DIARIO ITINERANTE
Pistas latinoamericanas para las elecciones
Vladimir Safatle, el filósofo lacaniano brasileño, recuerda que los votantes rechazan el modelo neoliberal descafeinado del centro y que el feminismo y el antirracismo deben formar parte de una política de clase
Andy Robinson Sao Paulo , 13/06/2023
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Todos los presidentes de América del Sur en la Cumbre en el Palacio del Itamaraty en Brasilia (Brasil), el 31 de mayo de 2023. / Ricardo Stuckert
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Hace tres o cuatro años, ni los más optimistas del Foro de Sao Paulo, la red regional de partidos progresistas latinoamericanos, fundada en 1990, pudieron imaginárselo.
Entonces, los gobiernos conservadores –en algunos casos de la extrema derecha– mandaban en casi toda la región, desde Brasilia a Bogotá pasando por Buenos Aires. “En estos momentos enfrentamos una ofensiva ultra neoliberal (…) que utiliza golpes, redes de falsas noticias, guerra judicial, bloqueos y sanciones, amenazas militares, represión y autoritarismo”, se lamentó la secretaria ejecutiva del Foro, Mónica Velante, en 2020.
Tres años después, todo ha cambiado. América Latina es la única región del mundo en la que partidos de la izquierda se han impuesto a una pujante extrema derecha populista en auge a escala mundial. Eso sí, casi todos los gobiernos progresistas en América Latina –con la notable excepción de Andrés Manuel López Obrador, en México, que como se comentó aquí ha mantenido su popularidad con un discurso agresivo contra el neoliberalismo– son políticamente débiles y se enfrentan a una oposición organizada en el Congreso.
Las alianzas contra la derecha no deberían ser un pretexto para descafeinar el programa en el área socio-económica-laboral
¿Cuál fue el secreto del éxito electoral de la izquierda latinoamericana en sus batallas contra la extrema derecha de Jair Bolsonaro (Brasil), José Antonio Kast (Chile), Fernando Camacho (Bolivia), y los candidatos uribistas en Colombia? ¿Qué tiene que hacer para mantenerse en el poder?
Son preguntas de gran relevancia para España, cuyas últimas innovaciones políticas –tanto por la izquierda (Podemos) como la derecha (Vox)– se inspiraron en el populismo latinoamericano.
En una entrevista mantenida en Sao Paulo y publicada en La Vanguardia, Vladimir Safatle, filósofo brasileño y autoridad en la filosofía del psicoanálisis de Jacques Lacan y de la escuela de Frankfurt, dio algunas claves sobre el éxito de la izquierda latinoamericana. Nacido en Chile pero de nacionalidad brasileña, Safatle es autor de varios libros sobre el auge de la extrema derecha y la respuesta del progresismo en ambas orillas del Atlántico. Su última obra en español es Maneras de transformar mundos (Prometeo, 2023).
Estas son sus principales argumentos y consejos:
En muchos casos, la izquierda usa las luchas de reconocimiento para esconder la ausencia de un plan de transformación más amplio
1. Hay que evitar desplazarse a un centro consensuado en torno a un descafeinado modelo neoliberal. Las alianzas contra la derecha no deberían ser un pretexto para descafeinar el programa en el área socio-económica-laboral. Los electorados en América Latina y Europa están rechazando el centro con contundencia. En Brasil, partidos socialdemócratas como el PSDB fueron borrados del mapa electoral en los comicios de 2018 y 2022, arrasados por el auge del bolsonarismo. El Partido de los Trabajadores (PT) es casi el único que sobrevive del viejo sistema. “No creo que sea necesario desplazarse tanto al centro para ganar las elecciones porque el centro es ingobernable (...) en Brasil ya no existe un centroderecha; la extrema derecha ya ocupará el espacio de lo que era la derecha. Y lo liderarán otras figuras, más allá de Bolsonaro, como por ejemplo el actual gobernador de Sao Paulo Tarcisio de Freitas”. En Chile, Boric entró en el poder en un estado de parálisis”, dice Safatle. Esto pese a que “hay un descontento muy fuerte y una crisis del modelo neoliberal”. Hay que entender que existen cuestiones sociales y laborales detrás del auge de la ultraderecha. Cualquier acercamiento a un espacio de nuevo consenso neoliberal contra el populismo de la derecha será suicida. “En la campaña hablé con muchos grupos en Sao Paulo, los conductores de Uber, por ejemplo. Son casi todos bolsonaristas, por un deseo general de que se les deje en paz para ganar el poco dinero que ganan, sin imponerles nuevas jerarquías”.
2. Aunque formes parte de una alianza amplia y con una oposición que bloquea, hay que mantener un programa de cambio transformativo.
“Lula cree que la correlación de fuerzas va en su contra, pero yo considero que tiene que impulsar medidas que cambien esa correlación y no lo está haciendo. Aunque la oposición bloquee el programa en el Congreso, es importante que la gente vea que el gobierno tiene una agenda de cambio profundo y hay que movilizar fuera del Parlamento”.
3. El feminismo es parte imprescindible de una política de clase. Hay que entender que las reivindicaciones en el área socio-económica son, en el fondo, las mismas que en el área de racismo, machismo, homofobia, etc. “Si hay algo que las protestas en Chile, en 2019, nos enseñan es que las luchas por el reconocimiento –feministas, indigenistas, antirracistas– son una parte necesaria y decisiva de la lucha de clase”, dijo Safatle. “Las derrotas por la flexiibilización de los derechos de los trabajadores son derrotas para la lucha feminista (…) lo que Chile muestra es que la lucha feminista consigue su fuerza máxima cuando expone su dimensiones de lucha de clase”, dice. “Esas luchas por el reconocimiento son fundamentales para la igualdad y la justicia social y no son luchas de identidad; son luchas universales. Este universalismo no existió hasta ahora. Solo, tal vez, en la revolución haitiana (1791-1804), la Comuna de París (1871) y los primeros años de la revolución rusa (1917). Todo lo demás estaba basado en formas de expresión que vienen del colonialismo. Chile 2019 fue muy interesante porque se vio una articulación entre diferentes reivindicaciones sociales. Hay que entender también que, a veces, la lucha de clases es política de identidad. La clase es identidad también. El problema ha sido cómo vincular esas luchas. En muchos casos, la izquierda usa las luchas de reconocimiento (feminismo, indigenismo, antirracismo, pro LGBTQ) para esconder la ausencia de un plan de transformación más amplio. Ponemos en la vanguardia de la lucha áreas como el feminismo, el antirracismo, los derechos de gays y trans sin dar ningún apoyo a lo demás. Esto es un error. Son parte de lo mismo”.
4. El contacto y el diálogo con la gente trabajadora que vota a la derecha son imprescindibles. En áreas sensibles de la guerra cultural, hay que mantenerse firme en la defensa de estas luchas de reconocimiento, pero hay que explicarlo a la gente y no adoptar posturas moralizantes o agresivas. “En Chile, en el proceso constitucional, se olvidó por completo que es necesario explicar las cosas a la gente. Por ejemplo, el estado plurinacional. Ese concepto es un gran logro de la política latinoamericana. Pero hay que explicarlo bien. En Chile, empezaron con un discurso pronunciado en mapuche. Que solo el 1% de la población pudo entender. El resultado de la falta de atención en explicar bien los planes es que el candidato derrotado de ultraderecha, José Antonio Kast, ya controla la Asamblea constituyente”.
El lenguaje tiene que ser de transformación. No se pueden copiar las tácticas de la ultraderecha para combatir las fake news
5. Las noticias falsas no son el problema sino el síntoma del problema. “No se puede hacer nada desde arriba contra las noticias falsas. Hay que acercarse a la gente, escuchar y hablar, cosa que ya no hacemos. Yo soy lector de la Escuela de Frankfurt y esta cuestión no es nueva. Surgió en el análisis del fascismo de los frankfurtianos en los años cuarenta y cincuenta. Teodoro Adorno lo dijo claramente: “La gente no está siendo engañada, la gente quiere ser engañada”. Esa es la cuestión. Si solo fuera cuestión de ser víctimas del engaño con tal de mostrarles la verdad, la gente se daría cuenta. Pero no es así. Hay una imposibilidad estructural de rectificación. Por muchas correcciones que hagamos, la gente no va a cambiar de idea. Y eso es porque no quiere cambiar. Hay un deseo claro de afirmar su pertenencia a un grupo que ofrece una alternativa y en ese grupo –las redes de ultraderecha– se comparten noticias falsas o verdaderas”.
6. El lenguaje tiene que ser de transformación. No se pueden copiar las tácticas de la ultraderecha para combatir las fake news y los bulos de la derecha como intentó hacer André Janones (el responsable de la campaña en redes del PT que adoptó algunas tácticas de los métodos del gabinete de odio bolsonarista): “La lucha política es una lucha de lenguaje. No es posible adoptar un discurso de transformación con un lenguaje que no sea de transformación. Las narrativas más usadas ahora vienen de la industria cultural y del marketing y el cine de acción. La derecha ha usado esto de forma formidable. Es su subjetividad natural. Janones está diciendo que no hay otra gramática. Eso es darles la razón”.
7. Hay que ir más allá de una defensa de la democracia liberal. “Lo que pasa en España es otro indicio de que el ascenso de la ultraderecha no es una cosa puntual, sino un fenómeno estructural en un momento histórico que parece ser de agotamiento del modelo de democracia liberal. La extrema derecha a escala mundial, cada vez más, va a operar como una fuerza ofensiva antiinstitucional”, dice Safatle.
Hace tres o cuatro años, ni los más optimistas del Foro de Sao Paulo, la red regional de partidos progresistas latinoamericanos, fundada en 1990, pudieron imaginárselo.
Entonces, los gobiernos conservadores –en algunos casos de la extrema derecha– mandaban en casi toda la región, desde Brasilia a Bogotá...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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