El futuro de la izquierda
A por la carrera de fondo
Debemos alzar la vista, recuperar la claridad de juicio abrumada bajo los tiempos frenéticos de tantos comicios y organizarnos desde ya para revertir el clima en el que la derecha, si todo sigue igual, seguirá avanzando
Samuel Witteveen Gómez 10/06/2023
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Seamos sinceros. La izquierda lo tiene muy difícil en estas elecciones. Se intentará, como siempre, se apelará a todas las buenas razones, se presumirá de candidatura unitaria y cruzaremos los dedos para que el sol inmisericorde de julio desanime más a los del bando contrario. Pero lo cierto es que si la derecha reaccionaria no alcanza el Gobierno este verano, probablemente lo haga dentro de uno o dos años cuando alguna rencilla parlamentaria nos aboque a elecciones anticipadas. Por eso, tenemos que alzar la vista, recuperar la claridad de juicio abrumada bajo los tiempos frenéticos de tantos comicios y organizarnos desde ya para revertir el clima en el que la derecha, si todo sigue igual, seguirá avanzando.
Hay una oportunidad. Pero una oportunidad que requiere largo aliento. Y por crudo que parezca, la izquierda –y especialmente los movimientos sociales que la cimientan– se recompondrá mejor frente a un gobierno PP-Vox que con un débil gobierno progresista. El precedente lo tenemos en la mayoría absoluta de Rajoy (2011-2015), una legislatura insufrible en el Congreso pero brillante en las calles. Años donde se gestó la energía transformadora que auparía a Podemos a las instituciones.
La historia de aquello la conocemos bien. PSOE y Podemos tardaron hasta 2019 en empezar a entenderse. Demasiado tarde, pues entremedias irrumpió aquel procés a ninguna parte, una serie de eventos y reacciones que hicieron del nacionalismo el significante central alrededor del cual, todavía hoy, se define la política del Estado. En la ola nacionalista creció primero Ciudadanos, que naufragó al intentar conquistar el centro y fue devorado por el propio monstruo que había engendrado, dando paso al surgimiento de Vox. El PP, a su vez, encontró un filón inagotable para proclamarse, una vez más, la argamasa que une España.
Pero no solo. ERC, Bildu, BNG y CUP también se han beneficiado de esta gran corriente patriótica, mientras que las izquierdas no-nacionalistas no han hecho más que desgastarse por tener que navegar en una polarización que no les corresponde. La aritmética parlamentaria, además, ha obligado al Gobierno de coalición a atender en todo momento las demandas de, especialmente, ERC, dando una notoriedad sobredimensionada a los planteamientos de esta formación y alimentando sin fin el marco nacionalista del que unos y otros no parecen querer salir nunca.
Si la izquierda cae en el error de afrontar la emergencia climática y ecológica de modo tecnocrático, entregará la victoria a la derecha reaccionaria
La defensa de la pluralidad, la oposición al proyecto de una España gris y homogénea, debe ser componente fundamental de la izquierda. Pero en los años que vienen, si queremos arrebatarle la hegemonía a la derecha, hay que hacer política desde la diversidad y no desde la identidad. En un tira y afloja de particularismos, de ideas cerradas, la derecha ganará y ganará lo cerrado, esa es precisamente su naturaleza. A ello hemos de oponer una diversidad que trascienda el orden territorial, una diversidad que se reúna tanto en la tradición como en el destino compartido. Y donde quepa la España migrante y mestiza, la España de las mayorías reales y no de las élites de Castilla y sus periferias.
Habrá que ofrecer una resistencia firme contra el racismo de Vox y los posibles intentos de desarmar instituciones autonómicas o incluso de prohibir partidos. Pero ante ello no bastará con reaccionar al son de la derecha sino que habrá que oponer la realidad plural del país. Una pluralidad que no se defina por territorios sino por la propia vitalidad de los pueblos.
Además debemos prepararnos desde ya para los enormes retos que se nos vienen encima y que, si no articulamos de modo progresista, quedarán encajados en la guerra cultural a la que la derecha querrá reducirlos. En la era del 15-M fueron la economía y la corrupción los temas movilizadores. Ahora no valdrá repetir la fórmula y será otra la configuración de problemas donde la izquierda deberá dar una respuesta propia.
En los tiempos que vienen, la emergencia climática no hará más que acentuarse, trayendo consigo numerosas cuestiones sociales. Si la izquierda cae en el error de afrontar la emergencia climática y ecológica de modo tecnocrático, entregará la victoria a la derecha reaccionaria que hábilmente se movilizará en torno a la defensa de “nuestra manera de vivir”.
No son meros cálculos y escenarios los que apremian a cerrar macrogranjas, proteger humedales y acabar con los combustibles fósiles. La razón para hacer todo ello es que podemos aspirar a una vida más digna de ser vivida. Sin un elemento transformador y emocionante, sin una aspiración de redistribución y justicia, la transición será difícilmente realizable.
Las bases de la izquierda abandonarán esa difícil tesitura de querer ser calle y gobierno y podrán recomponerse en sus propios términos
También será necesario seguir señalando las prácticas tóxicas de numerosos medios de comunicación. Pero tampoco bastará con desmentir y hacer aspavientos. Habrá sin embargo que continuar construyendo y apoyando medios veraces y críticos. Medios que desborden los marcos fijados por la política de partidos y no rehúyan la complejidad ni las contradicciones. Medios que no sean taquígrafos del poder sino que tejan relatos de largo aliento, con una mirada sosegada, internacional y comprometida.
Para que la izquierda vuelva a ser hegemónica habrá que hacer política con mayúsculas y enterrar de una vez por todas la telenovela politiquera de personalismos y cálculos a los que los líderes del espacio nos han condenado. Este sinfín de conjuras y duelos de navajero pasan factura no solo en las urnas sino, sobre todo, en la cantidad de atención e inteligencia malgastadas.
Ahora, desahuciadas de los gabinetes, las bases de la izquierda abandonarán esa difícil tesitura de querer ser calle y gobierno y podrán recomponerse en sus propios términos: la organización y el conflicto. Y razones no faltarán para organizarse: vivienda, empleo, ecología, libertades, servicios públicos, la habitabilidad de las ciudades y la suerte de los campos y montes vaciados.
El futuro de la izquierda pasa por construir y vivir por abajo lo que, quizá, algún día veamos representado en las instituciones. No creo que nunca haya sido de otra manera. Organizarse mucho y expandir la disputa a todos los ámbitos. Las siglas solo vienen después y siglas sin fundamento no son más que islotes a la deriva. En los años que vienen, el centro de gravedad de la izquierda puede volver a estar en la calle y eso, a pesar de todo, no es mala noticia.
Seamos sinceros. La izquierda lo tiene muy difícil en estas elecciones. Se intentará, como siempre, se apelará a todas las buenas razones, se presumirá de candidatura unitaria y cruzaremos los dedos para que el sol inmisericorde de julio desanime más a los del bando contrario. Pero lo cierto es que si la derecha...
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