París 2024
La primera medalla olímpica de una mujer refugiada
La boxeadora Cindy Ngamba, nacida en Camerún y residente en Reino Unido, consigue el primer podio del equipo de refugiados en unos Juegos
Ricardo Uribarri 8/08/2024
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Cuando se bajó del cuadrilátero tras haber ganado el combate de boxeo que le aseguraba pasar a semifinales y conseguir una medalla en la categoría de menos de 75 kilos, Cindy Ngamba cogió el cartel del equipo olímpico de refugiados que portaba una voluntaria y lo mostró al público asistente señalándolo con un dedo. Con ese gesto quería reivindicar algo más importante incluso que el hecho de haber hecho historia al ser la primera deportista refugiada en subirse a un podio olímpico. Era su forma de rendir homenaje a todos los que están en una situación similar y de hacerles ver que el deporte es un camino para encontrar ilusión en momentos de dificultad.
Ese era precisamente el espíritu con el que el Comité Olímpico Internacional constituyó en 2016 un equipo olímpico de refugiados: enviar un mensaje de esperanza y confianza a los más de 60 millones de personas refugiadas que había en ese momento en el mundo –actualmente ya son 120 millones, según ACNUR–, al mismo tiempo que se buscaba denunciar su situación. En la edición celebrada ese año en Río de Janeiro fueron apenas 10 deportistas los que formaron parte del equipo que compitió bajo la bandera olímpica. En 2021, en Tokio, la cifra aumentó a 29 deportistas y en la que se celebra en París, son 36 los que están participando. Proceden de 11 países y compiten en 12 deportes. Hasta ahora, los resultados más destacados conseguidos por los deportistas olímpicos refugiados habían sido dos quintos puestos en Tokio, en kárate y taekwondo.
Para ser incluido en el equipo es necesario tener concedido el estatus de refugiado. Ese es el caso de Cindy Ngamba, que además tuvo el privilegio de ser elegida abanderada del equipo, junto al taekwondista sirio Al Ghotany, en el desfile inaugural de los Juegos por el río Sena. Nacida en Camerún en 1998, se marchó con 11 años junto a su hermano Kennet a la ciudad inglesa de Bolton, donde se encontraba su padre. Los inicios en el país británico no fueron nada fáciles para ella. No hablaba ni una palabra de inglés, por lo que estuvo dos años yendo a una escuela de idiomas. Cuando por fin pudo ir al colegio sufrió acoso escolar. Se metían con ella por su forma de hablar y por su aspecto físico –pesaba más de 100 kilos–.
Se marchó de Camerún con 11 años junto a su hermano Kennet a la ciudad inglesa de Bolton, donde se encontraba su padre
A Ngamba siempre le había gustado hacer deporte y encontró en él una forma de evadirse de los malos momentos. En el colegio, practicó fútbol, baloncesto, cricket o béisbol. Con 15 años cumplidos nunca había practicado boxeo, ni sabía nada de ese deporte. Pero un día, su hermano le dijo que fuera a un club juvenil, el Bolton Lads and Girls Club, a jugar al fútbol después del colegio. Y en las mismas instalaciones se encontró otra cosa que llamó su atención. Un gimnasio lleno de boxeadores. Dentro de Ngamba hubo un clic que la llevó a querer probar esa actividad. Ni el hecho de ser la única chica la frenó. Habló con uno de los entrenadores, Dave Langhorn, para que la dejara entrenar. Aceptó, pero el inicio no fue lo que ella esperaba. En vez de ponerse los guantes y empezar a practicar, Langhorn la tuvo casi un año haciendo ejercicio físico: saltar una cuerda, flexiones, abdominales y sentadillas en series interminables. El técnico buscaba que bajara de peso –llegó a perder 20 kilos en esos 12 meses– y comprobar si la determinación de Cindy era fuerte. Cuando al cabo de ese tiempo comprobó que era así, entonces, la dejó subirse al ring.
Pelear contra chicos no era lo ideal. De hecho, el primer día que notó los golpes en su cuerpo se bajó del cuadrilátero y terminó llorando en el baño. Ser la única chica en el gimnasio la obligó a buscar otros centros donde poder pelear contra mujeres. Tras empezar a demostrar su nivel en combates regionales, ganó su primer título nacional en 2019, el semipesado (81 kilos).
Ese mismo año, Ngamba vivió un episodio que a punto estuvo de cambiarle la vida. Desde que llegó a Inglaterra, ella y su hermano acudían una vez a la semana a la oficina de inmigración de Manchester a firmar papeles. Pero un día les separaron y a ella la llevaron a una habitación con una funcionaria y dos policías, donde le dijeron que la iban a arrestar. Le pusieron las esposas, la metieron en una furgoneta y la llevaron a Londres a un centro de detención de inmigrantes. Por su cabeza empezó a rondar la terrible idea de ser deportada a Camerún. Ngamba es lesbiana y esa condición sexual está prohibida en su país natal. De hecho, está penada con cárcel, con condenas entre seis meses y cinco años, y multas económicas que pueden alcanzar los 200.000 euros. Hasta al día siguiente no la dejaron llamar a su hermano. Afortunadamente y tras unas gestiones hechas por un familiar, la dejaron en libertad y le dieron un billete de tren para poder viajar a Manchester y reunirse con su hermano. Ella reconoce que se siente muy afortunada porque sabe que hay gente que vio en aquel centro que no tuvo la misma suerte.
Sobre su homosexualidad, explicó en una declaración en Eurosport que “es triste y chocante pensar que un país puede juzgar a alguien por su sexualidad y decirle ‘no’. No ocurre solo en Camerún, sino en muchos otros países, donde la vida de las personas corre peligro solo porque son homosexuales. En el Reino Unido la gente nunca me pregunta por mi sexualidad, me preguntan por Cindy, la boxeadora. Pero yo soy muy abierta y no tengo ningún problema en hablar de ello. Como mujer africana, mi madre no fue ni receptiva al principio, pero se acostumbró”.
Con 15 años cumplidos nunca había practicado boxeo, ni sabía nada de ese deporte
Tras cumplir 18 años, Ngamba no podía seguir ligada al Bolton Lads and Girls Club y Langhorn la buscó un nuevo club, el Elite Boxing, y un nuevo entrenador, Alex Matvienko. De esa forma, al mismo tiempo que iniciaba estudios de criminología en la Universidad de Bolton, siguió progresando en su carrera deportiva, hasta el punto de que en 2022 se proclamó campeona nacional en otros dos pesos, los de 75 y 70 kilos. Viendo su potencial, la asociación británica de boxeo le propuso que formara parte de su programa de boxeo, pero necesitaba un pasaporte que ella no tiene. Eso le impide cobrar un salario y le hace depender de patrocinadores o fundaciones como Little Dreams, que por la ausencia de documentación no pudo incluirla en un viaje a Estados Unidos para conocer al exboxeador Evander Holyfield.
Ngamba ha pedido varias veces a las autoridades que le concedan la nacionalidad británica e incluso uno de los entrenadores del organismo GB Boxing, que rige el boxeo en el país, Nick Rayner, abogó por ella en una de las audiencias, calificándola de un activo para Gran Bretaña. Sin embargo, hasta ahora todas las solicitudes han encontrado la misma respuesta: la denegación. De esa manera, Cindy se encuentra con que no puede volver a su país de origen por el riesgo de ser condenada y encarcelada por su condición sexual y tampoco puede ser británica porque las autoridades no la reconocen.
Al mismo tiempo que iniciaba estudios de criminología en la Universidad de Bolton, se proclamó campeona nacional en otros dos pesos, los de 75 y 70 kilos
Otra de las entrenadoras de GB Boxing, Amanda Coulson, fue la que asesoró a Ngamba para presentar su candidatura para el equipo olímpico de refugiados, opción a la que se podía acoger tras serle concedida esa condición. La boxeadora explica que “al principio me daba vergüenza que me llamaran refugiada porque me sentía indefensa. Pero uno vive y aprende, y ahora tengo una mentalidad diferente al respecto. Al fin y al cabo sigues siendo humano. Nunca debes mirar a alguien porque sea refugiado o inmigrante, debes mirarlo por lo que es”. Tras ser incluida en el programa, y aprovechándose del acuerdo que tiene el equipo con GB Boxing, ya pudo entrenar en la base de Sheffield, donde se ejercita el equipo nacional británico, además de darle la oportunidad de competir por primera vez en el extranjero.
Cindy tiene como segundo nombre el de Winner (ganador). Y quizá, queriendo hacer honor a esa condición y con la determinación –su madre lo define como cabezonería– de demostrar que puede conseguir lo que la gente le dice que no puede lograr, es como ha superado los obstáculos que se ha encontrado a lo largo de su vida. Aquella chica que hace 10 años no sabía nada del boxeo hoy ha hecho historia en el olimpismo gracias a ese deporte que la ayudó a mejorar su vida.
Cuando se bajó del cuadrilátero tras haber ganado el combate de boxeo que le aseguraba pasar a semifinales y conseguir una medalla en la categoría de menos de 75 kilos, Cindy Ngamba cogió el cartel del equipo olímpico de refugiados que portaba una voluntaria y lo mostró al público asistente señalándolo con un...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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