Noches del Botánico II
El latido de la esperanza
La noche madrileña estaba de infarto. Ni idea de lo que podía pasar. Los espectadores íbamos de la belleza al escrutinio y del escrutinio a la belleza
Pedro Calvo 25/07/2023
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23-J. Pum-pum, pum-pum… Sístole, diástole. Dentro del pecho, un concierto de latidos buscando melodía. Pum-pum, pum-pum… Contra reloj, la velada pintaba de lo peorcito pero el desfibrilador se quedó en la funda. La noche madrileña en el Botánico (y en todas partes) estaba de infarto. Ni idea de lo que podía pasar. Los espectadores íbamos de la belleza al escrutinio y del escrutinio a la belleza. El gallo negro estaba ahí, asomando por la pantalla del móvil, amenazando con cantar antes de acabar el día. La belleza la ponía un piquete de flamencos de ley: Josemi Carmona, Javier Colina y Bandolero. Y aguardaba más belleza a bocajarro con un piquete de mujeres de armas tomar: Sílvia Pérez Cruz, Liliana Herrero y María Gadú. La pantalla del móvil te escocía en los ojos. Pum-pum, pum-pum…
Minutos antes de las 21 horas, con el sol bajito y escapando, salió a escena ese trío flamenco que respira elegancia y sutileza. Flamenco extra virgen, altamente refinado. Lo hacen tres músicos con brillantes itinerarios individuales, con dos discos formidables que dan cuenta de esta aventura: De Cerca (2016) y Vida (2022). Similar al ecléctico itinerario de esos álbumes, fue su concierto en el Botánico. Comenzaron con la brisa brasileña de Cantiga (Chico Buarque/Edu Lobo) para empalmar directo con el tema “Vida”, del guitarrista Josemi Carmona (Madrid, 1971), hijo del catártico tocaor flamenco Pepe Habichuela. Javier Colina (Pamplona, 1960) anunció que continuaban con una pieza compuesta en 1938 para Broadway, “You And The Night And The Music”. Sonó tan flamenquísima como el celebérrimo “Spain” de Chick Corea, que hicieron a renglón seguido. Pasaban las 21 horas. Pum-pum. La pantalla del móvil anunciando que puede haber color.
Sílvia pletórica, un rayo de humanidad irrumpiendo antes de tiempo, borrando del reloj las horas inciertas
Y de repente, zas, sale Sílvia Pérez Cruz, que viene a ofrecer su corazón a los flamencos con dos versiones de apoteosis: la madrileña “La violetera” (Colina andaba loco con el canto de los pájaros del Botánico) y la caribeña “Ella y yo” (Colina bien loco, haciéndole las segundas voces a Sílvia). Y Sílvia pletórica, un rayo de humanidad irrumpiendo antes de tiempo, borrando del reloj las horas inciertas. Colina tiene su propio discurso arrasador, pero de reojo puede mirar a Charlie Haden o al cubano Cachao. Todos los acentos estaban en las manos de Bandolero (Madrid, 1976), con su cajón flamenco y su personal colección de tambores, platillos y panderetitas. Se enciende el móvil. Mal rollo. Sube el cafrerío y empieza a doler el escrutinio. Pum-pum. Los flamencos ofreciendo bálsamo. Josemi anunció que su padre y Enrique Morente hoy siguen ofreciendo energía y vida. Fue la presentación de las gloriosas alegrías “Morente Habichuela”. Y se fueron con el glamour de “Moon River”.
Pum-pum. La cosa se pone de tal manera que solo falta Edgar Allan Poe con el corazón delator en una mano. Sube la tensión cuando salen a escena tres señoras de quitar el hipo con el espectáculo “Territorios”. Se sientan alrededor de una mesa; en una esquina ocupa su puesto el brioso y dúctil guitarrista argentino Pedro Rossi, que corriendo la noche cantará una chacarera. Y empezó a correr el vino. Mujeres disfrutando mientras cantan, copa de vino en mano. Como en las tabernas donde el padre de Sílvia le enseñó a degustar la música. Bebían las señoras, bebía el caballero. Pum-pum. Explicó Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, 1983) que Liliana Herrero (Villaguay, Argentina, 1948) le había cambiado el chip. “Su canto te conecta con el presente”, dijo. En el último disco de Sílvia, Toda la vida, un día, están nuestras tres mujeres ilustres. Tienen el folklore (y los hábitos de la música popular) metido en los tuétanos. Verdad es todo lo que hacen. El vino seguía corriendo. Liliana Herrero desgranado filosofías duras y delicadas con el brote del Polaco Goyeneche agarrado a su garganta. La tercera, María Gadú (Sao Paulo, 1988), activista y voz telúrica, te deja tocao cantando la denuncia de “Axé Acapella”. Hacen un homenaje a la recién desaparecida Gal Costa y se entregan con delirio a los “Sonhos” de Caetano Veloso.
El momento más cardiaco lo pone Sílvia cantando con locura “Pequeño vals vienés”. ¡Qué manera tan auténtica de vivir los versos de Lorca con la música de Leonard Cohen y la inspiración flamenca de Morente! Todo se hace suspense, metáfora a metáfora. Suspense y placer. Sílvia encuentra una esquina en el vals para cantar la habanera “La paloma” y meter un fogonazo de la “Elegia a Ramón Sijé”, de Miguel Hernández. Al llegar a lo de “vals de muerte y de coñac, que moja su cola en el mar”, miro la pantallita. Pum-pum. Más trasiego de vino en el escenario. El reloj dice 23:21 horas. ¡La bomba, el facherío no llega con el tropecientos del voto escrutado! ¡Pim pam pum! Sigue la noche con las coplas del payador Atahualpa Yupanqui: “¡Viva el cerro colorado!”. Pum-pum… Suena la fiesta del gozo con “El tiempo está después”. La compuso el uruguayo Fernando Cabrera:
“Un día nos encontraremos.
En otro carnaval.
Tendremos suerte si aprendemos.
Que no hay ningún rincón.
Que no hay ningún atracadero.
Que pueda disolver.
En su escondite lo que fuimos.
El tiempo está después.”
Parece que el show acaba aquí. Las copas en alto. El vino corriendo. El facherío se queda con dos palmos de narices. “Cuidemos la cultura. Vivan nuestros pueblos”, proclaman las tres mujeres. Todo el mundo está móvil en mano. Y María Gadú levanta el puño. Algunos asistentes hacen lo propio. ¡Mare de deu, gente con el puño en alto y cantando en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII! ¿Y qué cantan, rediez? Las tres cantoras, metidas hasta las trancas en la realidad –pum-pum, pum-pum– se arrancan con “Gallo rojo, gallo negro”. Chicho Sánchez Ferlosio saltando de alegría en el más allá porque en el más acá abraza su himno de condena al franquismo y los fascismos. Otra parte de España, terca y bruta, quisiera que ya se acabe el día. Nasti. De momento, gatillazo habemus. Una noche para la historia.
“Gallo negro, gallo negro.
Gallo negro, te lo advierto.
Gallo negro, gallo negro.
Gallo negro, te lo advierto.
No se rinde un gallo rojo.
Más que cuando está ya muerto.
No se rinde un gallo rojo.
Más que cuando está ya muerto.”
23-J. Pum-pum, pum-pum… Sístole, diástole. Dentro del pecho, un concierto de latidos buscando melodía. Pum-pum, pum-pum… Contra reloj, la velada pintaba de lo peorcito pero el desfibrilador se quedó en la funda. La noche madrileña en el Botánico (y en todas partes) estaba de infarto. Ni idea de lo que podía...
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Pedro Calvo
Periodista chusquero. Nací en Cuatro Caminos (Madrid), en 1954. Vengo de los felices tiempos del estajanovismo plumilla. Me dio por escribir de músicas y de la tele. Tengo el humor ahí. Una manía. En RNE me dejan ponerme fino delante del micro.
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