A contraflecha
Gaza, mascarillas y antipueblo
Urge reclamar a nuestro gobierno que no consienta ni un día más la matanza. En nuestro nombre no pueden seguir paralizados, tienen que sacarnos de la conmoción, que demuestren que nos representan
Paco Cano 11/03/2024
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No pensaba, no quería, escribir otra vez sobre Palestina. Hay demasiada palabra inútil a la vez que demasiado silencio, demasiada equidistancia y poca acción. Pero, regreso al tema porque me duele esa neutralidad y esa parálisis tanto como me duelen las víctimas, pues éstas son resultados de aquellas. Me duele ese silencio, el nuestro, el de Europa y también el del mundo árabe y musulmán. Ni Arabia Saudí ni Egipto ni Marruecos han reaccionado, demostrando que no es una guerra de identidades o de creencias, sino una masacre de ricos contra pobres. Los poderosos y los aspiracionistas se alían o se consienten entre ellos, callando. Un estado con un soporte económico brutal, como lo es Israel, y que pretende una extensión de su territorio y su poder, aunque sea a costa de un genocidio, no va a ser cuestionado por otros estados-potencias. Esta es una guerra capitalista, como todas.
Hay quienes sí han levantado su voz pública. Guterres, Lula o el director de cine israelí Yuval Abraham, codirector del documental ganador en la Berlinale, quien expuso al recoger el premio la vida coartada de su compañero de dirección, el palestino Basel Adra, y condenó el exterminio de sus conciudadanos palestinos a manos del gobierno sionista. Ahora no puede volver a su país por las amenazas de muerte, contra él y contra su familia.
Un pueblo se mantiene mientras crea en algo, en alguien o mientras crea suficientemente en sí mismo. Palestina ya no cree
También hay quien ha entregado su cuerpo, su vida. El militar norteamericano y judío Aaron Bushnell protestó contra el genocidio cometido por el estado israelí y contra la connivencia estadounidense. Bushnell se fue a la puerta de la Embajada israelí en Washington, DC y, antes de autoinmolarse prendiéndose fuego hasta la muerte, dijo: “Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta, pero comparado con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es extremo en absoluto. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que sea normal”. Bushnell retransmitió su acto por Twitch. Efectivamente, hemos normalizado el horror más absoluto y seguimos sin reaccionar.
Hemos visto cómo se asesinaba a quienes se agolparon ante un camión de ayuda humanitaria como quien mira una trampa para ratones, pero con seres humanos. Sin queso, con harina. ¿A eso lo llaman ayuda o lo llaman emboscada criminal? ¿A eso lo llaman humanitario? La verdadera ayuda humanitaria, la única, es el cese de los asesinatos, el alto el fuego, la paz. Nuestros representantes deben actuar ya mismo porque nos están haciendo cómplices silentes del exterminio.
A esa dolorosa y televisada masacre le hemos sumado la lectura del estremecedor relato de nuestro compañero Mahmoud Mushtaha, escrito desde el hambre, desde la desesperanza y desde la profunda tristeza por la solidaridad perdida. Mahmoud cuenta cómo se sobrevive, quien lo logra, en la franja. Nos narra cómo lo ha perdido todo y cómo la masacre le ha vuelto egoísta. A él y al resto de supervivientes. Quien tiene un pozo de agua especula con el suministro a sus convecinos, quien tiene harina comercia con la necesidad a base de mentiras y engaños en los trueques.
Esa es la auténtica victoria del ejército israelí, la quiebra del sentimiento de colectivo, la brecha de hermandad que se ha creado tanto en el pueblo palestino como en el mundo árabe. Se ha roto la idea de comunidad, se han quedado sin valores propios. Se han perdido el apoyo mutuo, el instinto de cooperación, el impulso de protección y los cuidados comunitarios. Se ha destruido la única fuerza capaz de vencer a Israel, porque una comunidad se articula alrededor de unos valores compartidos y la creencia en ellos es la que permite que un pueblo esté vivo. Como decía Fidel Castro, un pueblo se mantiene mientras crea en algo, en alguien o mientras crea suficientemente en sí mismo. Palestina ya no cree en el resto del mundo ni en sí misma.
Urge reclamar a nuestro gobierno que, a pesar de los santosmaraver y su cómplice diplomacia, no consienta ni un día más la matanza. Boicot, ruptura de relaciones, sanciones a colonos, denuncia a la Corte Internacional, apoyo a Guterres, sumarnos a las iniciativas sudafricanas, recuperación del principio de jurisdicción internacional, todo o algo, pero no podemos seguir callados. En nuestro nombre no pueden seguir paralizados, tienen que sacarnos de la conmoción, que demuestren que nos representan.
Tal vez estemos callados ante esta tragedia porque creemos que esto solo les ocurre a otros. Nosotros somos un país rico, solidario, el país con mayor número de donantes de órganos. Ya, pero nos olvidamos de que en tiempos de pandemia hubo quienes, mientras morían mayores y niños, sacaron provecho de las necesidades colectivas. Nos olvidamos de que hubo quienes buscaron beneficios de la venta de material y nos colocaron mascarillas defectuosas. Hermanos, asesores o amigos que atentaron contra el amor en los tiempos del covid, haciéndonos perder la fe en el común. La corrupción nos difumina como pueblo. Si lo comunitario se quiebra y deja de ser portador de sentidos grupales para convertirlos en mercancías, si nuestra patria no es quien tenemos al lado sino la acumulación y la insolidaridad, ya no queda nada que defender. Será entonces el triunfo del antipueblo. El triunfo de la vulnerabilidad y la dispersión irreversibles. Dice Amador Fernández-Savater en Capitalismo libidinal: “... las fuerzas ya constituidas quieren que dejemos de ser una trama de vínculos y nos enfrentemos a ellas bajo sus presupuestos: ejército contra ejército en un campo de batalla abstracto. Pero en ese terreno los débiles no tienen posibilidades de plantar cara. En cambio, si mantienen la trama de vínculos que los constituye en torno a sus formas de vida y sus espacios, crecen las posibilidades de victoria”. Muy débiles deben vernos cuando nos piden en tribunas y editoriales que nos vayamos preparando para la guerra.
No pensaba, no quería, escribir otra vez sobre Palestina. Hay demasiada palabra inútil a la vez que demasiado silencio, demasiada equidistancia y poca acción. Pero, regreso al tema porque me duele esa neutralidad y esa parálisis tanto como me duelen las víctimas, pues éstas son resultados de aquellas. Me duele...
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Paco Cano
Mis ciudades: Cádiz, Madrid, NY, Washington DC y, ahora, Barcelona. Mis territorios: las políticas culturales, la articulación ciudadana, los cuidados y el común.
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