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En el año 177 se produjo la Matanza de Lugdunum, o Lyon, en la Galia Romana, la Francia de hoy. En total fueron asesinadas 48 personas, por razón de su fe. Aquellos asesinatos tuvieron dos consecuencias importantes. La primera fue algo inesperado y que nunca había sucedido en su rotundidad hasta aquel momento. La impresión absoluta, la congoja, la empatía hacia las víctimas. Y la segunda fue otro fenómeno nuevo y también trascendente, otra primera vez, de la que os hablaré hoy.
Tras la matanza, el nuevo obispo de Lyon, Ireneo de Lyon, se hizo a sí mismo una pregunta importante. Y vigente, sea cual sea la época en la que se formule. Si nos viéramos obligados a morir por nuestras ideas, como era el caso, como era la posibilidad y la sensación después de la matanza de Lyon, ¿cuáles serían, precisamente, nuestras ideas? ¿Por qué moriríamos, por cuáles motivos, de manera sucinta, concreta y fehaciente?, se preguntó Ireneo. Y no es una pregunta fácil. No es fácil preguntarse a uno mismo por su propia esencia, por su límite, por lo absolutamente y sinceramente innegociable de cada uno. En todo caso, la respuesta de Ireneo, independientemente de cualquier otro factor y valoración, resultó importante. Si bien la fe de Ireneo contaba en aquella época con más de 70 evangelios conocidos, que explicaban esa fe, Ireneo lanzó la idea de que solo cuatro de ellos condensaban y depuraban la creencia que él defendía. Las personas de la fe de Ireneo morían, por tanto, por las palabras de esos cuatro evangelios. Esa certeza y apuesta fue importante para que, en el siglo IV, se establecieran esos cuatro evangelios como canónicos, y en el siglo XVI se cerrara la lista oficial de los libros del Nuevo Testamento. En todo caso, desde alrededor del año 180, tras la reciente matanza de Lyon, las personas que compartían la creencia de Ireneo y que, precisamente por ello, podían ser asesinadas, sabían el porqué de su hipotética muerte. Por, fundamentalmente, cuatro textos. Lo que no solo es difícil sino que, para los no creyentes, nos resulta, además, difícil de comprender.
La pregunta de Ireneo no es baladí. Y no es baladí formularla y responderla precisamente ahora. Es un cambio de época. Y van a suceder cosas. De hecho, hace cierto tiempo que empezaron a suceder. No está nada claro ni seguro que suceda otra vez la muerte y la matanza, por supuesto. Pero empieza a haber la seria sospecha de que habrá, de que volverá a haber, castigos severos y ejemplarizantes, esa gama amplia de posibilidades infinitas. Podrán ser insultos, golpes, señalamientos, desprecio, silenciamiento. Podrá consistir en perder el trabajo o en simplemente perder. Podría consistir en callar o en vigilar muy mucho lo que se dice. Nuestras ideas empiezan a ser una fuente de riesgo. ¿Cuáles son, precisamente y por ello mismo, nuestras ideas? ¿Por qué moriríamos –civilmente, al menos–, de manera concreta y fehaciente? No dejo de pensar en ello. Y no llego a ninguna respuesta. No lo haríamos por un texto, por una constitución, por un evangelio. No por una bandera. No lo haríamos por algo que se pudiera gritar. Me cuesta ver, al menos, un texto, una bandera, un grito que nos acompañe y reconforte, con nuestra consciencia repleta de sí misma, mientras nos escoltan hasta el barranco. Veo más bien, y con mayor facilidad, que seremos conducidos a él mientras nos leen un texto, nos enseñan una bandera y nos gritan. ¿Cuáles son nuestras ideas? Es importante esa pregunta, pues nuestras ideas serán nuestro destino. Y, me temo, nuestro destino será, justamente y precisamente, no tener texto, bandera o grito. ¿Por qué moriremos? ¿Por qué seremos castigados? No por lo que tenemos, si no, tal vez, por lo que nunca hemos tenido, por lo que nunca hemos hecho. Como siempre ha sucedido.
En el año 177 se produjo la Matanza de Lugdunum, o Lyon, en la Galia Romana, la Francia de hoy. En total fueron asesinadas 48 personas, por razón de su fe. Aquellos asesinatos tuvieron dos consecuencias importantes. La primera fue algo inesperado y que nunca había sucedido en su rotundidad hasta aquel momento. La...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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