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CGPJ / Malagón
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No tengo un sueño. Lo siento. No puedo recurrir a él como hizo Luther King en agosto de 1963, con el monumento a Lincoln de fondo, para transmitir a 250.000 manifestantes un mensaje de esperanza si persistían en la lucha por los derechos civiles y contra la discriminación racial.
No tengo un sueño, pero tengo una pesadilla de la que quiero zafarme. Sin embargo, cada día es más grande y, lo peor, amenaza con perpetuarse. Voy a describirla en la medida de lo posible.
El PP tiene el control del Consejo del Poder Judicial y se niega a su renovación, pese a que están en minoría en el Congreso y el Senado. Quizá sea por eso. El mandato de sus miembros, elegidos cuando Rajoy gobernaba con mayoría absoluta, finalizó hace cuatro años y cinco meses y ahí siguen. Varios de ellos son ultraconservadores y rancios. Me refiero a rancios porque tienen la fecha de caducidad ya pasada, aunque también puede valer otra acepción. Desde el punto de vista institucional, es el segundo hecho más vergonzoso de la vigente democracia. El primero, claro, es el del rey Juan Carlos, que se vio forzado a abdicar y más tarde a salir “por patas” de España por corrupto y defraudador. El gobierno rancio del Poder Judicial corre el riesgo de perpetuarse. Si el PP lo ha conseguido estando en minoría parlamentaria, qué no ocurrirá si llega al poder.
Las escenas en la pesadilla se superponen unas a otras. La Policía está ampliamente dominada por el sindicato Jusapol, en la órbita de Vox. De tal manera que la minoría policial, democrática y respetuosa con las instituciones, tiene que callar, “por su bien”. Esto pasa en muchos centros de trabajo, pero no son la policía. En la Guardia Civil ocurre algo parecido. Y el Gobierno se achanta ante estos cuerpos. La muestra es que no se ha atrevido a cumplir su compromiso programático de derogar la ley mordaza. Promulgada por el PP, para impedir las protestas contra los recortes y la eliminación de derechos sociales y laborales, ya ha sido calificada en instancias internacionales como contraria a lo que se supone que es un Estado democrático. Contra su derogación se manifestó en la calle Jusapol, acompañado por el PP y Vox.
El ministro del Interior traga y nunca les contradice. Grande Marlaska cesó al coronel Pérez de los Cobos como responsable de la Guardia Civil en Madrid por deslealtad al no darle cuenta de un informe sobre la pandemia que remitió al juzgado. El Tribunal Supremo ha invalidado el cese. ¡Inaudito, que un ministro no pueda elegir y cesar a sus cargos de confianza! Entre estas instituciones que aparecen en la pesadilla se ayudan. Por cierto, los 64 magistrados del Supremo tienen una edad media de 65 años, 50 de ellos son hombres y sólo 14 mujeres. Unos datos que en nada se parecen a los de la media de España.
Me adentro en más escenas de la pesadilla. Unos jueces, que por su comportamiento cabe suponer machistas, y la derecha extrema que representa el PP, han conseguido convencer al presidente del Gobierno para que acabe con la ley ‘del sí es sí’ para la protección de la mujer frente a abusos sexuales y violaciones. Pedro Sánchez elogió la ley cuando fue aprobada. En esto, como en casi todos los desafueros, han contado con el instrumento más poderoso: los grandes medios de comunicación, a través de los cuales llega casi todo lo que conocen los ciudadanos más allá de unos metros de su calle.
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Los más beneficiados de toda esta pesadilla no son los histriones descritos aquí. Son los empresarios. Se han negado a negociar con los sindicatos subidas salariales que compensen las alzas de precios desde el momento en que se desató una inflación galopante. De tal manera que, en 2022, la inflación media del año (el 8,4%) fue el triple de las subidas salariales acordadas en convenio colectivo (el 2,7%). Mientras, las ganancias de las empresas aumentaron el año pasado el 15 %. Y todavía piden más. En un comunicado sobre los datos de empleo, aprovecharon para pedir rebajas fiscales para sus empresas si se quiere garantizar la creación de empleo.
Sólo la presencia de la izquierda a la izquierda del PSOE en el Gobierno, por primera vez, ha conseguido azuzar a Pedro Sánchez para que se comenzase a corregir ligeramente las desigualdades y la tasa de pobreza en España. Y esto se ha logrado por las ayudas y prestaciones sociales. Los datos de la Unión Europea son muy claros: el nivel de desigualdad es mayor cuando se excluyen del cálculo las prestaciones sociales. Y baja sensiblemente si se incluyen estas. Lo digo para vergüenza de Díaz Ayuso, maestra del recorte de prestaciones públicas y de bajada de impuestos a los ricos.
También han contribuido a recuperar derechos sociales los cambios laborales, aunque limitados, para corregir la reforma del PP con la inestimable colaboración de la patronal, CEOE. Y la recién aprobada ley de vivienda que limita las abusivas subidas de los alquileres. Ambas cosas igualmente porque estaba en el Gobierno la izquierda, más allá del PSOE. La posible reversión de todo esto aparece también en mi angustioso ensueño.
La pesadilla no acaba aquí. En su parte final viene lo más duro, lo que alienta el cabreo y más que eso, la desesperanza. La izquierda española ha demostrado su capacidad de metamorfosearse en amebas para reproducirse por escisión. Queda muy claro en la pesadilla que he tenido la desgracia de padecer. No sé si es la parte final de este delirio o si continuará.
Yo me propongo escapar de esta pesadilla. Y, por más vueltas que le doy, solo encuentro una decisión válida. Aunque sea duro, pienso votar. Ello pese al esfuerzo que parece que han hecho para que no lo haga. Es un gesto egoísta y a la vez solidario. Lo hago para evitar que la pesadilla se consolide y acabe con mi caída a un pozo, mientras el Consejo General del Poder Judicial en pleno, la plana mayor de Jusapol, los jueces machistas y la dirección de CEOE sonríen satisfechos desde el borde del brocal.
Un saludo.
Emilio de la Peña
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No tengo un sueño. Lo siento. No puedo recurrir a él como hizo Luther King en agosto de 1963, con el monumento a Lincoln de fondo, para transmitir a 250.000 manifestantes un mensaje de esperanza si...
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Emilio de la Peña
Es periodista especializado en economía.
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