Cuatro años después de la llegada de la covid-19, siguen publicándose estudios que demuestran cómo el impacto de una pandemia, que a priori no distingue entre diferentes grupos sociales, evidenció la profundidad de las desigualdades existentes en España. En este caso, el Observatorio Social de la Fundación ‘la Caixa’ ha elaborado un informe en el que se indaga en las consecuencias en términos de bienestar, tanto personal como económico.

Más de un 35% de las personas pertenecientes al grupo poblacional con menores ingresos (menos de 800€ al mes) afirmaron haber afrontado dificultades a la hora de realizar los pagos habituales en el año 2020. No hace falta irse a las clases más adineradas para encontrar un contraste enorme, ya que entre los 1.500€ y 2.500€ al mes esa cifra desciende por debajo del 10%. Además, la desprotección de las familias menos privilegiadas se fue agravando con el paso del tiempo. Tanto es así, que en 2021 el porcentaje de personas del grupo con menos ingresos que lidiaron con problemas económicos ascendió hasta el 43%, mientras que de 1.500€ mensuales hacia adelante esa proporción disminuyó en todos los grupos poblacionales con respecto al año anterior.

Si bien el resto de variables presentan un esquema de evolución similar, el criterio de los ingresos es el único en el que uno de los grupos muestra un empeoramiento entre 2020 y 2021. Es decir, que la falta de protección por parte del Estado ante el impacto de una crisis sanitaria no fue algo circunstancial en el caso de las personas más pobres.

Las personas con educación primaria afrontaron dificultades en los pagos en más de un 14% en 2020

Atendiendo al nivel de estudios, por ejemplo, las personas con educación primaria afrontaron dificultades en los pagos en más de un 14% en 2020, mientras que contar con estudios universitarios redujo esa exposición hasta el 4%. En este sentido, el 2021 supuso un alivio para los grupos con estudios menos avanzados, igualando a la educación primaria y la formación profesional en el escalón del 8%, al tiempo que los grupos con educación secundaria y universitaria rondaron en 5% y el 4%, respectivamente.

Llama la atención la mención que se hace en la investigación al “apoyo social”, un sintagma que los y las autoras definen como “la capacidad de compartir y discutir en confianza aspectos importantes de la vida, así como la percepción del cuidado y el cariño recibidos”. Para cuantificarlo, se ha utilizado una escala que va del 0 (ningún apoyo) al 32 (máximo apoyo).

Los resultados ofrecen un panorama preocupante, en el que las dificultades económicas parecen ir de la mano con un mayor aislamiento social. El grupo que menos apoyo percibió durante el año 2020 se corresponde con el grupo con menores ingresos, con un total de 24 puntos, cantidad que va ascendiendo según se suben escalones económicos hasta las personas que ingresaron más de 6.000€ al mes, cuya sensación de apoyo social superó los 30 puntos.

Al tener en cuenta el nivel de estudios en lugar de los ingresos, la curva que presenta la gráfica es similar, con una tendencia que asciende conforme se incrementan los estudios adquiridos.

La conclusión es clara: “Del estudio llevado a cabo se desprende la necesidad de facilitar ayuda financiera y apoyo social adicional a las personas con niveles más bajos de educación e ingresos”.