de lo que deberían. Explican que hay dinero, à gogó, para bancos. Ese ha sido, por cierto, el mensaje del BCE, que desestima la intervención bancaria, pero que anuncia a navegantes, para evitar “un riesgo financiero demasiado grande”, que estaría dispuesto a hacerla, si llegara el caso. Puede no llegar el caso, a pesar incluso de la descripción que ha hecho Financial Times de la gestión de los últimos años en Credit Suisse. Surreal, delirante, caótica, si bien asumible, siempre que se trate de un banco sistémico. Sistémico es el palabro, el trade-mark triunfador en esta crisis bancaria. Un banco sistémico –Credit Suisse; más para aquí abajo, el Santander, el BBVA– es un banco innegociable, que ha dejado de ser banco para pasar a ser paisaje. Son el Soldado Ryan. O, mejor, el General Ryan. Da igual las bajas que supongan su rescate. Estamos en una época en la que un banco, que no es Estado, puede ser sistémico para el Estado, pero no el sistema de pensiones de un Estado. Es más, como dice Macron, si un Estado no rebaja su tanto por ciento de porción del PIB empleado en pensiones, comunica al mundo “un riesgo financiero demasiado grande”, consistente en no disponer de esa pasta para las nuevas funciones del Estado. Que son financieras. De pago de su propia deuda, y de rescate o de subvención a empresas y mercados. De garantía de beneficios. Se dice rápido, snif. 

Las nuevas funciones del Estado son financieras. De pago de su propia deuda, y de rescate o de subvención a empresas

5- A su vez, lo sucedido en Francia es una buena noticia para la reforma de las pensiones en España y en Italia. En España, aunque sea por tan solo unos días, la reforma no queda salpicada, ni contagiada, por su objeto más cercano, el realismo francés. La reforma española, gracias a eso, y a la sobreactuación de CCOO y UGT, que ponderan la reforma española más allá del deber, incluso de la realidad –no se pierdan el punto 9–, recibe un tratamiento y una percepción dulce. A Italia, a su vez, le puede venir bien el asunto francés porque es posible que la Comisión rebaje, visto lo visto, presión para la reforma de pensiones italiana, tras la francesa, la más temida por la Comisión. A los profesionales italianos –no confundir nunca con los políticos italianos; conforman una suerte de Deep State chachi; son los que mantienen más o menos un Estado, a pesar de la mala calidad de sus políticos–, les puede bastar eso para marcar una de sus famosísimas y legendarias pirulas italianas a la Comisión. 

6- La brutalidad de la reforma francesa, exigida por la Comisión, para quien otra cosa sería un “riesgo financiero demasiado grande”, aporta, no obstante, un objeto extraño, perturbador, en la política española. Ese objeto es tan raro que se merece un punto. De hecho, para llegar a ese punto me he puesto a escribir, hace 6 puntos. Ahí va:

7- La brutalidad de la Comisión en Francia puede ser perturbadora en España porque, agárrense, la izquierda española es poco más que las políticas de la Comisión, ese objeto en absoluto de izquierdas o, incluso, progresista.

8- Parece una tontería, pero el punto 7 es fundamental en la política española. Resume sus éxitos, sus fracasos y, más y mejor, su absurdo. Es, en cierta manera, lo que convierte la política local en lo que es: un viaje a ninguna parte, crispación y lucha a muerte entre dos polos, de naturaleza, en el mejor de los casos moderada.

Las derechas tienen comportamientos que exceden la cultura liberal. Su margen de libertad es muy amplio

9- PSOE es el partido de la Comisión, da igual cuando leas esto. Es así desde su refundación, en 1974, y en pleno centro del PSOE. Sus políticas no sobrepasan jamás a las de la Comisión. Lo sorprendente –para un marciano, quiero decir– es que la vuelta del PSOE al Gobierno –de coalición, en este caso–, tras el periodo iniciado en 2011, y cerrado a partir de 2015, en el que se formuló la crisis democrática europea, y la crisis de Régimen española, no le ha cambiado ni un milímetro. La agenda progresista de Sánchez no es otra que la de la Comisión. Esto es, no es necesariamente progresista. La Comisión confirma la agenda y el límite de lo posible, en todo caso. La reforma laboral solo llegó a lo que exigía la Comisión. Cuando las negociaciones iban a superar ese límite, Sánchez saboteó las negociaciones. Zas. La ley de vivienda, aplazada durante toda la legislatura, parece que se está encarando, con criterios que –ya veremos– satisfarán antes las reclamaciones de la Comisión que los itinerarios políticos españoles, nada radicales y presentes en otras legislaciones europeas. La reforma de las pensiones no ha tenido como límite lo no deseable o lo no justo, sino la Comisión. La ley mordaza –declarada constitucional por el TC, lo que habla más del TC que de esa ley– no ha sido cuestionada por la Comisión. Por lo que esa ley iliberal –imitada por Macron hasta que vio que no la aprobaría; los macronismos, como ven, no tienen muchos problemas con accesos puntuales a lo iliberal– no ha sido una prioridad en Moncloa. La ley del sí es sí, un producto absolutamente local –muchísimo, vamos–, no de la Comisión, ha sido, tal vez por eso mismo, un lío no solicitado y un lío escenográfico. En términos generales, resumiendo, lo señalado por la Comisión suele cumplirse, mientras que lo no señalado por la Comisión tiende a aplazarse, o a negarse. Con dos excepciones. Excepción a), los ERTEs. Que propiamente no fueron una medida de Moncloa/PSOE, sino de Trabajo Sumar/exUP. Y sí, los admitió y universalizó en breve la Comisión, y fueron una constante en la UE. Pero la propuesta, diseñada por Trabajo en febrero de 2020 –un mes antes del pitote de marzo–, e inicialmente recibida por Moncloa con la desconfianza hacia los objetos no-Comisión, nació sin Comisión que la ladrara. Excepción b), la Excepción Ibérica, un producto netamente PSOE, que garantiza los beneficios altos para las energéticas, no sea que venga “un riesgo financiero demasiado grande”, pero que supone una rebaja palpable en los recibos. El hecho de que la Comisión no haya aceptado para la UE esa fórmula de enriquecimiento asegurado para las energéticas explica la Comisión, esa joya, antes que el PSOE, esa otra joya. 

10- Sería dramático que las izquierdas de un Estado tuvieran su límite intelectual en la Comisión. Si no fuera, claro, porque eso conlleva otro hecho aún más dramático. El límite de las derechas locales. Que no es la Comisión. Lo que dibuja unas derechas locales a) sin límite, y b) intrínsecamente antieuropeas. 

Es cuestión de tiempo que las izquierdas entren en contradicción, pues la Comisión es un itinerario muy corto para el progresismo

11- Las derechas españolas –dos partidos y medio– tienen comportamientos que exceden la cultura liberal. Su margen de libertad es muy amplio, y está asegurado por la hegemonía en medios de comunicación, y por la aplicación de las cuatro reglas –sencillas; que aún haya partidos de izquierdas que se planteen que hacer eso es un ejercicio complicado y meritorio, enternece– que dibujan y marcan la polarización social, ese corsé a las ideas y a los comportamientos, y que modula la vida cotidiana en zonas en las que no hay refugio ante esa apisonadora. Esas derechas solo tienen un problema. Europa. Esto es, otra idea del constitucionalismo, otra idea del conservadurismo, otra idea de liberalismo, otra idea de la Justicia, otra idea de la información. Incluso otra idea de la corrupción. Incluso otra idea del ridículo.

12- Es cuestión de tiempo que esas derechas pasen a ser explícitamente antieuropeas, como ya lo son cuando se enfrentan a las políticas gubernamentales. Que, en sus grandes tramos, solo son políticas de la Comisión.

13- Es cuestión de tiempo –quizás, de menos tiempo– que las izquierdas españolas –dos partidos y medio– entren en confrontación, en contradicción, pues la Comisión es un itinerario muy corto no ya para la izquierda, sino para el progresismo. La mayor contradicción de esas izquierdas es asumir el neoliberalismo. Incluso su lenguaje. Cotidianamente. 

14- Spain is different. De manera intensa. Tiene hasta neoliberalismo de izquierdas, que accede al poder cuando ya no se puede respirar debido al neoliberalismo español, anti-europeo, asfixiante, radical. Y que deja el poder cuando agota su lenguaje en políticas neoliberales, ese infierno. Molaría una izquierda que explicara eso. Sus límites.  

1- La reforma de las pensiones en Francia explica el carácter no definitivo, endeble, poco agresiva incluso, de la reciente reforma española de las pensiones. Ya veremos, pero la sensación es que esta reforma es sumamente transitoria, y que hubo tratados con la Nación Sioux más estables y...

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Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

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