RETRATO
Christy Brown, ¿un héroe de la discapacidad?
El debate abierto a partir de la reforma del artículo 49 de la Constitución invita a recordar, con sus luces y sombras, la figura del autor de ‘Mi pie izquierdo’
Gonzalo Gómez Montoro 22/03/2024
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La reforma del artículo 49 de la Constitución Española puso el asunto de la minusvalía en el centro del debate público, el pasado mes de enero. Sin embargo, nadie parece haber recordado, con este motivo, que justo este año se cumplen siete décadas de la publicación de Mi pie izquierdo, la autobiografía de Christy Brown (Dublín, Irlanda, 1932-Somerset, Inglaterra, 1981), un libro que cambió nuestra visión de la discapacidad.
Mi pie izquierdo –y su adaptación al cine, de cuyo estreno se cumplen, asimismo, treinta y cinco años– dio lugar a dos creencias sobre la discapacidad que nadie osa cuestionar. Una: que, por grave que sea, cabe superarla con apoyo y tesón; la otra: que la familia debe volcarse en ella de forma incondicional. No obstante, ni el libro ni el filme contienen tales ideas y la vida de Brown las desmiente.
Christy Brown nació con una parálisis cerebral que le impedía hablar, así como mover las extremidades. Considerándolo un caso perdido, los médicos aconsejaron a su madre dejarlo internado en alguna institución, pero ella, percibiendo la inteligencia del bebé, lo crió con sus hermanos (era el séptimo de trece hijos), en el hogar familiar.
Allí Christy aprendió a escribir asiendo un lápiz con los dedos del pie izquierdo –la única parte del cuerpo que controlaba– y, con veintidós años, publicó Mi pie izquierdo, el primer testimonio sobre una lesión que entonces era casi desconocida.
A pesar de su éxito (del libro se vendieron varios cientos de miles de ejemplares en diversos idiomas, y la película tuvo millones de espectadores), la historia de Christy Brown no habría sido tan influyente si el catolicismo, primero, y la psicología positiva, después, no hubieran ilustrado con ella algunas de sus ideas.
La Iglesia Católica destacó de hecho el lazo familiar en Mi pie izquierdo, hasta considerarlo decisivo. En The Normal One: Life with a Difficult or a Damaged Sibling, Jeanne Safer señala sin embargo la indignación de los Brown al enterarse de que supuestamente habían comido gachas durante meses, para ahorrar dinero y así comprar una silla de ruedas para Christy.
El catolicismo usó también la historia de Brown para atacar el derecho al aborto, en caso de malformación del feto: otras posibilidades de superación con “final feliz” –sugieren– no se darían si interrumpimos la gestación al ver signos de discapacidad.
Respecto a la psicología positiva, Christy mostraba “la posibilidad de ser feliz, por duras que sean las circunstancias”. Por estos motivos, la Iglesia Católica y los discípulos de Martin Seligman idealizaron la vida de Brown (“murió habiendo sido muy feliz”, asegura en el texto de cubierta su editorial española, la cristiana Rialp), algo que también hizo el filme Mi pie izquierdo, con un happy end.
Esta idealización no se habría producido sin el desconocimiento existente sobre cómo fue la vida de Brown después de publicar Mi pie izquierdo. La primera biografía sobre él –Christy Brown’s Women, de Anthony J. Jordan– apareció de hecho nueve años después de su muerte, con una escasa tirada. La segunda –Christy Brown: The Life That Inspired My Left Foot, de Georgina Louise Hambleton– vio la luz en 2007. Ambas muestran que entre 1954 y 1981 el autor vivió alcoholizado y deprimido, con pocos momentos de felicidad.
Esto se debió –según Jordan– a que Brown no aceptó su discapacidad: “Se enfadaba mucho con los demás y consigo mismo… La minusvalía siempre le irritó […] El haber logrado tantas cosas y, aun así, depender de los demás no dejó de enojarle”. Brown requería de hecho ayuda para comer, beber, vestirse y orinar (su padre se encargó de ello hasta su muerte, en 1955). Asimismo, Christy no asumió ser considerado “un discapacitado artista, no un artista con discapacidad”.
Sea como fuere, Christy pronto tuvo problemas con la bebida: en 1959 ingresó durante varias semanas para recuperarse de su excesivo consumo de alcohol. La adicción se debía también a su difícil relación con las mujeres: según Hambleton, la cura siguió a una crisis con Beth Moore, con quien Brown se carteaba desde 1955, después de que ella leyera, emocionada, Mi pie izquierdo.
La relación de Beth –una norteamericana infelizmente casada, con tres hijos– y Christy duró quince años. En este tiempo él la visitó en su país en tres ocasiones, y residió en su casa varios meses. Allí, gracias a la disciplina que ella impuso, Brown escribió el que consideraba su mejor libro: El hombre que miraba pasar los días (Down All the Days, en su versión original), publicado en 1970 con gran éxito y dedicado a Moore “por azotarme hasta terminar la novela”.
Pese a los momentos felices que ambos vivieron, su relación fue tormentosa. Christy esperaba que ella dejara a su marido –que amenazaba con llevarse a sus hijos–, pero Beth no lo hizo. En 1970, cuando Moore y su esposo acudieron a Londres a la presentación de Down All The Days, Brown la abandonó: unos meses antes había iniciado otro noviazgo con Mary Carr, con quien pensaba casarse.
“Christy quería casarse –dice Anthony Jordan– y, al ver la oportunidad con Mary, la aprovechó”. Antes había dicho sobre Beth: “La amo por la sencilla razón de que ella me ama a mí… Siempre he sido muy egoísta”. Los Brown elogiaban a Moore. No obstante, para Jordan “los discapacitados tienen menos oportunidades de encontrar pareja y no pueden pararse a escoger. La dura vida de Christy lo había encallecido y hecho desarrollar la habilidad de elegir a la gente según su interés”.
Christy y Mary se casaron en octubre de 1972 (él firmó el acta matrimonial con el pie izquierdo). Por su parte, los Brown desconfiaban de ella (“nunca se interesó por la escritura de él”, dice Hambleton) y censuraban que fuese divorciada (había tenido relaciones lésbicas, además, y se había prostituido). Tampoco creían que soportase el “doble trabajo que suponía vivir con Christy”.
Para alejarse de los Brown, el matrimonio dejó la casa donde habían vivido, durante tres meses, con la hermana de Christy, Ann. Se instalaron a las afueras de Dublín. Allí, en mayo de 1973, un amigo de la familia encontró al autor deprimido. Era obvio que Mary y él bebían demasiado, y que se peleaban. En sus cartas Christy aludía al suicidio, algo que no hacía desde 1968, cuando la muerte de su madre lo sumió en otra depresión (antes había perdido la fe y rehusó hablar con el cura que quiso consolarle).
En 1974 Christy publicó su segunda novela, A Shadow On Summer, con malas críticas y peores ventas, y en abril de 1975, para alejarse aún más de los Brown, el matrimonio se mudó al condado de Kerry, a una casa situada en un acantilado sobre el Atlántico.
Allí, entre 1975 y 1976, Christy dejó de escribir y sólo bebía. Mientras tanto, la distancia emocional con sus familiares y amigos de Dublín aumentaba: al conocer la muerte de Bob Collis –quien le ayudó a escribir Mi pie izquierdo– en 1975, rehusó ir al funeral, así como redactar el panegírico que le pidieron. Por entonces un médico dijo a Ann que “había visto mal a Christy, con hematomas quizá causados por su mujer”. La decadencia era también literaria: su tercera novela, Wild Grow The Lilies (1976), fracasó por completo.
En 1980 el matrimonio volvió a mudarse. Esta vez a Somerset, en Inglaterra, sin avisar a nadie. Compraron una casa con una escalera por donde Christy no podía subir. Mary dormía en el primer piso; él en la planta baja. En sus cartas Brown lamentaba que ella, los fines de semana, fuera a Londres dejándole solo, y que tuviese amantes. También citaba su propio alcoholismo y su arrepentimiento por alejarse de Dublín.
En abril del año siguiente, Christy y Mary asistieron al estreno de la versión teatral de Down All The Days, en el Oscar Theatre de Dublín. Allí evitaron hablar con dos personas que habían sido muy importantes para él, en varias décadas de amistad: la trabajadora social Katriona Delahunt y la logopeda Patricia Seehan.
Para Hambleton “era como si a Christy no le gustara ver en lo que se había convertido y, al cruzarse con sus amigas, eludiese recordar cómo era él antes”. Jordan tiene en cambio otra visión: “Pese a su amistad, Delahunt y Seehan representaban para él una época que quería olvidar, por haber sido infeliz”.
Esta fue en todo caso la última vez que los allegados de Christy le vieron vivo: el autor murió el 6 de septiembre de ese año en su casa, por un atragantamiento ocurrido mientras cenaba. Aunque los Brown sospechasen de Mary, que admitió haber dado somníferos a Christy, el juez –según Jordan– lo consideró “un accidente” (“la viuda cuidaba a su esposo”, dijo). Hambleton señala en cambio que el cadáver tenía hematomas y sugiere que Mary los causó.
Polémica aparte, ambos biógrafos sostienen que Brown no defendió los derechos de los discapacitados: “Sólo soy un tullido cualquiera con una vida y un talento normales, pero con una afición a la bebida fuera de lo común”, declaró en 1960, al ser invitado a dar un discurso sobre la parálisis cerebral.
Recordado por la interpretación de Daniel Day Lewis en Mi pie izquierdo, Brown quiso perdurar sin embargo como poeta (su poesía está inédita en español, así como su correspondencia, de gran valor literario). Por redescubrir queda, pues, la mayor parte de su vida y esta faceta de su obra.
La reforma del artículo 49 de la Constitución Española puso el asunto de la minusvalía en el centro del debate...
Autor >
Gonzalo Gómez Montoro
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí