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En el año 177 se produjo la Matanza de Lugdunum, o Lyon, en la Galia Romana, actual Francia. En total fueron asesinadas 48 personas, la mitad de origen griego y la otra mitad galo-romanas. Murieron bajo torturas severas y desmesuradas, o en ejecuciones públicas y excéntricas, en el circo, despedazadas por fieras o personas. Aquellos asesinatos tuvieron dos consecuencias importantes. La primera, que es de lo que hablaré hoy, fue algo inesperado y que nunca había sucedido en su rotundidad hasta ese momento. La impresión absoluta, la congoja. El público que vio aquellos asesinatos, y que los explicó a terceros, aquel público acostumbrado a ver ejecutar delincuentes o asesinos, a la violencia, a una vida dura y sin miramientos, comprobó, por primera vez, que las personas extinguidas tenían el mismo aspecto que ellos. Para ellos fueron personas normales, espectadores asesinados. Eso les impresionó sobremanera, e hizo nacer una corriente de piedad inmediata hacia los asesinados, que fue determinante para el fin de este tipo de matanzas de cristianos. En breve esas matanzas serían imposibles, sencillamente porque repelían a un espectador que no quería ver a semejantes, sino a extraños, en la arena del circo. Sorprende, no obstante, que, desde entonces, no siempre ha ocurrido con esa espontaneidad la empatía ante la matanza de inocentes. Los pogromos peninsulares del siglo XV –terribles; el de Barcelona, muy descrito, especialmente atroz–, o los polacos, rusos y ucranianos del siglo XIX, no sirvieron en absoluto para crear esa sensación, esa aproximación al otro, al similar. Los inocentes asesinados desaparecieron con facilidad, y sin crear, aparentemente, recuerdos, aflicción o simpatía entre quienes les observaron en sus últimos momentos. Tampoco ocurrió la sorpresa y el reconocimiento de los iguales en la inocencia en el Holocausto, ese objeto sin paralelo posible, como lo demuestra el hecho de que el primer pogromo tras la II Guerra Mundial fuera demasiado temprano a ella, en la Polonia de 1946. Tras años de matanza de personas normales, otras personas normales fueron, por tanto, impasibles a lo presenciado y sabido. No debe de ser una sensación muy exótica, pues hace poco, en Melilla, hubo una matanza de personas normales –murieron, tal vez, tantos como en Lyon–, y tampoco se impuso, tras ella, la idea de que mataron a personas como nosotros, y que murieron como moriríamos nosotros, como muere todo el mundo que lo hace violentamente: boca abajo, para que nadie les vea la cara. De vez en cuando aparecen en las pantallas personas normales, flotando en el mar, y no son, no consiguen ser personas normales. Su drama, al parecer, es otro o ninguno, pero no es el de las personas normales, que tan bien conocemos nosotros, las personas normales.
Quizás, de todo ello, de toda esta absoluta falta de piedad, detectable tras el año 177, se desprende que la Humanidad es una suerte de biografía colectiva. De alguna manera, fuimos niños recién erectos, correteando por Sudáfrica hace varios millones de años. Y, por lo mismo, fuimos unos adolescentes que se dejaron impresionar por última vez, y que perdieron por ello su inocencia, en el Lyon del año 177, el último año en el que tuvimos piedad y empatía. La inocencia solo se pierde una vez. Si la especie la ha perdido, defiende la tuya, el trozo que te corresponde por nacimiento, como un tesoro. Defiende tu capacidad de turbarte, de no dormir. Creo que es todo lo que tengo que decirte. Creo que, básicamente, en mi vida, lo veo ahora, es lo único que he dicho. Defiende tu pedazo de inocencia. Y, para ello, sé culpable.
En el año 177 se produjo la Matanza de Lugdunum, o Lyon, en la Galia Romana, actual Francia. En total fueron asesinadas 48 personas, la mitad de origen griego y la otra mitad galo-romanas. Murieron bajo torturas severas y desmesuradas, o en ejecuciones públicas y excéntricas, en el circo, despedazadas por fieras...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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