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Mientras el aficionado al fútbol “oficial” se enreda en debates peregrinos, perfectamente diseñados, en los que los racistas aprovechan para esconderse en la masa y los hipócritas caricaturizan problemas terribles con el único objetivo de comercializar su propia basura, el Atleti... resucita. ¿Resucita? Bueno, no lo sé. De momento, los tres puntos que se lleva del Estadio de la Cerámica son de esos que valen más que su propio valor intrínseco. Sí, porque al equipo rojiblanco le espera un último tramo de temporada que se antoja complicado y no sobran los chutes de moral. A falta de contundencia, a falta de físico, a falta de concentración en momentos críticos, habrá que recurrir al corazón, al carácter y al concurso de aquellos con los que ya no se contaba.
Los tres puntos que se lleva el Atleti del Estadio de la Cerámica son valiosos, un chute de moral
El partido de Villarreal comenzó con la alegría de ver al equipo colchonero enfundado en esa preciosa camiseta histórica que, entre las reglas de Jaimito que maneja la Liga y la tibieza de los que dirigen los designios del Club, apenas habíamos visto en lo que va temporada. La alegría se apagó rápido, sin embargo. En cuanto uno se daba cuenta de que el equipo de Simeone estaba jugando lejos del Metropolitano y recordaba la imagen que suele ofrecer en esas situaciones. Un misterio de esos para los que cada uno tendrá una explicación y ninguna será la correcta.
El caso es que esta vez, por lo que sea, el equipo salió muy bien al campo. Con mentalidad, con presencia y con fútbol. Lo hizo tan bien, que si no tuviese el problema que tiene (ahora iremos a eso), el partido hubiese quedado resuelto en la primera media hora. El Atlético de Madrid de 2024 puede tener muchas carencias, que las tiene, pero hay una que destaca por encima de todas las demás: la desesperante falta de gol. Un drama, si se me permite la expresión. Un drama que distorsiona muchos de los análisis posteriores. Y un drama que se hace letal cuando se junta además con la fragilidad defensiva.
El parón de selecciones, un dolor de muelas para cualquier entrenador, hizo que Lino y Riquelme salieran a la vez al césped. El primero haciendo de Lemar, el segundo jugando en la banda. Y no salió mal, aunque mucho tuvo que ver la forma en la que el resto del equipo encaró el juego. Teniendo el balón, jugando rápido y siendo vertical. Aguantando la presión adelantada del rival con paciencia, con fútbol y con criterio. De esa manera el Atleti se plantó dentro del área del Villarreal al poco de empezar, gracias a un excelente pase al hueco de Griezmann, que Lino desperdició en la boca del gol. Afortunadamente para los madrileños, el saque de esquina posterior, muy bien ejecutado por Riquelme, fue cabeceado por Witsel en el primer palo, incrustando el balón en la escuadra contraria y adelantando a su equipo en el marcador. El remate del belga es prodigioso. Véanlo, si tienen ocasión.
Si el Atleti hubiese sido ese equipo de pesadumbre al que nos tiene acostumbrados jugando a domicilio, a partir de ese momento el equipo se hubiese echado atrás para especular con el resultado. Esta vez no lo hizo. Siguió manteniendo el control del partido y siguió llegando a la portería contraria con bastante claridad. Primero Memphis rematando sin brío otra llegada fulgurante del equipo. Más tarde Llorente, rematando, bastante mejor, un despliegue de Memphis por la derecha y encontrándose con una buena estirada de Jorgensen.
Llegada la media hora, El Villarreal, lógicamente, subió la intensidad y aumentó el nivel de riesgo. Esto le sirvió para equilibrar el juego y quedarse con el balón, pero no para tener ocasiones. De hecho, las ocasiones siguieron llegando por parte rojiblanca. Por parte de Riquelme, en concreto, que disparó desde la frontal de área por dos veces, ambas con mucho peligro. Aun así, según se acercaba el descanso, el Atleti se quedaba sin fuelle, lo que le hizo perder el control del juego. Otro de esos dramas recurrentes.
Simeone trató de arreglarlo en el descanso metiendo a Savic por Riquelme para reforzar el centro del campo con Witsel. Salió regulín. No por jugadores concretos, sino por esa falta generalizada de entusiasmo con la que los futbolistas del Atleti salieron en la segunda parte. Rápidamente se vio que el equipo estaba frío, que parecía contemporizar esfuerzos y que llegaba tarde a todos los cruces. Y esto, para este equipo, es como una tarde de primavera en la que la luz se pone gris de repente, el cielo se encapota y comienza a soplar el viento. Ya se sabe lo que va a pasar.
Y pasó. Un balón que se pierde por falta de tensión en la salida, la defensa que no encima con intensidad y Sørloth que aprovecha para disparar cruzado y hacer el empate. Error de amateur y gol. Les suena, ¿verdad?
La sensación a partir de ahí fue que los de Simeone habían perdido completamente el dominio del encuentro, pero personalmente creo que el problema era simplemente que, otra vez, faltaban pulmones. Simeone debió pensar algo parecido porque realizó un triple cambio. Griezmann, Memphis y Witsel por Correa, Morata y Azpilicueta. Raro, pero funcionó. Quizá porque, efectivamente, era simplemente un problema de piernas. Quizá porque el argentino sabe más que todos nosotros. Subió la intensidad, el equipo mejoró y apareció otro carrusel de ocasiones fallidas. Correa en el 68, tras buena jugada de Llorente por la derecha. Morata el 73, tras un buen contraataque por la izquierda de Lino. Morata de nuevo en el 76, con un remate blando y sin fe. Barrios de cabeza en el 80, tras pase de Llorente. Nada.
Entonces, como tantas otras veces, el Cholo puso a Saúl en el campo. La mitad de los aficionados colchoneros no entendió el cambio. La otra mitad no lo entendió y además se lo tomó como una ofensa. Gente de poca fe…
Cuando apenas faltaban cinco minutos para cumplirse el tiempo, Parejo tiró por encima del larguero un disparo franco desde la frontal del área, que fue la jugada de gol más clara de los suyos en todo el partido. El tiempo se agotaba ya cuando una buena jugada de Correa, junto a una gran pared de Azpilicueta, dejaban el balón en los pies de Saúl. El canterano, jugador discutido como pocos, y que hace unos días pedía perdón públicamente por su mal estado personal, decidió resolver la jugada como aquel jugador que hace unos años quería media Europa. Pateando con clase un balón que acabó entrando en la portería contraria para darle los tres puntos a su equipo.
El fútbol es una máquina de generar historias increíbles, imprevistas y emocionantes. La de este partido, la de Saúl, es una de ellas. No traten de entenderla o justificarla. Disfrútenla hasta que llegue el siguiente molino de viento. Ese sueño llamado Champions League.
Mientras el aficionado al fútbol “oficial” se enreda en debates peregrinos, perfectamente diseñados, en los que los racistas aprovechan para esconderse en la masa y los hipócritas caricaturizan problemas terribles con el único objetivo de comercializar su propia basura, el Atleti... resucita. ¿Resucita? Bueno, no...
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