Series
El regalo
Regresamos a ‘Buffy’ para pedir a las heroínas más rumba y menos lloros
Aránzazu Ferrero 15/04/2023
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Anteriormente en Buffy Cazavampiros…
Fue en enero de 2021. La actriz Charisma Carpenter se cansó, lo soltó todo y se acabó la tontería. El río ya venía sonando, pero ella confirmó que Joss Whedon, el narrador valeroso, el creador que había consagrado la cultura pop en la academia, el aliado feminista que toda revista masculina quería tener, no era más que un mierda como muchos otros. Y, antes de que se desatara la polémica, bastó un breve tuit de otra actriz, Sarah Michelle Gellar, para sentenciar la conversación. Llegó, soltó su frase y se cargó al villano. Justo lo que su personaje, Buffy Summers, hacía cada martes nada más salir en pantalla.
El caso no destaca por ser particularmente perverso. Whedon ni siquiera es un sátiro, sino un déspota. Actores y actrices han denunciado sus bravatas, caprichos y desprecio sistemático por sus vidas y su dignidad. Otro hijo más de una industria que siempre ha consentido la crueldad de los directores, e incluso la ha identificado como signo de talento.
Más allá del enésimo suspiro por no poder tener nunca nada bonito, esta caída en desgracia nos dolía especialmente a muchas, porque de su teclado había nacido una serie capital para la narrativa audiovisual del siglo XXI, y un personaje imprescindible para entender el feminismo en la cultura pop y, más aún, para entendernos muchas (y muchos) de nosotras en el mundo. Joss Whedon era el creador de Buffy. Sin el efecto que Buffy ha tenido en la cultura popular, probablemente su brutalidad no habría pasado de ser otra decepción más.
La chica de la profecía
A punto de cumplirse veinte años del fin de la serie, acaba de publicarse Buffy: la serie que cambió el mundo, de José Sender, un minucioso y devoto repaso a todos sus tropos y curiosidades. Buffy Summers sigue ocupando su capítulo en estudios de género y catálogos de personajes. Pero que Buffy tenga su funko no la convierte en un personaje relevante. La cuestión es si esos textos son hornacinas para guardar la correspondiente reliquia o si queda algo por investigar. Más aún: ¿queda algo por aprender de Buffy? ¿Tiene vigencia su sentido trágico de la vida en los escenarios de nuestro presente que demandan desmelene y su poquita de irresponsabilidad en las heroínas?
El paso del tiempo ha revelado bastantes carencias de la serie, un ejemplo: en ese infierno suburbial que es Sunnydale, donde todo el mundo vive en casas iguales, habla y viste de la misma manera, apenas hay cinco personajes negros y dos salen al final. Entre 1997 y 2003 la diversidad étnica no estaba en la agenda de muchos productores, pero llama la atención su ausencia por el compromiso con que las guionistas de Buffy escribieron sobre suicidio, tenencia de armas, diversidad sexual, relaciones tóxicas y adicciones. Todo en Buffy es símbolo, desde el primer Rráaaaaaann de la sintonía hasta el monstruo a lápiz que se convirtió en firma (premonitoria) de su autor. Y quizá sea ese abrazo al símbolo su mayor legado, lo que hace que ahora tú tampoco puedas dejar de escuchar ese Ráaaan, ran ráaaaaaannn.
Lo que hace a Buffy única es que fue, creo, la primera en decir “no puedo con todo”
Ese compromiso con lo simbólico viene de su fuente de inspiración, claro está. Buffy llevó a la pantalla lo que el cómic de superhéroes llevaba años contando. Y, a su vez, esos mismos héroes llevaban a Buffy en el ADN cuando las películas de Marvel redefinieron la cultura pop en la última década. Veo a Buffy sobre todo en sus tribulaciones por ser una persona decente incluso mientras está jugándose el pellejo. Veo a Buffy en la obstinación de Carol Danvers, Capitana Marvel, en esa responsabilidad terca, antipática y poco empoderante; y en sus crisis emocionales de los tebeos, de las cuales la rescata, como a Buffy, su mejor amiga. La percibo a lo lejos tras los dilemas morales y la compasión de Astra, la reportera de Semillas. También en la fragilidad y los chistes malos de Yelena Berkova y en la determinación de Alexia y Amy, las protagonistas de Blackhand Ironhead. Veo incluso ecos de cómo se escribiría ahora su relación con Spike en el cachondeo, la ternura y el coraje de Suzie y Jon en Sex Criminals. Y su sombra cubre, para mal, la ristra de heroínas-menudas-pero-rebeldes-que-pueden-con-todo-sin-despeinarse que abarrotan el audiovisual televisivo cuando, irónicamente, lo que hace a Buffy única es que fue, creo, la primera en decir “no puedo con todo”.
