1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

sionismo

Colonos judíos se robaron mi casa. No es mi culpa que sean judíos

Estoy cansado de la falsa equivalencia entre violencia semántica y violencia sistémica

Mohammed El-Kurd (Mondoweiss) 23/05/2024

<p>Fuerzas de ocupación israelíes frente a la casa de una familia palestina en Jerusalén Este, que fue usurpada por colonos y señalada con una Estrella de David. / <strong>M.E.K. </strong></p>

Fuerzas de ocupación israelíes frente a la casa de una familia palestina en Jerusalén Este, que fue usurpada por colonos y señalada con una Estrella de David. / M.E.K. 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Cuando éramos chicos en la Jerusalén ocupada, los que querían expulsarnos de nuestro vecindario eran judíos, y sus organizaciones solían tener el adjetivo “judío” en el nombre. También lo eran quienes se robaron nuestra casa, lanzaron nuestros muebles a la calle y quemaron la cuna de mi hermana cuando era una bebé. Los jueces que con sus mazos fallaban a favor de nuestra expulsión también eran judíos, y lo eran igualmente los legisladores que facilitaban y hacían sistemático nuestro despojo. 

El burócrata que expedía (y a veces revocaba) nuestras tarjetas de identidad azules era judío, y a ese lo detestaba particularmente, porque entre mi padre y la ciudad de su tatarabuelo había solo un trazo de su pluma. En cuanto a los soldados que nos cacheaban para comprobar nuestras tarjetas de identidad, algunos eran drusos, otros musulmanes, la mayoría judíos; todos, según mi abuela, eran “bastardos sin Dios”. Los que administraban los rifles y las esposas, los que creaban los meticulosos y asesinos planes urbanísticos eran… sí, adivinaron.

Esto no era un secreto. Vivíamos bajo el mandato del autoproclamado “Estado judío”. Los políticos israelíes han gastado esa idea, y sus homólogos internacionales han asentido en coro. El ejército se ha autoproclamado como ejército judío y marcha bajo lo que ha llamado una bandera judía. Los concejales de Jerusalén han alardeado de “tomar casa tras casa” porque “la Biblia dice que este país pertenece al pueblo judío”, y miembros de la Knéset han dicho cosas similares. Esos legisladores no son ni marginales ni de extrema derecha: la ley del Estado-nación israelí salvaguarda la “colonización judía” como “valor nacional… a fomentar y promover”.

Y sin embargo, aunque no era un secreto, se nos enseñaba a tratarlo así, a veces por parte de nuestros padres, otras por parte de activistas bienintencionados. Se nos enseñaba a ignorar la Estrella de David de la bandera israelí, y a distinguir a judíos de sionistas con precisión quirúrgica. No importaba que tuviéramos sus botas en la nuca, ni que sus balas y sus garrotes nos llenaran de moretones. Nuestra falta de hogar y de patria eran triviales. Lo que importaba era cómo hablábamos sobre nuestros captores, no las condiciones en las que nos tenían –bloqueados, rodeados de colonias y puestos militares– o el mismo hecho de que nos tuvieran capturados. 

El lenguaje era un campo minado peor que la frontera entre Siria y los Altos del Golán ocupados, y de nosotros, en ese entonces unos niños, se esperaba que saltáramos entre las minas, con la esperanza de que no cayéramos sobre un tropo explosivo que nos desacreditara. Usar las “palabras incorrectas” tenía la mágica habilidad de hacer desaparecer las cosas: las botas, las balas, los garrotes y los moretones se volvían invisibles si decías cualquier cosa en broma o con rabia. Incluso peor: creer en las “cosas equivocadas” te hacía merecedor de tal brutalidad. La ciudadanía y el derecho a la movilidad no eran los únicos privilegios de los que se nos despojaba: la simple ignorancia era también un lujo. 

Como palestinos, entendemos desde muy jóvenes que las décadas de violencia material y sistémica perpetrada contra nosotros son insignificantes al lado de la violencia semántica que ejercemos con nuestras palabras. Un dron es una cosa, pero una figura retórica… una figura retórica es inaceptable. Aprendemos a interiorizar el bozal. 

Así que atendí al llamado (¿qué más puede hacer un niño de diez años?) y aprendí sobre Hitler y sobre el Holocausto, aprendí sobre el estereotipo de la nariz, sobre los pozos envenenados, los banqueros, los vampiros, las serpientes y los lagartos (hace poco supe del pulpo), y aprendí que, cuando hablara con los diplomáticos que visitaban el zoológico que era nuestro barrio, los colonos que estaban ocupando parte de nuestra casa debían ser un punto secundario de mi presentación, posterior a una denuncia efusiva del antisemitismo global. Y cuando mi abuela octogenaria hablaba con esos visitantes extranjeros, la interrumpía para corregirla cuando se refería a los colonos judíos de nuestra casa como… bueno, judíos. 

Una década y algunos años después no mucho ha cambiado. Las botas siguen ahí, al igual que las balas y los garrotes (y sería un descuido no mencionar la innovadora genialidad de las armas robotizadas y controladas por IA que recientemente entraron a engrosar el arsenal del Estado Judío).

Los jueces todavía usan sus mazos para asegurar la continuación de esa Nakba; todavía fallan a favor de la supremacía judía

El gobierno titula su proyecto en Galilea como “la judaización de Galilea”, al igual que sus cuasiinstituciones. En cuanto a los concejales que prometieron tomar “casa tras casa”, aparte de su éxito en despojar viviendas en Sheikh Jarrah, la Ciudad Vieja, Silwan, y en muchos otros lugares, marchan cotidianamente por nuestros barrios con banderas y megáfonos, cantando “queremos una Nakba ya”. Los jueces todavía usan sus mazos para asegurar la continuación de esa Nakba; todavía fallan a favor de la supremacía judía. Y aunque en discrepancia con la Suprema Corte en varios aspectos, los parlamentarios legislan de acuerdo con esa actitud supremacista. Algunos afirman abiertamente que las vidas judías son simplemente “más importantes que [nuestra] libertad” (y a veces son incluso tan amables como para disculparse con los presentadores de televisión árabes cuando profieren esas duras verdades). 

Una década y algunos años después el statu quo sigue siendo el mismo. Y nosotros –cómo se me rompe el corazón por nosotros–, nosotros seguimos bailando en un campo de minas. Seguimos apostando por la moralidad y la humanidad, mientras ellos apuestan por sus armas. 

El año pasado, dieciséis policías israelíes apagaron sus cámaras corporales e hicieron una marca con la forma de la Estrella de David sobre la mejilla de Orwa Sheikh Ali

El año pasado, dieciséis policías israelíes apagaron sus cámaras corporales y marcaron, es decir, hicieron una marca física con la forma de la Estrella de David sobre la mejilla de Orwa Sheikh Ali, un joven de 22 años que arrestaron en el campo de refugiados de Shuafat. 

También el año pasado, MEMRI, una organización que vigila los medios de comunicación, cofundada por un exoficial de inteligencia militar israelí, publicó un video en el que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, decía que los europeos “habían luchado contra los judíos por su rol social” y su “usura”, “no por su religión”. 

En respuesta, un grupo de reconocidos intelectuales palestinos, muchos de los cuales admiro y respeto, publicó una carta abierta en la que “condenaban de modo inequívoco…” (adivinen)… los “comentarios moral y políticamente reprochables” de Abbas. 

Se podría decir que ese comunicado es un movimiento “estratégico” para contradecir la creencia de que los palestinos nacemos siendo unos fanáticos intolerantes. Otros podrían argumentar que es la muestra de un “código moral consistente”. Estoy seguro de que algunos de los firmantes creen que nuestra “autoridad moral” nos obliga a deplorar el revisionismo histórico “en cuanto al Holocausto”, y a ser un ejemplo del rechazo de todas las formas de racismo, por retóricas que sean. 

 Aquí estamos, atrapados nuevamente en una crisis discursiva, respondiendo con premura a crímenes que no hemos cometido

Sea lo que sea, cuando leí la carta, tuve una sensación de déjà vu. Aquí estamos, atrapados nuevamente en una crisis discursiva, respondiendo con premura a crímenes que no hemos cometido. Históricamente, la estrategia de defendernos de cargos infundados de antisemitismo nos ha acercado más a él. Y más aún, tal impulso eleva inadvertidamente la historia del sufrimiento judío –ciertamente estudiado, cuando no honrado– por encima de nuestro sufrimiento actual, un sufrimiento negado y disputado. 

Aunque los firmantes de la carta (algunos de los cuales han criticado a la Autoridad Palestina desde antes de que yo naciera) denunciaban el “gobierno cada vez más autoritario y draconiano de la Autoridad Palestina”, y aunque señalaban las “fuerzas occidentales y pro-Israel” que apoyan el caduco mandato presidencial de Abbas, ninguna de esas cosas sirvió como catalizador de lo que puede ser el primer comunicado conjunto en condena de Mahmoud Abbas. La carta no llevaba en su titular la colaboración con el régimen sionista, ni su brutalidad contra manifestantes y prisioneros políticos, ni mucho menos el asesinato de Nizar Banat. 

El catalizador aquí fueron las palabras. Simples palabras. Y siempre lo son. De nuevo, un dron es una cosa, pero una figura retórica traspasa los límites. 

Irónicamente, tanto la carta como el discurso de Abbas buscaban distanciarse del antisemitismo. Hacia el final del video, Abbas quiso “aclarar” que dijo lo que dijo (que “los judíos de Europa no tenían nada que ver con el semitismo”) porque debíamos “saber a quién acusar de ser nuestro enemigo”. 

Qué impulso tan agobiante. No solo vivimos bajo el miedo del desplazamiento a manos de un colonialismo que se profesa a sí mismo como judío, no solo nuestra gente es bombardeada por un ejército que marcha bajo lo que él mismo declara que es una bandera judía, y no solo los políticos israelíes enfatizan una y otra vez la judeicidad de sus operaciones: se nos ordena restarle importancia a la Estrella de David en su bandera –la Estrella de David que marcan sobre nuestra piel. 

El académico palestino Khalil Sakakini tachó un fragmento de una frase que decía: “…la lucha entre árabes y judíos”, y lo reemplazó por “la lucha entre nosotros y los invasores”

Este impulso tiene décadas, si no un siglo, de existencia. En el manuscrito de un discurso que dio en El Cairo, en octubre de 1948, el académico palestino Khalil Sakakini tachó un fragmento de una frase que decía: “…la lucha entre árabes y judíos”, y lo reemplazó por “la lucha entre nosotros y los invasores”. Académicos palestinos, el Instituto de Estudios Palestinos, y el Centro de Investigación de la OLP (saqueado y bombardeado repetidamente durante los ochenta), han dedicado artículos, libros y volúmenes al estudio del antisemitismo, sus raíces europeas y sus manifestaciones –europeas o no–, así como sobre su amalgamamiento con el antisionismo. 

El pueblo palestino ha aclarado profusa y consistentemente que nuestro enemigo es la ideología racista y colonialista del sionismo, no los judíos. Nuestra capacidad para establecer tal distinción es admirable e impresionante, considerando la forma burda en que el sionismo intenta hacerse sinónimo del judaísmo. 

Sin embargo, esa distinción no es nuestra responsabilidad, y personalmente, no es mi prioridad. La percepción del resentimiento de cualquier palestino no cuenta con el respaldo de la Knéset para codificarlo y tranformarlo en ley. Las figuras retóricas no son drones, ni se pueden convertir teorías de la conspiración en armas nucleares. Hace mucho que no estamos en los 1900. Las cosas son diferentes, los poderes han cambiado. Las palabras no son asesinatos. 

 El pueblo palestino ha aclarado profusa y consistentemente que nuestro enemigo es la ideología racista y colonialista del sionismo, no los judíos

En los días que transcurrieron entre que esos dieciséis policías marcaran la cara de un hombre con la Estrella de David, y la publicación de la carta abierta, un soldado israelí mató a un joven discapacitado cerca del puesto militar de Kalkilia; otro le disparó en la cabeza a un niño en Silwan; un joven, a quien previamente le habían disparado durante una invasión israelí al campo de refugiados de Balata, murió a causa de sus heridas; en Beita, un francotirador le disparó a un joven palestino en la cabeza; un joven de diecisiete años fue asesinado a tiros en el sur de Yenín; otro joven sucumbió a sus heridas, después de una invasión a un campo de refugiados; las familias de los palestinos cuyos cuerpos están detenidos por las autoridades de la Ocupación, marcharon con los ataúdes vacíos en Nablus; un soldado mató a un hombre cerca de Hebrón; la policía ejecutó a un niño de catorce años en Sheikh Jarrah, a lo que cientos de colonos respondieron con aplausos; después, la policía lanzó gases lacrimógenos a su familia en Beit Hanina; un palestino fue asesinado después de embestir a un grupo de soldados israelíes en Beit Sira y matar a uno de ellos; al norte de Jericó, un palestino fue asesinado y un soldado resultó herido en un intercambio de disparos; un soldado disparó en la cabeza a un hombre en Tubas y lo mató –y esto es solo un fragmento de la punta del iceberg–. 

De todo esto, ¿qué causó un gran debate? Nada. Hubo mucho ruido cuando Itamar Ben-Gvir dijo en televisión que las vidas judías son “más importantes que la libertad palestina”, mucho menos ruido alrededor de la marca de la Estrella de David, y, por supuesto, Mahmoud Abbas recibió la reacción más ruidosa de todas. (Esto es cierto en general, no solo en el caso de la carta abierta).

Esos tres ejemplos tienen que ver con la estética. Las declaraciones de Ben-Gvir son factuales y verdaderas: las vidas judías valen más que las nuestras bajo el mandado israelí, pero fue esa frase explícita la que produjo indignación, más que las políticas institucionalizadas que han convertido sus comentarios racistas en una realidad material. Incluso la deformación física de la cara de un palestino fue notoria por lo que la marca simbolizaba, no por la marca en sí –si los soldados hubieran hecho marcas insignificantes en su mejilla, dudo que hubiera llamado siquiera algo la atención–. 

En cuanto a las muertes palestinas: son cotidianas y triviales. Si tenemos suerte, nuestros mártires son comunicados en cifras en las páginas de los reportes de cierre de año. El “revisionismo”, por otro lado, merece una condena cacofónica. 

Las muertes palestinas son cotidianas y triviales. Si tenemos suerte, nuestros mártires son comunicados en cifras en las páginas de los reportes de cierre de año

Desde aquí veo las cosas. Hay un judío que vive –a la fuerza– en la otra mitad de mi hogar en Jerusalén, y lo hace por “decreto divino”. Otros residen –a la fuerza– en casas palestinas, mientras sus dueños permanecen en campos de refugiados. No es mi culpa que sean judíos. Tengo nulo interés por memorizar o pedir disculpas por figuras retóricas creadas por europeos hace siglos, o por darle a la semántica más importancia de la que merece; sobre todo cuando millones de nosotros nos enfrentamos a una opresión real, tangible, al vivir tras muros de cemento, o bajo sitio, o en el exilio; y vivimos con penas enormes, imposibles de resumir. Estoy cansado de ese impulso de distanciarme preventivamente de algo de lo que no soy culpable, y particularmente cansado del prejuicio de que soy inherentemente un intolerante. Estoy cansado de la impostada pretensión de que, en caso de que existiera esa animosidad, su existencia sería inexplicable e injustificada. Sobre todo, estoy cansado de la falsa equivalencia entre violencia semántica y violencia sistémica. 

Sé que este ensayo es en sí mismo un campo minado. Que será sacado fuera de contexto y difundido, pero no seré nunca una víctima perfecta: no hay escapatoria a la acusación de antisemitismo. Es una batalla que siempre perderemos, y, sobre todo, una cortina de humo muy espesa. Y es hora de que reevaluemos esa táctica. Hay cosas mejores por hacer: tenemos ataúdes que cargar. Tenemos parientes en cámaras mortuorias israelíes que debemos enterrar. 

------------------

Este ensayo está inspirado en el destacado artículo de James Baldwin, de 1967: “Negroes Are Anti-Semitic Because They’re Anti-White.”

------------------

Mohammed el-Kurd (@m7mdkurd) es un escritor y poeta palestino que a menudo documenta y relata la vida de los palestinos bajo la ocupación en Jerusalén Este y el resto de Cisjordania. En 2021, el-Kurd y su hermana melliza Muna fueron detenidos durante unas horas por la policía de Israel. Es editor cultural de Mondoweiss.

—----------------

Este artículo se publicó en inglés en Mondoweiss. La traducción es de Jose Castellanos.

Cuando éramos chicos en la Jerusalén ocupada, los que querían expulsarnos de nuestro vecindario eran judíos, y sus organizaciones solían tener el adjetivo “judío” en el nombre. También lo eran quienes se robaron nuestra casa, lanzaron nuestros muebles a la calle y quemaron la cuna de mi hermana cuando era una...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Mohammed El-Kurd (Mondoweiss)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí