1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

literatura

“Esto no es una biografía”

Una lectura personal de ‘Marbot’, de Wolfgang Hildesheimer

Elisenda Julibert 1/07/2023

<p><em>La muerte de Sardanápalo </em>(1827) <strong>/ Eugène Delacroix</strong></p>

La muerte de Sardanápalo (1827) / Eugène Delacroix

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Hace ya unos cuantos años trabajaba en la sede barcelonesa de una editorial académica fundada en Argentina en la década de 1940 y dedicada a prácticamente todas las disciplinas de las humanidades, cuando un gran grupo se propuso comprarla y los dueños aceptaron la oferta. Mi perspectiva cambió entonces de la noche a la mañana: de saber para quién trabajaba y qué podía esperar –más o menos– de mis jornadas, iba a pasar a trabajar para una inmensa estructura muy jerarquizada en la que cada empleado estaba a merced de mil accidentes imposibles de prever, no digamos de entender: a mí, que había terminado poco antes la licenciatura de Filosofía y tenía frescas las lecturas, aquello me recordaba a eso que Arendt denominó “sistema del terror”, para señalar los regímenes totalitarios en los que absolutamente “todo es posible” –que te recompensen sin comerlo ni beberlo o que te sentencien del mismo modo–, lo importante es que una no sepa qué esperar y viva sumida en el estupor.

Antes incluso de que nos dijeran si nos trasladaban al inmenso edificio del gran grupo, quienes trabajábamos en aquella editorial presentíamos que, pese a conservar nuestro trabajo, algo muy profundo cambiaría: estaríamos en la cuerda floja cada día, en buena medida porque nuestro convenio laboral era una herencia de la vieja editorial Alianza de Javier Pradera, y teníamos contrato de treinta y siete horas y media semanales –¡sólo a dos horas de las treinta y cinco!–, con jornada continua y salida a las tres de la tarde, el desayuno pagado por la empresa y algunos otros beneficios que no agradaban al gran grupo. La verdad es que, ya en aquellos años, tales condiciones eran una rareza heredada de una época en que el llamado desarrollo aún no había convencido al orbe entero de que el mercado estaba maduro para prescindir de medidas proteccionistas y que bastaba con dejar que se autorregulase y vertiese sus riquezas sobre las manos de los más necesitados, siempre que además fueran industriosos (léase: estuvieran dispuestos, por ejemplo, a olvidarse de rémoras del pasado como el horario laboral, el salario mínimo, etcétera). 

Así las cosas, como la perspectiva no eran precisamente alentadora, se me ocurrió que tal vez había llegado la hora de montar una editorial propia para evitar estar a merced de este tipo de accidentes, cada vez más frecuentes en el sector editorial, y también para poder ejercer la edición de un modo más artesanal, instructivo y satisfactorio. Haría unos poquitos libros, los justos para subsistir, y asumiría gran parte del trabajo de distintos empleados –la gestión de derechos, la promoción y la prensa–, y también tareas que a menudo se externalizan en las editoriales, como las diversas lecturas de los textos o las traducciones. De modo que, como diría Ignacio Echevarría, me explotaría a mí misma, pero ya saben, sarna con gusto… 

El escritor urdió su ficción con muchos hilos del mundo real, y algunos de los que parecen más inverosímiles no son en absoluto invenciones

El proyecto me ilusionaba tanto como me aterrorizaba, porque no todo el mundo está hecho para ser capitán y marinero de una canoa según la hora del día –a un barco de verdad nunca aspiré– y, curiosamente, en los meses en que andaba fantaseando y sopesando la posibilidad de poner en marcha un proyecto propio y enterrar en él mis modestos ahorros –el negocio editorial requiere una inversión inicial pequeña, pero mucho tesón para resistir los primeros diez años– cayó en mis manos un magnífico ensayo del filósofo francés Jean-Marie Schaeffer titulado ¿Por qué la ficción? (Lengua de Trapo, Madrid, 2002) donde se examinaba la obra de la que vengo a hablarles: la biografía de Marbot escrita por el autor alemán Wolfgang Hildesheimer, que la editorial Tresmolins acaba de publicar en castellano. Como por aquel entonces aún no existía esta traducción, y yo no leo alemán, tuve que conformarme con la inteligente lectura que hacía Schaeffer de la obra, pero me pareció tan fascinante que decidí que mi editorial se llamaría Marbot, y el nombre de ese personaje ficticio amparó los treinta títulos que conseguí hacer imprimir antes de, ¡ay!, naufragar.

