Vivos de milagro
Oligarcas, prevaricadores y goles con la mano
Los gañanes de la lista Forbes que mandan en el fútbol, los medios y la política han impuesto un marco tóxico y reaccionario (la igualdad es una mierda, la verdad no existe y los ricos siempre ganan) que contamina toda la esfera pública
Miguel Mora 26/01/2024
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Ahora lo saben hasta los niños. La Liga española es un duopolio corrupto en el que manda con mano de hierro el oligarca Florentino Pérez, mientras el Barcelona post-Messi ejerce como único rival tolerado por el capo y los demás equipos actúan como comparsas. Si por casualidad uno de estos acompañantes pone en peligro el dominio alterno de los dos clubes-Estado, el jefe de la SuperLiga pone en marcha a sus medios de cabecera (As, Marca y RMTV, un engendro gestionado por Telefónica y por la empresa de un notorio locutor de radio a sueldo de Pérez) para condicionar cada semana a los árbitros que la Federación designa para sus partidos. A Florentino no le gusta nada el VAR, pues después de décadas de robar con total gracejo e impunidad el 90% de los partidos importantes, la tecnología introdujo por fin un filtro menos manipulable por el factor humano. De manera que, poco a poco, entre las persecuciones y los castigos a los colegiados que alguna vez osaron equivocarse o perjudicar al Real Madrid, el oligarca se las ha apañado para ir moldeando también el arbitraje virtual a su antojo. Y el domingo pasado, tras haber caído eliminado de la Copa por el rival más odiado en Concha Espina desde 1903, el pobre colegiado Hernández Hernández (que llevaba un año sin pitar al Madrid por edicto del zar) desplegó todas las mañas posibles para que el Real remontara contra el colista de la Liga, el Almería, que había osado ponerse 0-2 en el Bernabéu. El escándalo dio la vuelta al mundo, y los memes no dejan lugar a discusión: fue un robo a mano armada perpetrado desde el VAR, la herramienta que había venido a poner un poco de justicia en el deporte más corrupto del mundo.
Hernández Hernández corrigió hasta tres veces al árbitro de campo, un apocado debutante que no sabía con quién se estaba jugando los cuartos, y además de eso no le informó de varias jugadas más que hubieran perjudicado al Trampas. Una mano previa de Vinicius Mandela Jr. al gol que acabó metiendo con la mano; dos faltas clarísimas de dos delanteros madridistas a dos defensas andaluces en el instante anterior a que uno de estos rozara el balón con la mano (lo que hubiera invalidado el penalty que H.H. animó a pitar a Maeso); la entrada ilegal de Luther King Jr. en el área antes de que se tirara el penalti: y dos tarjetas amarillas consecutivas a Carvajal, el gusarapo de Vox: una por quitarse la camiseta y la otra por abrazarse con la grada fans para celebrar la remontada perpetrada contra el pobre Almería.
El prevaricador del VAR usó todos los trucos del veterano que abusa de su autoridad ante el novato: le hurtó imágenes cruciales que desmentían lo que afirmaba con la boca, le pastoreó con artes sibilinas, medias verdades y muchas palabras en inglés para llevarlo a su terreno, y lo convirtió en un pelele, pues todas las veces que H.H. intervino o no intervino tuvieron el mismo sentido: favorecer al club señorial de Concha Espina.
Quizá como perseguido de larga duración, H.H. aprendió la lección y se vio condicionado, o quizá quiso evitarle a su joven colega los vídeos mafiosos de RMTV que él lleva sufriendo meses. O quizá su jefe le llamó en el descanso y le recordó que el Trampas no podía perder contra el colista tres días después de haber sido eliminado de la Copa. Sólo él lo sabrá.
Lo más gracioso es que el Comité de Árbitros, ese ente que han presidido socios, exsocios y amigotes del Real Madrid sin interrupción desde que El Mal nació hace 122 años, no tardó ni 24 horas en premiar a H.H. con su presencia, de nuevo al frente del VAR, en el partido de Copa Atleti-Sevilla que se celebró ayer. En vez de analizar en público posibles errores y aciertos, y decidir después si lo hizo bien o mal, la Federación guardó silencio absoluto y premió al arrepentido. Mensaje mafioso de obvia intención: H.H. ya es uno de los nuestros. Como dijo RMTV: “Eso es lo que queríamos, lo que estábamos pidiendo”. Si sigue por ese camino, pueden apostar a que dirigirá muchos partidos de la Champions y arbitrará mucho al Real Madrid a partir de ahora.
Por suerte, H.H. se portó como un árbitro honrado en la última jugada del Atleti-Sevilla, cuando Gil Manzano, de infausta memoria rojiblanca pitó un penalti en el minuto 95 a favor del Sevilla. H.H. llamó a Gil y le dijo que fuera a verlo al monitor porque el jugador del Atleti solo tocó balón y no pierna. Claro, robarle al Atleti en su casa es más complicado que robarle al pobre Almería en la lata de sardinas de la Castellana.
En fin, yo quería haber escrito una crónica política-mediática y no sobre la corrupción arbitral, pero se ve que me pierde el antimadridismo que mamé en la familia desde pequeño. Lo realmente escandaloso no es que un árbitro se raje en el Bernabéu sabiendo el calvario que le espera después. Lo más sangrante y más político es que el 99% de los medios privados, concertados y dopados de Madrid y Valdebebas, con Ferreras e Inda a la cabeza, se han puesto a las órdenes del Ser Superior y han tratado de convencer al mundo de que la remontada ante el Almería fue no solo épica, sino ética y estética.
Mientras Vinicius recordaba que ya metía golazos con el hombro en Copacabana, Ferreras acusaba al antimadridismo de exagerar
Mientras unos glosaban el gol de zamorana de Vinicius Clay Jr. con una entrevista en la que el muchacho recordaba que ya metía golazos con el hombro en Copacabana, Ferreras acusaba al antimadridismo de exagerar la nota y sacaba a pasear el Caso Negreira con un informe de la Guardia Civil (que acababa de concederle el premio al mejor periodista de España) en el que se desvelaban distintas gilipolleces sin la menor relevancia penal.
Como saben, lo de Negreira es que el Barcelona pasó 20 años dando dinero al vicepresidente de los árbitros a cambio de asesorías arbitrales; un ejercicio poco estético, desde luego, que en Can Barça se definió como “corrupción a la defensiva”, sugiriendo que quizá ellos eran el Trampes y pagaban al vice, pero que si lo hacían no era para que los árbitros les ayudaran sino para compensar los favores arbitrales a otro equipo (adivinen cuál). Traducido del catalán: sí, pagamos al vicepresidente porque el presidente ya estaba comprado.
No ha sido Ferreras el único comunicador de las cloacas en salir en defensa del buen nombre del Real Trampas de Madrid. Esteban Urreiztieta, firma muy apreciada en el gabinete Villarejo de noticias falsas, sacó también un pedazo de portada con no sabemos qué otras chorradas sobre el caso Negreira, mientras la legión de redactores y medios a sueldo de Florentino ponían el grito en el cielo; no por la obscena exhibición del robo en directo, sino, agárrense, por la filtración de los audios que la Federación no quiso publicar a un periodista y youtuber catalán.
Por su parte, el colectivo arbitral, que lleva meses sufriendo los ataques intimidatorios de RMTV antes de pitar al dueño del cortijo, nunca se ha atrevido a denunciar esas presiones. En cambio, tardaron solo 24 horas horas en presentar una denuncia contra el anónimo whistleblower que osó filtrar el contenido íntegro de los vergonzosos audios. Como dijo Simeone, “creen que somos todos tontos, y eso es lo que da más bronca”.
Una última nota política. Estos días, la vicepresidenta de Trabajo se ha declarado forofa de Zara y de Amancio Ortega; e Íñigo Errejón ha sido designado como nuevo portavoz de Sumar en el Congreso. Basta con sumar dos y dos: Amancio tiene toda la simpatía de Yolanda Díaz. Y Errejón, madridista confeso, tiene toda la simpatía de Florentino Pérez: de hecho, fue él el redactor e impulsor de la declaración solemne del Congreso de los Diputados que condenó el año pasado los insultos racistas sufridos en Valencia por Vinicius Mandela Jr., cuando Pérez mandó a galeras al árbitro que expulsó al brasileño y el Comité de Competición anuló la sanción. Todos los partidos firmaron el documento, incluido Vox.
La buena noticia es que hoy el mundo sabe mejor que ayer que el gran negocio del fútbol y la política española está dirigido por una banda de estirpe mafiosa
Los dos oligarcas, especialistas en el arte de eludir impuestos, explotar niños, esquilmar indígenas, abrir sucursales en paraísos fiscales e imponer sus relatos en los medios, son los grandes intocables de la democracia española. Incluso para esta nueva izquierda que goza desde hace un tiempo del favor de los periodistas más deshonestos, tal vez en agradecimiento por haber dado el tiro de gracia a Podemos hasta reducirlo a un partidito del Grupo Mixto.
Nuestros megarricos y sus cloacas controlan jueces, árbitros, presidentes autonómicos, reguladores, sorteos y calendarios deportivos, fuerzas de seguridad pública y privada, alcaldes y contratas. Son cada vez más transversales y poderosos porque imponen su visión del mundo (la igualdad es una mierda, el más rico siempre tiene razón) por todo el arco ideológico: los digitales ultras, los diarios deportivos y también los progresistas. Tienen bufones, trovadores, cantamañanas, trolls, espías e infiltrados por todas partes, y usan su poder para doblegar voluntades, difamar, presionar, amenazar, controlar daños, decidir portadas, temas y argumentarios, condicionar negocios o cotizaciones, promover nuevos negocios y competiciones y decidir el derecho de admisión o chantajear o “matar” a quien se atreva a hacerles frente.
Siempre, sin rendir cuentas ante el público ni la justicia, porque el trabajo sucio lo hacen los siervos: los Ferreras, Inda, Jabois, Bustos, Caño, David Álvarez, y tantos más, cada uno en su estilo, mueren por ir al palco de la lata de sardinas y suben al avión privado de las Champions no porque sean especialmente majos, sino por defender siempre al amo del cotarro y escribir al dictado. Sus capos son los sucesores del emérito exiliado. Como a él, solo les interesa el dinero y humillar a los que les oponen alguna resistencia, y como él, gozan de total impunidad. O mejor dicho, de absoluta inviolabilidad.
Dicho esto, la buena noticia es que hoy el mundo sabe mejor que ayer que el gran negocio del fútbol y la política española está dirigido por una banda de estirpe mafiosa, opaca, tramposa, cínica y desinhibida, capaz de celebrar como una orgía romana un atraco histórico al último de la liga y de explicarte que ese provocador de medio pelo llamado Vini Jr. es en realidad una víctima indefensa del racismo, y que además jamás metería un gol con la mano, porque él solo los mete con el hombro, mira, en Copacabana los metía así, con el hombro. ¡Golazo!
Solo cabe esperar que la contaminación del espacio público provocada por esta putrefacta estructura con superpoderes, ni democrática ni electa ni sometida a escrutinio público, y formada por gentes de todo pelaje e ideología no acabe destruyendo del todo la inteligencia, la rebeldía y el pensamiento crítico de tantos ciudadanos que conocen de sobra el percal y que todavía se resisten a tragarse las patrañas y las cortinas de humo de nuestros impresentables gañanes de la lista Forbes (incluidos, por supuesto, Gil y Cerezo, a quienes los atléticos sufrimos desde que, hace ya más de 30 años, se apropiaron de forma indebida del club, y que tras vender el Calderón para hacer pisos se disponen ahora a construir una playa de surf en el páramo de la Peineta).
Ahora lo saben hasta los niños. La Liga española es un duopolio corrupto en el que manda con mano de hierro el oligarca Florentino Pérez, mientras el Barcelona post-Messi ejerce como único rival tolerado por el capo y los demás equipos actúan como comparsas. Si por casualidad uno de estos acompañantes pone en...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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