la democracia en peligro
Paisajes después de la batalla
Entre los posibles escenarios poselectorales, hay uno que no se ha vivido en ningún país de la UE: el cuestionamiento del sistema. El PP, con las alarmas infundadas sobre Correos, está abonando el terreno
Jesús López-Medel 20/07/2023
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Tomo prestado el título –Paisajes después de la batalla– de la novela de un gran escritor español de la segunda mitad del siglo XX, Juan Goytisolo, para plantear algunas hipótesis que pudieran acontecer tras las elecciones del próximo domingo.
La campaña electoral era ciertamente una batalla, al menos así lo creía uno de los dos combatientes, aunque el más bandido de los bandos la ha planteado como una guerra total, donde no ha tenido reparo en utilizar armas de destrucción masiva y bombas de racimo. No quiero pensar qué habría sucedido con Pedro Sánchez si este hubiese compartido vacaciones con un narcotraficante cuyos sucios negocios llevaron a tantos jóvenes a la muerte.
Pero vayamos al 24 de julio. La festividad de Santa Brígida, jornada electoral, dejará paso a una resaca que será larga. Y, según los resultados, se abrirán escenarios posibles en lo que se refiere al futuro de España.
El primero, una bomba de relojería, supondría algo muy grave y que nunca antes ha sucedido en más de 40 años de democracia: el cuestionamiento de la legitimidad de unos resultados electorales. Pudiera ocurrir que la suma de PP y Vox se acercase pero no alcanzase la mayoría absoluta. Ante la total incapacidad de conseguir más apoyos por el afán totalizador, la derecha y la ultraderecha pudieran cuestionar el resultado. Ojalá no suceda así, pero nadie conocedor de quién es esta gente y de cómo actúa puede decir que sea algo descartable.
Ya un exmiembro del Tribunal Constitucional (en verdad era un agente secreto al servicio del PP) y en la actualidad nada menos que fiscal ante el Tribunal Supremo, un tal Antonio Narváez, en una cena de Feijóo con fiscales conservadores a modo de conciliábulo, celebrada en abril de este año, puso bajo sospecha los resultados electorales. Eso solo ocurre en repúblicas bananeras donde partidos escasamente leales a la Constitución son capaces de cuestionar la legitimidad de las elecciones. Eso no ha sucedido nunca en un país de la Unión Europea, pero no duden de que puede ocurrir aquí. A ese fiscal de ideología nada democrática y poco digno se le ha sumado en pleno el PP.
Este partido y bajo la dirección de quien fue pesebrero de Aznar como presidente de Correos (antes en Insalud) en el año 2000, no ha dudado, por si acaso no gana, en sonorizar aún más las alarmas infundadas e irresponsables sobre el funcionamiento de los servicios de esta entidad, para alentar las dudas sobre el funcionamiento democrático de los servicios públicos del país. Es muy grave.
El Gobierno ha reforzado su plantilla para unas votaciones donde se han solicitado 2,6 millones de votos anticipados, y quienes en tiempo legal hayan solicitado la emisión de su voto por esta vía, podrán hacerlo.
Sin embargo, Feijóo sigue sembrando dudas y sombras sobre el voto a través de Correos en lo que parece una estrategia para no admitir los resultados en caso de que no ganaran o no lo hiciesen con la fuerza que aspiran. Ya lo hizo Donald Trump –un ejemplo en el constante uso y abuso de la mentira– en las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos de 2020, en las lanzó un ataque frontal contra el voto postal. Y también lo hacen las derechas latinoamericanas cuando pierden. Hemos visto estos días cómo en Guatemala han intentado sacar de la contienda electoral al candidato progresista del Movimiento Semilla.
Feijóo sigue sembrando dudas y sombras sobre el voto a través de Correos en lo que parece una estrategia para no admitir los resultados en caso de que no ganaran
No, no se pararán ante nada. Y, si es preciso, pedirán un nuevo conteo oficial en todos los lugares donde estuviesen cerca de conseguir un escaño más. Buscarán votos debajo de las piedras, aunque allí solo encuentren los huevos de sus víboras. No dudarán si ven la posibilidad de rascar algo, contribuyendo así a hacer más daño personal a Pedro Sánchez –aunque con ello se lo hagan a España, tal y como ha sucedido en sus constantes denuncias ante la Comisión Europea–.
Otra posibilidad, que también maneja el PP en su agenda, es seguir con la matraca de que gobierne el partido más votado. Pero olvidan que el sistema parlamentario español no es mayoritario sino proporcional, y que la construcción de mayorías estables ha de producirse mediante acuerdos en la Cámara. El PP, con sus políticas ultras, solo puede tener como socio al otro partido ultra, aún más peligroso.
El Partido Popular se está comportando de un modo tan cínico que, si tuviese una mayoría cómoda pero insuficiente, intentará aparentar su distancia con Vox y buscará la abstención del PSOE. Ya en una ocasión (no estaban estos neofascistas) el partido socialista les facilitó, equivocadamente, la gobernabilidad a cambio de nada. “Si gobernamos con Vox, es por culpa del PSOE”, esgrimirán. Como suena.
El PP pedirá a los socialistas que se abstengan en la votación para hacer ver que ellos no quieren cogobernar con Vox
El PP pedirá a los socialistas que se abstengan en la votación para hacer ver que ellos no quieren cogobernar con Vox. Y como el PSOE se negará, les culparán de que los ultras entren en el gobierno. Pero esto también es mentira y cinismo, pues en las comunidades autónomas –o en el municipio más pequeño de España– en las que han podido unirse para conseguir el poder están juntos en amor y compañía, aceptando las barbaridades ideológicas de los neofascistas o minimizando lo que consideran excentricidades, que son, verdaderamente, algo más.
La única manera de que la democracia no quede afectada implica la movilización frente a la extrema derecha y el partido que, de forma más cínica, tiene dos ejes: la mentira y el odio. De todo esto, acaso con retraso, la ciudadanía ha ido dándose cuenta, pero los demócratas debemos intensificar el llamamiento a la participación.
La última consideración que quiero hacer se refiere a las personas que en las anteriores generales votaron al PSOE –Sumar mantiene vivo el voto de UP e incluso incrementa su apoyo– y que ahora, dicen las encuestas, darían su apoyo al PP. Es muy legítimo y saludable cambiar de papeleta, sobre todo si el partido que se votó ha podido decepcionar. El PSOE en algunas cosas ha errado y es consciente de que debe rectificar.
Sin embargo, en esta ocasión ese cambio de papeleta no va sólo en favor del PP, sino del socio que inevitablemente le acompañará en el Ejecutivo: Vox. Pensar en Abascal como vicepresidente del gobierno de España, pensar en la ultraderecha, ocupando ministerios como el de Cultura y Educación, debería poner los pelos como escarpias a alguien que hace cuatro años votó al PSOE y que ahora va a hacer posible que, en la práctica, acaben gobernando PP y Vox. Ojalá que algún enfadado con Sánchez se quede en casa antes que votar indirectamente a Vox con la papeleta del PP. Ese voto sería letal para esos paisajes después de la batalla. Avisado queda.
Tomo prestado el título –Paisajes después de la batalla– de la novela de un gran escritor español de la segunda mitad del siglo XX, Juan Goytisolo, para plantear algunas hipótesis que pudieran acontecer tras las elecciones del próximo domingo.
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Jesús López-Medel
Es abogado del Estado. Autor del Libro “Calidad democrática. Partidos políticos, instituciones contaminadas. 1978-2024” (Ed. Mayo 2024). Ha sido observador de la Organización de Estados Americanos (OEA) y presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Democracia de la OSCE.
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