El peso del mundo
Si Buffy pasa como icono de mujer rebelde no lo es por tener superfuerza, ingenio o contar chistes propios de Spiderman mientras revienta a malos de… pues Spiderman. Hablando de exigir mamarracheo, éste ya estaba presente en sus aventuras: “Si llega el apocalipsis me dais un toque y ya está”. A lo largo de la serie fuimos descubriendo con ella el origen de las Cazadoras, chiquillas activadas para luchar contra monstruos en total y absoluta soledad. Buffy llega a conocer a la primera Cazadora, una adolescente africana arrancada de su familia y elegida (violada, de nuevo lo simbólico) para correr los riesgos que los chamanes no querían correr. Peleó y sobrevivió unos años hasta que un monstruo se la comió y sus poderes pasaron a otra infeliz.
En medio de la muerte, real y figurada, Buffy es una historia sobre cuidar
Lo que hace a Buffy una rebelde de ese linaje, y convirtió al personaje en alguien único en su género, es que, con las cartas que el destino le ha dado, decide vivir entre monstruos sin perder su humanidad. Lo que hace única a Buffy (lo que, al final, le permite esquivar el destino trágico) son sus seres queridos. En medio de la muerte, real y figurada, Buffy es una historia sobre cuidar. Durante el día Buffy es hija, hermana, amiga. Por la noche le rodea la muerte, tanto real como figurada, pero la Buffy humana sigue yendo en la mochila de la heroína. El cuidado representa el compromiso de la Cazadora con lo real: es la luz del día, el símbolo de la vida en una obra que es toda símbolo, otra influencia más de lo superheroico.
No mates al chico en la primera cita
Otro de los aportes reconocidos de la serie fue fortalecer el género adolescente como medio eficaz para narrar cuestiones complejas. En realidad, Buffy y su pandilla dejan de ser adolescentes y se hacen adultos a hostias a lo largo de la serie. Lo interesante aquí es que lo teen es un género moderno por naturaleza, y en esta historia hasta los bichos abrazan la modernidad. Los monstruos consumen: tienen cargos políticos, van a la lavandería, son estilosas, crean bandas de moteros, fuman, coleccionan vinilos de los Sex Pistols, jalean al Manchester United, siguen telenovelas, y, lo más moderno de todo lo moderno, ensayan sus discursos de malo para que les queden bien. La única que no es moderna es precisamente la propia Buffy.
Buffy se realiza en su compromiso con los demás. Es la última heroína trágica. Elige cuidar, aunque la cuidan más bien poco. Sufre por sus elecciones, mucho más que por el destino que la ha marcado. Y nosotros acompañamos su sufrimiento, por mucho que esté sembrado de referencias pop y sentido del humor. En más de una ocasión somos los únicos que la acompañamos, puesto que sus amigos están muy ocupados creciendo. Siendo tan modernos, en definitiva, como los vampiros.
Pero para Buffy las personas que quiere son innegociables. Nunca ganará una posición de ventaja que pase por encima de sus necesidades. Y, paradójicamente, todas y cada una de esas secundarias poderosas e influyentes que creó la serie lo serán gracias y a costa de que Buffy las cuide. Tanto es así, que en el intervalo entre la quinta y la sexta temporada (el que sucede entre que Buffy muere cumpliendo su deber y se las apañan para traerla de vuelta), Willow y Tara continúan sus estudios sin que ninguna de las dos se ponga a trabajar para atender la casa o a Dawn, la hermana de Buffy, que tiene solo 15 años. Un robot reprogramado a tal efecto se encargará de las reuniones escolares. Y, para cuando Buffy vuelve del cielo sin que le pregunten si le apetecía quedarse, lo primero que se encuentra es un montón de facturas por pagar. En el viaje a la madurez también la Cazadora está sola.
La puta cenicienta
Pocos días antes de escribir esto vi una entrevista a Berta Prieto, cocreadora de Autodefensa. Defendía la (muy legítima) propuesta hedonista y burguesa de su serie, preguntando a las voces críticas si, contra sus protagonistas hedonistas y burguesas, preferían series sobre “la puta Cenicienta”. Una traición del subconsciente equiparar cuidados a esclavitud porque, en realidad, la que cose, hace tartas y sale feliz al campo a ver pajaritos es Aurora, la Bella Durmiente. Afortunadamente para Autodefensa, no es esta la época de lo ejemplar: bienvenidas las hedonistas, las burguesas, las irresponsables (bienvenidas las vampiras). Siempre y cuando no sean mujeres de las periferias o minorías, estas no: condenadas a la ejemplaridad por cojones para ser mínimamente relevantes.
Parece que seguimos reclamando más Niñas Perdidas, pero muchos menos Peter Pan que pasen el mocho
Es de hedonismo de lo que hablamos cuando reclamamos mamarracheo en las heroínas. Como decía “Defendiendo a Wendy”, de Adriana Andolini, Wendy Darling, la conciencia humana de Peter Pan, la aguafiestas, la que cuida, es la gran olvidada de nuestros estudios de género. Y lo es precisamente porque cuida. Ni Buffy ni Wendy ni Cenicienta eligieron su destino. Pero, si bien cuidar no puede ser una imposición para nadie, menos aún para las mujeres por el hecho de serlo, parece que seguimos reclamando más Niñas Perdidas, pero muchos menos Peter Pan que pasen el mocho. Y cuando lo hacen, por ejemplo en la última película de Thor (¡nada más y nada menos!), no reciben ningún comentario.
Todas estamos a dos nóminas impagadas de ser Faith
Faith, la cazadora malvada, nos aporta una buena dosis de hedonismo y rumba. Es una cachonda, a pesar de que su trasfondo es qué habría sido de Buffy de no tener esos seres queridos. Faith viene al mundo en el medio Oeste con un retrato robot de basura blanca bajo el brazo. Su madre muere muy joven víctima de diversas adicciones, y en cuanto recibe sus poderes pierde a su mentor (Vigilante, en este mundo narrativo). Faith está realmente sola con sus miedos, y va sobreviviendo como puede, sin hogar, sin nadie que se ocupe de que estudie o coma bien. A diferencia de otras ficciones realistas, Faith no es una víctima del sistema a quien rescatar. Es consciente de sus maldades, antes y después de rehabilitarse. Pero, entretanto, tiene tiempo para reírse bastante de sí misma. En su arco narrativo (que se desarrolló en profundidad entre el final de la serie y las continuaciones en cómic), su caída viene determinada por la falta de cuidado. Harta de ser una especie de mascota para Buffy y los suyos, el alcalde Wilkins le ofrece lo único que ninguno de éstos ha pensado en darle: cariño. Y es sincero: el alcalde, símbolo de la corrupción, realmente aprecia a Faith, a la retorcida manera de un demonio serpiente del apocalipsis.
Faith, la cazadora malvada, nos aporta una buena dosis de hedonismo
Hay un interesantísimo episodio (“¿Quién eres?”), en el que Buffy y Faith intercambian sus cuerpos mediante un artefacto mágico. Interesante porque Faith entiende a Buffy, pero Buffy, demasiado pagada de sí misma, no llega a entender lo cerca que ha estado de ser Faith. Ese entendimiento llegará cuando ambas sean adultas. Por el camino Faith acaba asumiendo cuidados, siempre más rumbosa y más cínica que el resto, porque todos saben un montón de vampiros, pero solo ella sabe lo que vale un peine.
Conversaciones con gente muerta
Entre los fans es común recordar que, si en cualquier película o serie de aventuras acaba palmando alguien, la culpa es de Buffy. Incluso el final de la serie, pretendidamente feliz, llega con un precio que pagar para la heroína. No hay personajes a salvo. Pero poca gente le ha dedicado atención al hecho de que la mayoría de muertes en Buffy no son sacrificios: Joyce muere de un aneurisma, Tara accidentalmente, Anya muere en combate, recibiendo el golpe de otro. Una joven cazadora potencial, Eve, se suicida y solo cuando vemos su cuerpo colgando nos enteramos de que existía: hasta entonces era una figurante. Sender le dedica una buena reflexión a esto en su libro.
El tropo de cargarse a alguien para ganarse el respeto de cierto sector de la crítica o el fandom ha permeado en obras pretendidamente más gamberras y hasta fuera del género. Pero en pocas ocasiones nos ha recordado que la muerte es absurda, injusta, aleatoria y no viene a enseñarnos nada. En un mundo postpandémico, y que está viendo a las muertes climáticas incrementarse cada día, cabría recordar que frente a algunas sombras siempre estamos y estaremos solos. Justo como lo está la cazadora.
El regalo
Los villanos más desagradables de Buffy Cazavampiros resultan ser tres veinteañeros. Dos inadaptados con problemas con su sexualidad liderados por un psicópata misógino, obsesionado con el poder. Escondidos detrás de iconografía friki para generarse una identidad que dé menos asco que la suya propia. ¿Trasuntos del propio Whedon? La redención del único superviviente de los tres arranca en el magnífico episodio “Storyteller” (que podría traducirse como “El narrador”), en el que, grabando un documental sobre la aventura final del grupo, el chico acaba viéndose cara a cara con sus miserias. Pero este guión no lo escribió Joss Whedon como introspección: lo escribió Jane Espenson, quién sabe si como advertencia.
No hemos tenido que pasar por el sacrificio de separar autor de obra, puesto que la obra tiene sobrada vida propia
La figura de Joss Whedon se ha ido mellando con algunos fracasos profesionales y la creciente acumulación de comentarios sobre su soberbia. A los que hasta el momento no ha respondido con una introspección como la de Andrew, el narrador. En cuanto a las actrices, Sarah Michelle Gellar no necesita la TV para llegar a fin de mes. Tampoco Allyson Hannigan, Eliza Dushku o Charisma Carpenter. ¿Tienen que ver sus renuncias con las de otras? ¿Cuántas de estas mujeres se cansaron de déspotas, matones o de algo peor, y dijeron sencillamente “hasta aquí hemos llegado”?
Me imagino a Buffy, ya cuarentona, preparando galletas en casa después de su trabajo como Vigilante. La veo tranquila, satisfecha. Y con pareja, después de una agradable temporada de soltería y cachondeo en San Francisco, pero al fin y al cabo esto va de símbolos y yo creo en la rehabilitación, hasta de los peores adictos. Los fans de la serie entenderán esta frase, y la mitad estará en dramático desacuerdo.
Pero de vez en cuando a Summers le toca quitarle el polvo a la estaca Mr. Pointy, y esta ha sido su última misión. No nos han faltado últimamente decepciones ni déspotas, ni obras engullidas por las maldades que estuvieron detrás de su proceso. Y, sin embargo, esta no. A pesar de sus carencias, de sus coqueteos con la autodestrucción, de los chistes sexuales gruesos, del sufrimiento que ahora sabemos que atravesaron sus actores, la cazadora sigue de pie. No hemos tenido que pasar por el sacrificio de separar autor de obra, puesto que la obra tiene sobrada vida propia. Igual que hace 20 años se rebeló contra sus vetustos tutores ingleses, nuestra heroína, separada del autor desde hace mucho, ha vuelto a derrotar a un abusón, al abusón definitivo. Tal es su poder. Tal es la fuerza de Buffy Summers.
Anteriormente en Buffy Cazavampiros…
Fue en enero de 2021. La actriz Charisma Carpenter se cansó, lo soltó todo y se acabó la tontería. El río ya venía sonando, pero ella confirmó que Joss Whedon, el narrador valeroso, el creador que había consagrado la cultura pop en la...
Autora >
Aránzazu Ferrero
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