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obituario

Menotti se fue, queda el menottismo

El técnico argentino apostó por un tipo de fútbol atractivo para el aficionado por encima de la búsqueda del resultado por cualquier medio

Ricardo Uribarri 10/05/2024

<p>César Luis Menotti, el 17 de octubre de 1983. / <strong>Rob Bogaerts (Anefo)</strong></p>

César Luis Menotti, el 17 de octubre de 1983. / Rob Bogaerts (Anefo)

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Hay técnicos que pasan por el fútbol dejando simplemente una huella deportiva, más o menos importante, al final de su carrera. Otros van más allá y se convierten en referentes de un determinado tipo de juego y de una actitud ante la vida. Cesar Luis Menotti fue todo eso. Tocó la cima a nivel competitivo al proclamarse campeón del mundo con Argentina en 1978, pero su influencia fue mucho más allá. Cuando a un profesional de cualquier ámbito se le añade un “ismo” a su apellido es que su legado ha trascendido más allá de un momento determinado. Y eso es lo que ha pasado con él. Menotti ha fallecido a los 85 años. El ‘menottismo’ sobrevivirá a su creador.

¿Qué es el menottismo? Una respuesta simple diría que es la apuesta por un modelo concreto de juego, que defiende la estética y la vistosidad antes que cualquier otra consideración para conseguir un resultado. La técnica por encima de la táctica, dar libertad a la creatividad del jugador en lugar de las rigideces de los sistemas, cuidar la pelota frente al despliegue físico. Su filosofía es que “el fútbol debe ser un espectáculo, un show para la gente. No podemos conformarnos con partidos aburridos y llenos de pelotazos”. Pero profundizando un poco más, podría sustanciarse en una de sus frases más famosas: “Se juega como se vive”. Y ahí enraíza con su visión personal del mundo. Militante del Partido Comunista, para él, “hay un fútbol de izquierda y otro de derecha. Los más generosos, los más artistas, los más cultos siempre fueron de izquierda, siempre estuvieron más cerca de mí que lo otro, el mercado. Un fútbol generoso, abierto, comprometido con la gente, el orgullo de la representatividad, el orgullo de la pertenencia... todo eso que pregono me suena más a la izquierda que a la derecha. Después hay otro fútbol, al que no le importa la gente, solamente le interesa el resultado”.

“El Flaco”, el apodo que le acompañó toda su vida por su complexión física, llegó algo tarde al fútbol profesional. Con 22 años jugaba en una liga rural cerca de su Rosario natal, pero le salió la oportunidad de disputar un amistoso con un equipo juvenil del Rosario Central, club del que era aficionado. Los técnicos vieron cualidades en él, un mediapunta de zancada larga, ritmo pausado, buen disparo y con facilidad para anotar, aunque algo indolente, y le ofrecieron quedarse en el segundo equipo. Pocos partidos le bastaron para dar el salto al primer equipo. Su debut en la máxima categoría fue a lo grande: con triunfo ante Boca Juniors y marcando un gol. 

Su filosofía es que “el fútbol debe ser un espectáculo, un show para la gente. No podemos conformarnos con partidos aburridos y llenos de pelotazos”

Su progresión, que le valió para jugar con la selección, hizo que el Racing le fichara en 1964 por 16 millones de dólares, una gran cantidad para la época. No duró mucho tiempo en el club de Avellaneda porque Boca le contrató unos meses después. Con los bonaerenses estuvo dos temporadas, pero no llegó a triunfar y, en 1967, dio el paso de irse a jugar a Estados Unidos, con los Generals de Nueva York. Allí destacó en un amistoso contra el Santos de Pelé, lo que le valió ser fichado por el conjunto brasileño. Meses después, se incorporó al Juventus de Sao Paulo, donde acabó su carrera como jugador en 1970.

El tiempo que estuvo en Brasil influyó de manera decisiva en el concepto del fútbol que más tarde desarrollaría como técnico, como confesó alguna vez. Tener la oportunidad de jugar y entrenar con talentos como el propio Pelé, (el mejor de la historia para él), Clodoaldo, Rivelino o Tostao y ver su estilo de juego le cautivó, más si cabe con lo que se estilaba en esos momentos en el fútbol de Argentina, “en el que solo había patadas y palizas”. De vuelta a su país, empezó su etapa en los banquillos. Primero haciendo de ayudante de su excompañero Juárez en clubes como Central Córdoba y Newells Old Boys. En abril de 1971 le llegó la oportunidad de ser el primer entrenador de Huracán, que atravesaba un mal momento y estaba último en la tabla. Tras una racha de doce partidos sin perder lo puso noveno al final del campeonato. Al año siguiente, logró acabar en la tercera posición, pero siendo ya el equipo más goleador. Era el preludio de lo que estaba por venir. En 1973, Huracán se proclamaba campeón de Liga por primera vez en su historia tras realizar una campaña inolvidable, saldando varios partidos con goleadas.

El éxito en Huracán y su propuesta ofensiva de juego le valieron para ser elegido seleccionador en un momento en el que Argentina venía de no clasificarse para el Mundial de 1970 y de caer en la segunda ronda en el de 1974. Por su banquillo habían pasado nada menos que diez seleccionadores entre 1960 y 1974. Pero la llegada de Menotti supuso un antes y un después en un combinado albiceleste que tenía por delante el compromiso de jugar un Mundial en casa, en 1978. El técnico se propuso jerarquizar la selección, darle prioridad por encima de otra consideración en el fútbol argentino, pidiendo que la Federación prohibiera traspasar al extranjero a los jugadores menores de 25 años que fueran susceptibles de ser llamados por el equipo nacional.

El técnico se propuso jerarquizar la selección, darle prioridad en el fútbol argentino, pidiendo que se prohibiera traspasar al extranjero a los menores de 25

En pleno camino hacia la preparación para la cita mundialista, llegó el golpe de Estado perpetrado por militares en marzo de 1976 que interrumpió la democracia y dio paso a una dictadura al frente de la cual estuvo el general Videla. Menotti pensó que sería destituido teniendo en cuenta su militancia política de izquierdas. No siempre había sido así. De joven defendía las ideas peronistas siguiendo la tradición familiar. Fue el hijo único de un matrimonio acomodado. Su padre murió cuando César tenía 15 años a causa de un cáncer de pulmón por su adicción al tabaco, lo cual no impidió que el Flaco fumara mucho, entre 40 y 60 cigarrillos al día, durante toda su vida. En una ocasión confesó que uno de sus mejores amigos le dijo que pensara donde se había refugiado Perón tras su exilio en 1955, refiriéndose a su asilo en países que tenían un dictador al frente, como Paraguay y España. Eso le hizo reflexionar y cambiar su pensamiento político. 

Lo cierto es que Videla antepuso el interés deportivo a las ideas de Menotti y le permitió seguir en el puesto, gracias, también, al respaldo del presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, (AFA), Alfredo Cantilo, que no aceptó la renuncia que le presentó el técnico poco después de producirse el golpe. César se refirió a esta etapa varias veces años después, confesando que él sabía que el poder le estaba utilizando y que incluso se perseguía a gente de izquierdas, pero que nunca creyó que el régimen pudiera llegar a cometer las atrocidades que se conocieron posteriormente. De hecho, aún en tiempos de dictadura, fue uno de los firmantes de una carta, dirigida a la Junta Militar, en la que se pedía hacer pública la lista de personas desaparecidas por motivos políticos y se informara sobre el paradero de estos. Y protegió en su casa durante un mes a una joven a la que perseguía la Junta Militar hasta que consiguieron que se fuera a Europa. En cualquier caso, siempre tuvo que escuchar algún reproche de los que piensan que en esos años podía haber tomado otra actitud más beligerante con los dirigentes del país.

Fue relevado en el cargo de seleccionador argentino por el que se convirtió en su gran antagonista durante muchos años, Bilardo

Otros tampoco olvidan que pudo beneficiarse de ciertas maniobras de la dictadura durante el Mundial, en referencia a un partido decisivo ante Perú, que Argentina necesitaba vencer por cuatro goles de diferencia para pasar a la final (acabó 6-0), y que siempre ha estado rodeado de sospecha de un posible amaño. Las imágenes de Videla entrando al vestuario peruano antes y después del partido ayudaron a sembrar la duda. Lo cierto es que Argentina terminó imponiéndose en la final a Países Bajos y ganando su primer cetro mundialista en un estadio situado a menos de un kilómetro de un edificio en el que se torturaba y se mataba a gente por sus ideas políticas.

Un año después, Menotti volvería a saborear un gran triunfo al llevar a la selección juvenil argentina a proclamarse campeona del mundo de la categoría. Un combinado en el que destacaba Diego Armando Maradona, el mismo al que meses antes había dejado fuera del plantel definitivo que disputó el Mundial en casa, una decisión que El Pelusa nunca le perdonó, aunque alguna vez dijera que había sido el mejor entrenador que tuvo. Juntos fueron al Mundial de España en el 82, pero Argentina no pudo repetir la gesta y cayó eliminada, marcando el adiós de Menotti a la selección. Fue relevado en el cargo por el que se convirtió en su gran antagonista durante muchos años, Carlos Salvador Bilardo, que ganó el Mundial del 86 con la albiceleste, y que dio nombre al ‘bilardismo’, la corriente opuesta en conceptos y filosofía al ‘menottismo’, que llegó a separar al mundo del fútbol, especialmente en Argentina, entre adeptos a una y otra manera de ver y entender el fútbol. Un digno heredero de los principios futbolísticos de Menotti es Pep Guardiola, por el que el argentino siempre confesó una especial predilección. 

Sus últimos años los pasó creando una escuela de entrenadores online y ocupando un cargo como director de Selecciones de la AFA

El técnico comenzó entonces una larga andadura por banquillos de varios países. En España estuvo en el Barcelona una parte de la campaña 82-83 y en la 83-84: ganó la Copa del Rey, la Copa de la Liga y la Supercopa; y unos meses en el Atlético de Madrid en 1987, donde, tras un buen inicio, con victoria en el Bernabéu incluida por 0-4, una racha de malos resultados le llevó a ser destituido por Jesús Gil. En 1991 fue nombrado seleccionador de México, cargo en el que estuvo año y medio. También pasó sin demasiado éxito por el Peñarol uruguayo, la Sampdoria italiana y los clubes argentinos Independiente (en tres etapas), Boca Juniors (dos etapas), River Plate y Rosario Central. En 2006 volvió a México para dirigir al Puebla y poco después al Tecos, en el que acabaría su carrera como entrenador en activo.

Sus últimos años los pasó creando una escuela de entrenadores online y ocupando un cargo como director de Selecciones de la AFA, lo que le permitió estar cerca de nuevo de las selecciones nacionales y los internacionales. Hace tiempo le preguntaron en la revista El Gráfico si estaba retirado. Su respuesta fue: “No, yo no me retiro nunca, sólo la muerte te puede retirar”. El fútbol guardará su herencia.

Hay técnicos que pasan por el fútbol dejando simplemente una huella deportiva, más o menos importante, al final de su carrera. Otros van más allá y se convierten en referentes de un determinado tipo de juego y de una actitud ante la vida. Cesar Luis Menotti fue todo eso. Tocó la cima a nivel competitivo al...

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Autor >

Ricardo Uribarri

Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.

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