preguntas
¿Quién es se?
A propósito del último poemario de María Ángeles Maeso
Belén Gopegui 1/04/2023
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Hay tantos libros de poemas y ¿por qué éste? No porque no te lo dirán, aunque también porque no te lo dirán. Y vendrán con sus nóbeles y sus azúcares, y vendrán con su autorretrato en un espejo convexo y su belleza del marido; no, no hay nada en contra de esos títulos excepto, quizá, que todas y todos los que entienden de una cierta sensibilidad culta saben de qué estamos hablando, como si la diversidad fuera menor de la que es.
Esto no es una crítica de poesía, no soy quién y además ya no sé si importa la crítica de poesía o si importa la crítica. Esto es una llamada de atención, eh, mira, fíjate. Tantas veces oíste que la literatura debía hacer preguntas pero no dar respuestas, mira, aquí hay una pregunta, una de las que hacen falta y no la vieron, no la vimos. ¿Por qué no vimos este libro? La promoción, la autopromoción, el mercado, la convención, lo establecido, el sentido distinto de su voz, la distribución, la moda; no lo vimos, en la espuma todo pasa y nada queda. Debajo de la espuma alguien me dijo, mira, y ahora te lo digo yo. Mira, y no esperes uno esos libros que subrayamos para encontrar un tuit, para encontrar un verso tuiteable sin contexto. Espera un libro que, cuando pregunta, busca las consecuencias.
No esperes uno esos libros que subrayamos para encontrar un verso tuiteable sin contexto. Espera un libro que, cuando pregunta, busca las consecuencias
María Ángeles Maeso (Valdanzo, 1955) publicó su primer libro de poesía, Trazado de la periferia, en 1990, y desde entonces ha mantenido un ritmo pausado y constante en su escritura. En 2022 ha publicado en Huerga y Fierro esta obra que en su título pregunta: ¿Quién es se?
Dónde están los que tanto citan a Godard, “un travelling es una cuestión moral”, que vengan. Los que citan a Valéry, “la sintaxis es una facultad del alma”, que vengan. ¿Quién es se? Los que dicen que la poesía sucede en el lenguaje, como si el lenguaje pudiera suceder sin mundo, que vengan. “... Se suda / se pasa un pañuelo por la frente / y por el pecho / pero algo, a punto / de estallar, estalla y se desmiga / para siempre”. Lo tomo del poema “Dicen de roca, dicen de roble”. A lo largo del libro de Maeso hay un se que podría ser un nombre o un pronombre. “Se nace”, podría ser el ente Se, que nace, y podría ser, por lo general es, el pronombre de las llamadas oraciones impersonales: “No se vacía de golpe la casa / de los padres que crecía a nuestro paso”.
Se hace la poesía; Lautréamont, que venga. A veces, conde, la poesía no es hecha por todos: “No siempre para todos la lengua llega”. La intertextualidad y el hipérbaton, vengan. La poeta se dirige a Volodia Mayakovski, le comunica: “... que nadie / se ha puesto de acuerdo con los puentes / y que los días venideros solo / a cuatro, / respetables les parecen”. Las etiquetas, que también vengan, y el pretexto para no leer, y el miedo a lo prohibido: “Pero esta mañana, / el llanto de Gaza / en llamarada ha hecho temblar al Duero. Desde su puente echamos la vista al agua / como se extiende una colcha nueva / o se pregunta a un abrigo, sin nadie / dentro, por los por hielos que aún nos faltan”.
Que venga la teoría, que explique cómo las formas de la enunciación nos dicen y nos hacen, cómo dejamos de verlas y cómo la poesía las enfoca. Y aclare, de paso, que cuando César Vallejo escribió “Yo querría algo más radical: la danza que dance la danza” no hablaba de la autonomía del arte sino de su libertad, de no danzar la música que tocan, de no contar los cuentos que cuentan, de encontrar en la danza lo que hace a la danza, en el lenguaje lo que hace al lenguaje, y lo que le hace son palabras concatenadas que tanto suenan como significan, que tanto dicen como callan, que tanto repiten como, un día, se niegan a repetir. “Se es de balde y, en almendra vana, / de baldío existe. Puede llamarse dios o tau como la proteína, / intrínsecamente desordenada. / Se es cualquiera en la fosa común / mirando de frente al ángel”. Que venga Benjamin porque “se, de espaldas, se llama ángel espantado”.
Titula Jorge Alemán un libro Soledad: común. Escribe: “Soledad perforada, nunca plena, que solo encuentra su contorno, su borde topológico, en el Común que existe en el campo del Otro”. Y traigo sus palabras porque en el libro de María Ángeles Maeso “se no parpadea”. Se, si hubiera que decirlo como no se dice la poesía, como sí se dicen las ideas que luego hay que vivir, y por eso la poesía las encamina y las acerca, si hubiera, en fin, que decirlo como no lo pronuncian los versos pero sí lo crean, se es la masa común. Y, por eso, “hay amaneceres en los que se / es aquí (…) Todavía serpientes y gusanos / no esconden ningún as bajo la manga, / aún no se oye a nadie preguntar: / ¿Seguro que también para nosotros? / No todos los días alcanzan la belleza, se le oye murmurar a Hölderlin, / pero espalda con espalda entre árboles, / algo que corretea por la médula / nos hace pronunciar que este, sí.”
Hay tantos libros de poemas y ¿por qué éste? No porque no te lo dirán, aunque también porque no te lo dirán. Y vendrán con sus nóbeles y sus azúcares, y vendrán con su autorretrato en un espejo convexo y su belleza del marido; no, no hay nada en contra de esos títulos excepto, quizá, que todas y todos los que...
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