¿Qué tenía de fascinante la historia de Marbot tal como la presentaba Schaeffer? Según contaba el filósofo francés en un capítulo del libro (el tercero, “La ficción”), Hildesheimer había publicado en 1977 una monografía de Mozart que no tardó en convertirse en una obra de referencia, pese a causar polémica porque transgredía algunas de las convenciones de la biografía como género (de hecho, Hildesheimer nunca quiso llamarla biografía, sino ensayo biográfico). Cuatro años más tarde, en 1981, publicó una nueva obra, esta vez de un personaje desconocido, sir Andrew Marbot, ahora sí con el subtítulo Una biografía. ¡Por fin admitía que lo suyo era el relato de la vida de personajes notables! Por lo visto, los lectores alemanes recibieron con avidez la obra y quedaron fascinados por el protagonista: Marbot había sido un diletante a su pesar, un pintor frustrado que se había dedicado a reflexionar sobre la creación plástica, y había conocido a algunos de sus contemporáneos más conspicuos, como De Quincey, Byron, Turner, Delacroix, Schopenhauer, Goethe o Leopardi, todos los cuales habían quedado persuadidos de la inteligencia y sensibilidad de aquel inglés observador pero parco y poco dado a las efusiones. 

La incorporación de figuras históricas en el relato de la existencia de un personaje ficticio como Marbot era un artificio para insuflarle vida y darle verosimilitud

Naturalmente, Hildesheimer vertía testimonios de todos estos personajes (testimonios extraídos sobre todo de correspondencias y diarios) para elaborar o confirmar su propia lectura de la personalidad de Marbot, de las razones que habían motivado sus filias y fobias en materia artística o humana. Además, reproducía pasajes de las anotaciones de Marbot con reflexiones, lecturas e impresiones de las obras de arte que tuvo ocasión de contemplar en los museos británicos o italianos que visitó en su corta existencia… Porque Marbot “desapareció” de la faz de la tierra con tan sólo veintinueve años. Y es que, claro, parte de la fascinación del personaje era este misterioso destino: el casi seguro suicidio, aunque el hecho de que nadie encontrara jamás el cuerpo impedía afirmarlo tajantemente; eso, y que lo llevara a cabo de un modo tan meditado, desapareciendo en sentido figurado y literal.

Schaeffer, en su ensayo, no se detenía demasiado en el personaje de Marbot, porque lo que le interesaba era el hecho de que, pese a que jamás había existido, un buen número de lectores, entre ellos críticos curtidos en el ejercicio de la lectura atenta, tardaron mucho tiempo en advertir que la obra de Hildesheimer era una biografía ficticia o imaginaria con la que el escritor había vuelto a transgredir las convenciones y a proponer un nuevo género. El filósofo francés señalaba que, en las poquísimas notas al pie, no había apenas referencias bibliográficas, y tampoco tenía el libro bibliografía ni aparato crítico. Además, algún que otro de los supuestos personajes históricos, aparte de Marbot, era un invento, pero ¿eran pistas deslizadas por Hildesheimer para el lector sagaz, o quizá tan sólo convenientes subterfugios para defenderse cuando lo acusaran de haber querido engañar al personal? El propio Hildesheimer había declarado no tener la intención de engatusar a nadie, sino tan sólo de escribir una obra de ficción, pero, como no era un escritor de ficciones al uso, había acuñado un género híbrido a la medida de sus limitadas posibilidades: la biografía ficticia. 

Sea como fuere, lo que interesaba al filósofo francés era examinar en qué consistía ese supuesto nuevo género que había querido proponer el escritor alemán, en qué medida planteaba una nueva regla del juego capaz de acoger otras creaciones disfrutables para el lector. Y como también a mí me interesaba entender en qué consistía ese pacto que llamamos ficción y que cada nueva obra puede matizar o redefinir con éxito variable, me pareció que la de Hildesheimer, a juzgar por los argumentos de Schaeffer, debía de ser una contribución tan polémica como burlona a esa reflexión. Ha tenido que pasar más de una década, sin embargo, para que pudiese descubrir si el libro hacía justicia a mis expectativas.

Autor y personaje comparten el sentimiento de estar abocados al fracaso, quizá no tanto por su propia naturaleza como por la del arte que practican

Al leer por fin el Marbot de Hildesheimer he podido comprobar que la sorpresa de los lectores al descubrir que sir Andrew no había existido es comprensible, porque el escritor alemán urdió su ficción con muchos hilos del mundo real, y algunos de los que parecen más inverosímiles no son en absoluto invenciones. Pienso, por ejemplo, en una nota en que se cita el informe de exhumación del cadáver de Lord Byron, donde se lee: “Su órgano sexual mostraba un desarrollo a todas luces anómalo”. Yo misma, sabiendo que la obra era una biografía ficticia, tuve que buscar esta cita para comprobar que no era una socarronería, sino que, efectivamente, Elizabeth Longford incluyó este dato en su biografía de Byron (Londres, 1976). Pero como en 1981 no era posible despejar este tipo de dudas con una simple búsqueda en Google, para los primeros lectores de Marbot no debió de ser fácil deslindar lo ficticio de lo histórico. En este sentido, Schaeffer tenía razón al señalar que Marbot era un “fracaso”, puesto que resultaba muy difícil identificarla y disfrutarla como obra de ficción, mientras que como biografía era una patraña. 

Pero desde mi punto de vista, en otro sentido el “fracaso” de Hildesheimer es su logro, puesto que ilustra y ejemplifica a un tiempo que, en los términos de Ariosto, la literatura es ese arte “ch’al falso più ch’al ver si rassimiglia” (‘que está más cerca de lo falso que de lo verdadero’), es decir, que la verdad literaria extrae su sustancia del artificio. De modo que, en primera instancia, Marbot es un inteligente comentario –por sutil e irónico– sobre la credulidad de los lectores y sobre las convenciones establecidas para relatar. Se diría que, para Hildesheimer, la incorporación de figuras históricas en el relato de la existencia de un personaje ficticio como Marbot era un legítimo artificio para insuflarle vida y darle verosimilitud. Quizá su ficción sui generis era además una confesión, un modo jocoso de admitir que, igual que Marbot, también él había descubierto que “le faltaba el don creativo”… De hecho, como señala Cecilia Dreymüller en el prólogo de la edición castellana, en 1984 Hildesheimer abandonó definitivamente la escritura y dedicó sus últimos años de vida exclusivamente al dibujo y al collage. En cualquier caso, el resultado fue que Marbot pasó por un personaje real, e irónicamente este éxito es lo que con razón Schaeffer calificaba de fracaso: tan bien logró urdir Hildesheimer su relato, que dejó de resultar reconocible la condición ficticia de Marbot. Pero ¿qué novelista no querría fracasar así? Tal vez a esta paradójica situación aluda uno de los comentarios de Hildesheimer a propósito de su personaje: “A diferencia de tantos chapuceros, Marbot fue un maestro en el arte de fracasar”. 

Su primera relación sexual, y la única que consideró auténticamente amorosa, fue la que mantuvo con su madre

Y es que a lo largo de la biografía ficticia –o ficción biográfica– creada por el escritor alemán hay varios detalles que permiten sospechar que Marbot es en buena medida un trasunto del autor, o al menos una forma de elaborar parte de su experiencia distanciándose de ella, en concreto de los sinsabores de la creación artística y la vida intelectual. A juzgar por las diversas disciplinas que cultivó Hildesheimer (se formó como carpintero, estudió escenografía y diseño, fue traductor simultáneo en los juicios de Núremberg y editor de los protocolos judiciales, luego destacado traductor de Joyce y Beckett, autor de cuentos, novelas, obras satíricas de teatro y artefactos inclasificables como Mozart o Marbot, y por último, como ya he dicho, se dedicó al dibujo y al collage), se diría que autor y personaje comparten el sentimiento de estar abocados al fracaso, quizá no tanto por su propia naturaleza como por la del arte que practican, al filo de la calamidad en razón de la voluntad de redefinir con cada obra el espacio mismo de lo artístico o literario. El suyo sería un arte afín, pues, al de Joyce o Beckett, y al de muchos otros autores del siglo xx en la estela del primer romanticismo alemán, que, más que un movimiento, fue un puro proyecto siempre abierto a la crítica. Significativamente, una de las poquísimas notas al pie que se leen en el libro está dedicada a consignar un fragmento de Friedrich Schlegel incluido en los Fragmentos críticos. Aunque tal vez la referencia me llamó especialmente la atención porque la obra fragmentaria de Schlegel –Fragmentos del “Lyceum”Ideas y Fragmentos críticos– se publicó en la editorial Marbot en 2009, pese a que entonces no sabía yo que ambos nombres los había asociado el propio Hildesheimer en su obra. 

Pero hay otro aspecto de Marbot al que apenas prestó atención Schaeffer y que, desde mi punto de vista, es llamativo: lo que, al parecer, hizo tan fascinante la vida del personaje para los primeros lectores no fue sólo su probable suicidio a los veintinueve años, sino también que su primera relación sexual, y la única que consideró auténticamente amorosa, fue la que mantuvo con su madre. De modo que el artefacto de Hildesheimer es transgresor porque desdibuja la frontera entre ficción y realidad, pero además por los temas que aborda, dos auténticos tabús: el deseo incestuoso, prohibido en todas las culturas desde tiempos inveterados –del que sería síntoma el complejo de Edipo, piedra angular del freudismo–, y la muerte autoinfligida. Y diría que el interés por abordar esos dos tabús explica en buena medida la conveniencia de una biografía “ficticia”. ¿Qué clase de obra sería, para un lector más o menos omnívoro, una novela sobre un joven y ocioso sir del siglo xix que no pudo satisfacer su vocación artística, se acostó con su madre y terminó suicidándose? Diría que, con mucha probabilidad, un melodrama. ¿Y la biografía de un personaje del mismo siglo que se codeó con algunos de sus contemporáneos más inquietos (al menos en materia artística e intelectual), que vivió una atormentada relación incestuosa y se suicidó antes de cumplir los treinta? ¿No cambia la cosa? Pero ¿qué cambia?

La transgresión de géneros habría servido a Hildesheimer para encubrir otra transgresión tal vez mayor

Quizá tan sólo que la biografía ofrece una coartada tanto al autor como al lector para satisfacer la curiosidad por ambos temas, curiosidad mayor aún precisamente en la medida en que raras veces se los menciona por resultar incómodos, comprometedores, cuando no prohibidos. En tal caso, la transgresión de géneros habría servido a Hildesheimer para encubrir otra transgresión tal vez mayor: la de ocuparse de dos tabús casi intocables que, planteados como accidentes en la vida de un personaje “real”, parecen salvaguardar tanto al autor como a los lectores, cuyo interés por tales asuntos puede pasar por histórico. El hecho mismo de que tanto el autor como los lectores necesitemos un subterfugio resulta revelador, y diría que también en este sentido el artefacto de Hildesheimer es irónico. 

La biografía ficticia sería entonces el artificio ideado por el autor para lograr que nos asomemos a dos horizontes de la experiencia, fundamentales según el padre del psicoanálisis, que no obstante nos desazona considerar: no por casualidad son tabús. Tanto es así que, de hecho, apenas estoy segura de haber comprendido los pasajes del libro dedicados a exponer el deseo de Marbot por su madre. En cuanto al suicidio, hay algunas anotaciones escritas sin duda por alguien que ha conocido la retirada del deseo y el desaliento, y que tal vez sobrecogerán a quien los haya experimentado aun sin saber que vagaba por esa otra lábil frontera que separa el deseo del hastío. 

Marbot es pues un magnífico exponente de una literatura crítica, que cuestiona sus propios postulados y, al hacerlo, arriesga su condición de posibilidad y se coloca al borde del desastre. Qué lástima no haber podido leerlo antes… De haberlo hecho creo que, cuando perdí mi editorial, habría comprendido que aquel final tan triste era un perfecto correlato del Marbot de Hildesheimer: la escenificación de un empeño que no por fracasado era menos concienzudo. ¡O quizá de buen principio le habría dado un nombre menos rebuscado y gafe a mi sello!

--------------------

 

Elisenda Julibert (Barcelona, 1974) es editora y ensayista, autora de Hombres fatales. Metamorfosis del deseo masculino en la literatura y el cine (Acantilado, 2022).

Hace ya unos cuantos años trabajaba en la sede barcelonesa de una editorial académica fundada en Argentina en la década de 1940 y dedicada a prácticamente todas las disciplinas de las humanidades, cuando un gran grupo se propuso comprarla y los dueños aceptaron la oferta. Mi perspectiva cambió entonces de la...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Elisenda Julibert

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí