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Durante los dos últimos fines de semana, más de un millón de personas se han manifestado en Alemania contra las posturas racistas e inhumanas defendidas por el partido de derechas Alternativa para Alemania (AfD): la mayor movilización contra la extrema derecha en la historia del país. Las manifestaciones tuvieron lugar a raíz de las revelaciones sobre los planes de reasentamiento forzoso de inmigrantes que respaldaban algunos funcionarios de AfD. Los miembros del Gobierno –una coalición de socialdemócratas (SPD), verdes y liberales (FDP)– y los partidos conservadores (CDU/CSU) han aprovechado esta oportunidad para presentarse como defensores de la humanidad. Pero, ¿hasta qué punto es creíble esta reivindicación moral en la práctica?
Cuando dirigimos nuestra mirada a la Franja de Gaza, que el ejército israelí ha reducido en gran parte a escombros, vemos que allí obviamente se aplican normas éticas completamente diferentes. El Gobierno alemán sigue apoyando la brutal campaña militar de Israel, que ya ha asesinado a más de 27.000 personas, la mayoría mujeres y niños. 66.000 personas han resultado heridas, innumerables gravemente traumatizadas, 1,7 millones han sido expulsadas de sus hogares, que en gran parte han sido destruidos. Puesto que Israel también está bombardeando hospitales y bloqueando el acceso a una cantidad suficiente de ayuda humanitaria, a muchos niños se les están amputando miembros sin anestesia. Cualquiera que vea estas imágenes e informes –que rara vez se muestran en los medios de comunicación alemanes– no puede sino quedarse atónito de que la tan cacareada “comunidad internacional”, incluido el Gobierno alemán, pueda permitir que se cometan estas atrocidades.
El Gobierno alemán sigue apoyando la brutal campaña militar de Israel
La ONU y las principales organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han señalado en repetidas ocasiones que las acciones de Israel constituyen una violación generalizada del derecho internacional. La Cuarta Convención de Ginebra, que Israel también ha firmado, prohíbe el castigo colectivo de las poblaciones y estipula la protección activa de las instalaciones civiles, en particular los hospitales. Según la convención, estos tipos de violación se consideran crímenes de guerra.
El 29 de diciembre de 2023, Sudáfrica demandó a Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de La Haya por violación de la Convención sobre el Genocidio, apoyada desde entonces por numerosos Estados, entre ellos Brasil, Colombia, Chile, Indonesia, Bangladesh, Namibia, Turquía y la Liga Árabe, a la que pertenecen veintidós Estados. En su decisión preliminar, el Tribunal Supremo de las Naciones Unidas consideró que esta denuncia era “plausible” a la vista de los hechos presentados y pidió a Israel, en una decisión urgente, que garantizara la protección de los civiles y permitiera el acceso sin trabas de la ayuda humanitaria. Israel, uno de los signatarios de la Convención sobre el Genocidio de 1948, hasta ahora ha ignorado esta decisión en gran medida.
El Gobierno alemán, por su parte, ha intervenido ante el TIJ para ponerse de parte de Israel. Según una declaración gubernamental, la acusación de Sudáfrica carecía de “fundamento alguno”, mientras que Israel se limitaba a “defenderse” de los ataques de Hamás. Sin embargo, el Ejecutivo alemán no dijo ni una palabra sobre cómo la matanza de decenas de miles de civiles indefensos y el bombardeo de escuelas, hospitales e instituciones culturales pueden seguir calificándose de defensa propia.
Este posicionamiento coincide con el comportamiento anterior de la coalición gobernante. Desde el inicio de la ofensiva israelí, el Gobierno alemán ha multiplicado por diez las entregas de armas a Israel. También está respaldando verbalmente sus acciones, que violan el derecho internacional. Olaf Scholz, por ejemplo, declaró a mediados de noviembre del año pasado que el Gobierno de Netanyahu estaba cumpliendo con el derecho internacional y los derechos humanos. Calificó de “absurdas” las acusaciones de que Israel estaba violando estos derechos en Gaza, en un momento en que las organizaciones de derechos humanos y la ONU llevaban tiempo dando la voz de alarma ante las fuertes sospechas de crímenes de guerra masivos. Aunque la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, pide de vez en cuando que se salve a los civiles, el apoyo militar, jurídico y político a las acciones de Israel sigue siendo de facto inquebrantable. En la UE, por ejemplo, Alemania ha bloqueado una declaración que pedía un alto el fuego.
Desde el inicio de la ofensiva israelí, el Gobierno alemán ha multiplicado por diez las entregas de armas a Israel
Ningún grupo parlamentario del Bundestag alemán alza la voz contra la devastación de la Franja de Gaza y la continuación de las matanzas masivas. Sólo los dos pequeños grupos que quedan tras la escisión del Partido de la Izquierda, incluido el BSW, dirigido por Sahra Wagenknecht, piden un alto el fuego, en consonancia con la abrumadora mayoría de 153 países de la Asamblea General de la ONU.
¿Qué nos dice todo esto sobre la cordura ética de esos partidos –desde los Verdes hasta el SPD y el FDP, pasando por la CDU/CSU– a los que les gusta presentarse a bombo y platillo como guardianes de la moral y los valores superiores? ¿Qué credibilidad puede reclamar la lucha contra el extremismo de derechas en casa si los líderes políticos apoyan a un Gobierno en Israel que es a su vez y en gran medida de extrema derecha, y comenzó a derribar las piedras angulares de la democracia israelí en el verano de 2023, empezando por la independencia de los tribunales? ¿Qué lecciones ha aprendido de su historia la dirección política alemana cuando apoya a un Gobierno cuyos miembros se refieren a los palestinos como “animales” y se han entregado a una ciega campaña de venganza en Gaza?
El mundo cada vez muestra más su desaprobación hacia Alemania. El presidente de Namibia, Hage Geingob, por ejemplo, acusó a Alemania por su “incapacidad para aprender las lecciones de su terrible historia” y pidió al Gobierno alemán que reconsiderara su decisión de ponerse del lado de Israel en el TIJ. Ante la desbocada “cultura de la cancelación” de los actos críticos con Israel, los artistas e intelectuales internacionales también dan cada vez más la espalda a Alemania. La Premio Nobel francesa Annie Ernaux, por ejemplo, se ha sumado a una iniciativa que pide el boicot de las instituciones culturales alemanas gestionadas por el Estado porque Alemania aplica una política “macartista” que suprime la libertad de expresión. Alemania cada vez se aísla más internacionalmente con su posicionamiento en el conflicto de Gaza. El doble rasero es simplemente demasiado obvio: mientras el Gobierno alemán ha insistido repetidamente en el respeto al derecho internacional en relación a la guerra de Ucrania, esto ya no parece tener importancia cuando se trata de un aliado como Israel.
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Este artículo se publicó originalmente en inglés en Scheerpost.com
Traducción de Paloma Farré.
Durante los dos últimos fines de semana, más de un millón de personas se han manifestado en Alemania contra las posturas racistas e inhumanas defendidas por el partido de derechas Alternativa para Alemania (AfD): la mayor movilización contra la extrema derecha en la historia del país. Las manifestaciones tuvieron...
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Fabian Scheidler
Fabian Scheidler es escritor autónomo y trabaja para Berliner Zeitung, Le Monde diplomatique, Taz Die Tageszeitung, Blätter für deutsche und internationale Politik entre otros medios. En 2009 obtuvo el Premio de Periodismo Crítico Otto Brenner.
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