En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Todos los meses salen buenos tebeos y, lamentablemente, esos mismos buenos tebeos suelen pasar desapercibidos por el radar mediático de la crítica cultural, que acostumbra a estar a otras cosas, como conseguir invitaciones para el enésimo estreno de Hollywood o comer de gorra en alguna presentación literaria de relumbrón, si es que eso existe todavía. Tampoco culpo a nadie, el glamour de los tebeos es más bien poco (en fin, ninguno) y si hablamos de dar de comer, pues tampoco es que den mucho (en fin, nada).
Pero aquí está el Ministerio de CTXT para poner orden. Por esta nueva sección que ponemos en marcha hoy van a pasarse tebeos que se merecen mucho más que quedar relegados a pasarse un par de días en la mesa de novedades de las librerías para ser sustituidos sin miramientos por algún libro que tenga la palabra “Auschwitz” en el título. Así que una vez hecho el calentamiento, vamos al turrón.
Magán es capaz de incorporar hallazgos formales que emparentan a El buen ciudadano con el fanzine de vanguardia
Andrés Magán (Vigo, 1989) es un dibujante que ama los tebeos, algo que es menos frecuente de lo que cabría esperar. Lo demuestra en cada nuevo cómic que publica, ya sea con citas explícitas a clásicos de la historieta o sentando a sus personajes en la mesa de dibujo, como ocurría en Las aventuras de Passer P. Malta (Bang Ediciones, 2023). En El buen ciudadano (Apa Apa Cómics, 2024), Magán realiza una cabriola sobre Como un guante de seda forjado en hierro; si el antihéroe del tebeo de Daniel Clowes deambula por una pesadilla urbana de suburbio de EEUU, el de Magán acaba tirado en la provincia de Segovia, aunque ambos existen en un espacio común: los tebeos en blanco y negro. El buen ciudadano tiene genes de cómic indie norteamericano de los 90, sujeto por tramas mecánicas para los grises y apuntalado por personajes herederos de la tradición del cartoon. Pero Magán sabe que ha llovido mucho desde entonces, y es capaz de incorporar hallazgos formales que emparentan a El buen ciudadano con el fanzine de vanguardia (una escena que, por otro lado, el vigués conoce bien). Pero, ¿quién es el “buen ciudadano” del título? Pues Juan Magán (no confundir con el DJ), propietario de una librería de segunda mano online que solo aspira a una vida tranquila, algo que, por supuesto, y al menos en este tebeo, no va a tener. Con un sentido del humor esquinado, Magán (el autor) las hará pasar canutas a Magán (el personaje): le intentarán regalar un pescado, le pegará un tiro a un indigente y le cargarán el muerto de un robo. Puro surrealismo que Magán puntualiza con una virtud: la piedad por su protagonista.
Sierra reparte a dos manos y deja claro que tiene el suficiente ojo y oído para apuntar el tiro en el centro de la diana
Piedad no es precisamente lo que demuestra Candela Sierra (Ronda, 1990) en Lo sabes aunque no te lo he dicho (Astiberri, 2024), apabullante muestrario de patanes urbanitas practicantes del narcisismo contemporáneo. Si en Rotunda (Andana Gráfica, 2023) Sierra acudía a los entornos laborales tóxicos derivados del paletismo apesebrado y corrupto (un escenario habitual para cualquier lector que haya cotizado en los últimos veinticinco años) para hincarle el colmillo a la sociedad española del s.XXI, en Lo sabes aunque no te lo he dicho amplía el radio de acción para derramar el vitriolo y aquí cobra hasta el apuntador. Sierra reparte a dos manos y deja claro que está bastante hasta el gorro de pamplinas y que tiene el suficiente ojo y oído para apuntar el tiro en el centro de la diana. La alambicada estructura, sin protagonistas ni capítulos, orgánica y vaporosa, es el principal acierto de un cómic que podría haberse estampado contra la machaconería de su premisa conceptual. Pero la rondeña traza un viaje gráfico que parte de Olivier Schrauwen y navega por imaginativas paletas de color para esquivar el síndrome del monologuista de pared de ladrillo (me creo más listo que nadie y te lo cuento), sin renunciar a los chistes con caca, algo bastante de agradecer en el más bien tibio panorama de la novela gráfica nacional de esta década.
Seguí consigue modular el marrullero tono original de la novela de Jabois con su caricatura, limpia y precisa
Quizás Malaherba (Salamandra Graphic, 2024) sea todo menos tibio, aunque pertenece a un subgénero editorial que hace arquear la ceja a este crítico: las adaptaciones de novelas de éxito (si bien, nobleza obliga, tengo que señalar que yo mismo adapté una obra literaria tan exitosa como es, bueno, el Nuevo Testamento), donde se corre el riesgo de que el dibujante ponga el piloto automático y no sea capaz de decir mucho más que lo que ya se haya dicho en el texto original. No es el caso de Bartolomé Seguí (Palma, 1962), que se encuentra en un momento de total y absoluto dominio de su gramática como artista. La novela original de Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) se ancla en un manido estándar masculino, el rito de paso de la infancia a la adultez, la vista atrás sobre lo vivido y la pérdida tanto física como emocional, pero es Seguí quien consigue modular el marrullero tono original con su caricatura, limpia y precisa. A veces se echa de menos que prescinda incluso todavía más del texto para que sean sus personajes los que hablen con su desparpajante gestualidad, de una fisicidad y una plástica que no necesita de grandes aspavientos para cincelar emociones. Un vistazo al pasado sin nostalgia que abunda en los aciertos que Seguí tuvo en Historias del barrio (Astiberri, 2016), en aquella ocasión con guion de Gabi Beltrán (Palma, 1966).
El Nido es una suerte de retrato psicológico alucinado de una mente alucinante, la del propio Hitler
La nostalgia es tan peligrosa que hace que incluso se fabule sobre la Segunda Guerra Mundial con suspiros melancólicos. El dibujante Marco Galli (Montichiari, Italia, 1971) no pertenece al fandom de la parafernalia nazi, pero en El nido (Salamandra Graphic, 2024) se vale de nada menos que de la Kehlsteinhaus (el refugio de montaña de Adolf Hitler y sus compinches) para ambientar su cómic, una suerte de retrato psicológico alucinado de una mente alucinante, la del propio Hitler. Retorciendo los postulados de Tardi sobre el cómic bélico, Galli planea sobre el Nido de las Águilas cuando está a punto de comenzar el último acto de la guerra, el desembarco de los aliados en Normandía. El italiano construye con colores lisérgicos una ambientación decadente y malsana, pero es en sus primeros planos, en sus miradas, donde encontramos a sus personajes fuera de la realidad: la función debía continuar a toda costa, y el programa de mano decía que el Eje iba a ganar la contienda. La caricatura enajenada articula un relato que tiene su punto álgido en la secuencia del Día-D, protagonizada por funny animals, tan del gusto del Führer. Enigmática, sin concesiones y, sobre todo, nada didáctica, si la novela gráfica como concepto significa algo, en El Nido están muchas de las claves de cómo se debería abordar ese algo durante, al menos, la próxima década.
Todos los meses salen buenos tebeos y, lamentablemente, esos mismos buenos tebeos suelen pasar desapercibidos por el radar mediático de la crítica cultural, que acostumbra a estar a otras cosas, como conseguir invitaciones para el enésimo estreno de Hollywood o comer de gorra en alguna...
Autor >
Pablo Ríos
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí