1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 2.902 Conseguido 81% Faltan 34.005€

DESTELLOS DE VERANO (III)

Fin de era en la Isla de Wight

El festival inglés de 1970, degenerado en batalla campal, marcó el crepúsculo del sueño de los años sesenta

Miguel Ángel Ortega Lucas 16/08/2024

<p>Festival de la Isla de Wight, 1970. / <strong>Roland Godefroy</strong></p>

Festival de la Isla de Wight, 1970. / Roland Godefroy

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Visto tan a la distancia, aquello de la Isla de Wight, Inglaterra, agosto de 1970, debió de ser la escenificación más fiel de lo que muchos consideraban Rock&Roll: no sólo un género musical, sino toda esa forma de vida que convulsionó al mundo en los años cincuenta del siglo XX. El Rock&Roll, con sus erres mayúsculas, fue probablemente el primer invento para la historia de los hijos de la II Guerra Mundial (que también fueron en sí mismos un invento: el de la marca adolescente considerada por primera vez como nicho poblacional de influencia). Esos que crecieron en Estados Unidos con la paranoia de la Guerra Fría, con simulacros en los colegios en caso de bomba atómica, y que al alcanzar la primera juventud acabaron implosionando en propia piel, hartos de tanto miedo, tanto corsé, tanto puritanismo y tanta mierda. Hartos del catecismo oficial de aquel país que –como cantara un ídolo escurridizo de esa generación, Bob Dylan– tenía “a Dios de su parte”. Un Dios que santificaba sus guerras como hiciera durante milenios en la Vieja Europa; por ejemplo la interminable, absurda y atroz guerra de Vietnam. “¡La jodida guerra de Vietnam!”, que gritaban en la inolvidable Forrest Gump, obra maestra cinematográfica de Robert Zemeckis que ilustra inmejorablemente aquella época.

No hubo, a Dios gracias, más bombas nucleares tras las de 1945 en Japón –aunque la amenaza y su terror persistían–, pero en los años sesenta eclosionó casi todo: la píldora anticonceptiva y la contracultura, la minifalda y el new age, García Márquez y los Beatles, Serrat y el Che Guevara. Y por encima de todo, e incluyéndolo todo en un viaje astral cuyas brasas aún persisten –y cuyas víctimas aún duelen–, eclosionó un fulgor en el inconsciente colectivo que pareció propulsar a la humanidad a un sueño común de concordia por encima de razas, credos y naciones; harta ya la mayoría de tanto odio, tanto fanatismo y tanta guerra como se aguantó durante la ominosa primera mitad del siglo. Claro que siempre los hay que se pasan de rosca en cualquier dirección. Escribía Rosa Montero en El País, treinta años después de aquello, que en los sesenta el consumo de drogas “tuvo mucho de investigación y misticismo” (quizás también de deliberada destrucción masiva de toda una generación, aunque ese es otro tema), y muchos cruzaron de tal modo la frontera psíquica que “salieron de la década camino de la demencia o de otras drogas más duras. Camino del reventón mental, de la sobredosis o el suicidio”.

En los años sesenta eclosionó casi todo: la píldora anticonceptiva y la contracultura, la minifalda y el new age

En 1969, agotándose la década, todavía se vivió una manifestación masiva de sus mimbres más puros en el festival de Woodstock, celebrado en el paraje homónimo a las afueras de Nueva York entre el 17 y el 20 de agosto. Fue, según las crónicas, un episodio ejemplar de flower-power hippie con luz de mecheros, fraternidad universal y cánticos pacifistas. Cerca de medio millón de personas escucharon, bajo una lluvia tenaz, a Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who, Joan Báez y un nutrido etcétera. Las instalaciones eran precarias, pero aquella multitud dio un ejemplo de respetuosa convivencia, y el evento quedó como el clímax espiritual de aquellos años.

Resulta, por contraste, una broma negra lo ocurrido sólo un año después en la británica Isla de Wight. Si bien los setenta verían la consagración del Rock&Roll como arte mayor, como cultura popular tal y como hoy la conocemos –aniquilados los prejuicios de la “intelectualidad” contra ese pandemónium que tan poco tenía que ver con la música de cámara–, aquellos años levantaron asimismo la pira funeraria en que arderían muy lentamente, casi sin hacer ruido, todos los sueños de la década anterior. Fue una época literalmente incendiaria. Desde el polvorín de Oriente Medio a los golpes militares (patrocinados por la CIA) en América Latina, desde los últimos crímenes del franquismo a los primeros crímenes de ETA, desde las acciones terroristas de las brigadas rojas en Alemania e Italia hasta los disturbios por segregación racial en Sudáfrica, culminando con la invasión de Afganistán por la URSS en 1979.

En el verano de 1970, un año después de Woodstock, carteles colgados aquí y allá por toda Inglaterra anunciaban la celebración de un festival con la participación de algunos de los nombres más rutilantes del folk y el rock anglosajón –que era casi el único que existía entonces–. Sería durante los últimos seis días de agosto, a razón de entre tres y siete libras la entrada, para una afluencia total estimada de 200.000 personas. Ese era el planteamiento, las buenas intenciones de los organizadores. A quienes seguramente contrató luego Belcebú para empedrar y dar fiestas en el infierno.

Un amigo del que suscribe, el empresario mallorquín ya retirado Francisco Alomar de la Guardia, fue uno de los testigos de aquello cuando contaba 21 años. El libro de memorias que tiene entre manos recogerá puntualmente el episodio. Por ejemplo, que al llegar al norte de la isla, en East Cowes, y tratar de hacer autoestop para recorrer las veinte millas que les separaban del festival –una planicie sobre el mar llamada Afton Down–, más de un motorizado les gritó “cabrones” por la ventanilla (bastards en su idioma): a los lugareños, “en su mayoría agricultores y jubilados de alto poder adquisitivo, no les gustó nada aquella invasión de desarrapados”. Su parte de razón tenían, porque la impresión del joven Alomar y sus compañeros –dos alemanas, una pareja suiza y un austríaco, llegados todos desde Bournemouth– al divisar Afton Down fue, asegura, “apocalíptica”. Colapsaba la explanada una babilonia de cuerpos que, según fueron comprobando, dormían en tiendas de campaña o al raso, iban vestidos o no, fumaban marihuana, le daban al LSD y retozaban alegremente en público. Pero sobre todo colapsaban el lugar: llegaron a ser 600.000. Que son casi los que alberga hoy, por ejemplo, toda la ciudad de Sevilla.

De alguna forma se había corrido la voz por Inglaterra, y parte del continente, de que no había que pagar un duro

También vio Alomar algo que volvería a presenciar no mucho después en su tierra, concretamente en Ibiza: “Hijos de papá llegando a bordo de avionetas y Rolls Royce Silver Shadow con chófer… Eso sí, perfectamente ataviados [desarrapados] para el evento”.

The Doors, The Who, Jimi Hendrix y Miles Davis eran los principales reclamos del cartel, artillado en el frente folk por Leonard Cohen, Joan Báez, Kris Kristofferson y Joni Mitchell. Gente de altísima relevancia que, en contra de lo que muchos habían pensado, no podían permitirse tocar allí con toda su banda “gratis”. Éste fue uno de los puntos filipinos de la cuestión, porque de alguna forma se había corrido la voz por Inglaterra, y parte del continente, de que no había que pagar un duro. De ahí que apareciera el triple de gente de la esperada, muchos de los cuales estaban dispuestos a reventar aquello con la excusa de las tres libras –como podían haber estado reventando cualquier cosa en cualquier sitio–.

La organización se vio obligada a levantar una valla para que la gente no se colara, cosa que empeoró el asunto. Vino a rematarlo el muy mejorable sonido, que hizo que el público se chillara entre sí durante las actuaciones, para que los otros se callaran y se pudieran oír las canciones. Claro que conseguían lo contrario: se oían los gritos, propios y ajenos, no a los músicos. Los conciertos de The Doors y The Who fueron luego evaluados con una exigencia digna de mejor causa, pues, teniendo en cuenta las condiciones y la atmósfera, resultan perfectamente respetables. A Miles Davis se le ve en su salsa de trompetista de Hamelin, con relativa calma alrededor; quizás porque tocó de día, quizás porque no hacía falta escuchar más que a su instrumento. Pero en la intervención de Jimmy Hendrix alguien tiró un objeto candente al escenario. Ya era habitual que volaran hacia allí las latas de cerveza.

Aquellos muchachos actuaron con la inquietante sensación de tener que disuadir a un pelotón de fusilamiento. Sobre todo los que salían a pecho descubierto, con la guitarra de palo como escudo y sin mucha guardia sonora detrás. El público pareció ser más cortés con las damas del folk, Báez y Mitchell, seguramente porque sus prodigiosas voces de altísimos registros podían llegar, y amansar, hasta al último vándalo. Pero el cantautor de escuela country Kris Kristofferson –promotor del evento para más escarnio– acabó desertando en plena actuación: acojonado. “I think they’re gonna shoot us (“Creo que van a dispararnos”), se le intuye murmurar, girándose a uno de sus músicos, en el vídeo de su intervención. Muchos años después diría al hilo del suceso que “ponerse delante de la gente es una de las cosas más aterradoras que puedes hacer, especialmente si estás exponiendo tu alma” a través de una canción. Pero mucho más aún si la actitud del público es en sí misma una amenaza.

Hay otro factor, digamos inconsciente, que pudo influir a él y a otros, y que procede de la década que andaban enterrando: en Estados Unidos, disparar a gente subida a una tribuna estuvo en vías de convertirse en tradición. Si podían matar a Martin Luther King (1968), si podían matar al mismo presidente Kennedy montado en un descapotable (1963), por qué no iba a haber un loco, entre una multitud enloquecida, capaz de disparar desde lejos a un perroflauta con guitarra. (Al Kooper, creador del célebre acompañamiento de órgano del Like a Rolling Stone –1965– de Bob Dylan, confesó mucho después a Scorsese que se negó a girar con él por el sur de Estados Unidos debido a ese miedo a un atentado.)

Es de suponer, además, que en la Isla de Wight no habría mucho policía dispuesto a meterse en aquel muladar –organizados seguramente a retaguardia para defender a los vecinos de una posible invasión zombi–. De modo que, visto hoy, resulta milagroso que no hubiera que lamentar daños mayores: una marabunta de medio millón de personas, en su mayoría incómoda, colocada y cabreada, era francamente una hidra de comportamiento imprevisible, quizás mortífero.

Visto hoy, resulta milagroso que no hubiera que lamentar daños mayores

Les hacía falta un profeta. Un guía que supiera abrirse paso entre sus mentes como Moisés por entre las aguas del Mar Rojo. Hacía falta un chamán, encantador de serpientes y judío errante llamado Leonard Cohen. Quien estaba por cumplir los 36 –de los mayores entre aquella escuadra musical– y venía recién fogueado de su primera gira europea. Literalmente. En uno de sus primeros conciertos, en Alemania en el mes de mayo, alguien llegó a apuntarle con una pistola. A principios de ese mismo agosto cantó en un concierto organizado por el Partido Comunista francés en Aix-en-Provence, donde le tiraron botellas y le llamaron fascista por haber llegado allí a caballo (el remedio para evitar la carretera atestada): él desafió al público a batirse con él de verdad, a sable o pistola. Algo de esto debió de influir para acabar bautizando a su recién estrenada banda como The Army (El Ejército).

Recién despertado de una siesta en su caravana a las dos de la madrugada del domingo, último día del festival, y vestido de uniforme o pijama caqui de infantería, agotado, desgreñado y puesto como el resto del mundo allí, Leonard Cohen hechizó a aquella “débil nación” de 600.000 náufragos bajo la lluvia cuando nadie podía esperarlo. Y cuando muchos esperarían, seguramente, que sus salmodias cantadas terminaran de sacar de quicio al potencial asesino emboscado entre la audiencia. De una forma que en aquel momento pareció cosa de magia –y así lo contaron luego compañeros y testigos–, la suya fue la única actuación honrada con silencio en todo el festival.

Al poco de tomar el escenario y empezar a hablar, Cohen invitó al público a encender una cerilla, en un rito comunal sin propósito aparente. En realidad estaba encendiendo la pira de toda una época sobre una costa arrasada. Y poniendo un ungüento balsámico sobre la rabia de toda aquella generación, la de los hijos del Rock&Roll, que ya intuían adónde irían a parar tantos sueños de libertad y gloria…: “Saldrán de la década –concluía Rosa Montero– camino de sus sillones en una notaría o de sus sobredosis; (…) de sus bodas convencionales, sus amantes secretas, sus chanchullos inmobiliarios, sus abusos de poder…”. Camino, los hippies de los sesenta, de convertirse en los yupis de los ochenta.

Leonard empezó cantando Bird on a wire aquella noche del 31 de agosto de 1970:

Como un pájaro en un cable,
como un borracho en un coro de medianoche,
he intentado, a mi manera,
ser libre.

Visto tan a la distancia, aquello de la Isla de Wight, Inglaterra, agosto de 1970, debió de ser la escenificación más fiel de lo que muchos consideraban Rock&Roll: no sólo un género musical, sino toda esa forma de vida que convulsionó al mundo en los años cincuenta del siglo XX. El Rock&Roll, con sus...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí