IRSE
El campo de batalla
Aceptar el territorio enemigo, su campo y sus reglas de juego, es aceptar la derrota de partida
Ignacio Echevarría 11/09/2024
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Me apresuro a meter baza en un debate al que concedo la máxima relevancia. Me refiero al que abrió ayer, en esta misma revista, Gerardo Tecé, y que plantea la conveniencia o no de que un medio como CTXT permanezca en una red social como X, antes Twitter, liderada y rentabilizada por un cretino archimillonario, tóxico y peligroso como Elon Musk. Como el mismo Tecé dice, los argumentos que claman en favor de retirarse de la red “no admiten demasiada discusión”. Él mismo recuerda algunos: “X –o como quiera llamarlo el psicópata que se compró el juguete– es hoy un inmenso altavoz de la ultraderecha en manos de un fascista que difunde bulos contra inmigrantes, amenaza a representantes democráticos y ataca a feministas o personas trans”. Por decir algo. Por no decir mucho más. Por no hablar de los despidos masivos en la empresa. Por no recordar, como sostenía hace poco el historiador Yuval Noah Harari, que más del 20% del contenido de X lo deciden bots, software que utiliza la inteligencia artificial.
A pesar de lo cual Tecé opta, contra viento y marea, por permanecer en la red. Si nos vamos, dice Tecé, les dejamos la pista libre, mientras que quedándonos podemos seguir repitiendo una y otra vez –pues la red nos lo consiente– “cómo el algoritmo manipula, cómo se promocionan discursos de odio, cómo su dueño representa lo peor de la derecha reaccionaria mundial”.
Por otro lado, dice Tecé, en X cabe todo y hay de todo, “no es un lugar tan diferente al resto de la sociedad”. A lo mejor ese es el problema, al menos para quienes no nos sentimos a gusto en esta sociedad y estimamos preferible no replicarla. En cuanto a las alternativas que parecen plantearse a X, como Mastodon, con quince millones de usuarios en todo el mundo, a Tecé le parece que “nada de lo que allí se diga o haga en este momento ejerce ninguna influencia en el debate público. No es una red social masiva a día de hoy. No es un campo de batalla ideológico”.
Y aquí sale a colación el concepto clave, ese del “campo de batalla”. Pues de eso se trata: de escoger el campo de batalla, o de definir uno nuevo. Y es que ¿cómo pretende Tecé dar la batalla en un campo dibujado y controlado por el enemigo, regido por sus normas? ¿Cómo no sospecha de las razones que mueven a una red social como X a “consentir” la presencia supuestamente incordiante de tipos como nosotros, de medios como CTXT? ¿Piensa que la consentiría si tuviera la más mínima duda acerca de la irrelevancia del daño que puede recibir? ¿Y en qué momento se creyó Tecé que Twitter fue en algún momento “nuestra casa”, como él dice? ¿Nuestra casa? ¿Los son Facebook o Instagram? ¿Puede serlo cualquier red en manos privadas? ¿Redes que silencian o relegan programáticamente, por poner un solo ejemplo muy a mano, las manifestaciones de simpatía por la causa palestina?
Por supuesto que “la batalla ya está aquí”, como dice Tecé, cuándo no. Y la seguiremos perdiendo siempre que no seamos capaces de darla en el terreno adecuado, allí donde nuestros recursos –la razón, la decencia, la verdad– rindan algún resultado. Celebra Tecé que Mastodon no tenga dueño, que no pueda caer “en manos de un psicópata como Elon Musk”. ¿No le parece una razón suficiente? ¿O esperamos a que, para ser una red masiva, con capacidad de incidencia en el debate público, se la apropie algún magnate que la promueva? ¿Cómo conseguir que Mastodon o la red que sea se expanda si no es con una activa participación en ella? Habrá qué hacer la travesía del desierto, cómo no, pero qué otra cosa cabe. Recuerdo bien las declaraciones que tantos hicieron cuando Musk compró Twitter, anunciando su salida de la red. ¿Qué fue de esos buenos propósitos, de esas solemnes despedidas? ¿Es que no hay vida fuera de X? Tampoco parece haberla fuera de Amazon, fuera de Glovo, fuera de Uber. Pero si algo ha de cambiar, a lo mejor hay que empezar por cambiar algunos hábitos, por resistirse a ciertas dependencias.
Aceptar el territorio enemigo, su campo y sus reglas de juego, es aceptar la derrota de partida. Si además se contribuye con ello a su expansión y enriquecimiento, se trabaja encima en favor de sus intereses. Y a lo más que se puede aspirar es a servirle de coartada a la hora de acreditar su pluralidad y su ecuanimidad, como viene ocurriendo.
Ese trabajo inmenso y de antemano estéril que propone Tecé, el de “denunciar todos y cada uno de los bulos que son difundidos desde esos oasis de tranquilidad ultraderechista” que son las redes sociales colonizadas por la ultraderecha; mejor emplearlo en promover un campo de batalla adecuado. Uno configurado conforme a principios y dinámicas que no sean miméticas de las ya existentes, que planteen reglas y usos nuevos, capaces de irradiar credibilidad. Uno vacunado –no es tan difícil– contra la infiltración de elementos reaccionarios o ultraderechistas, como lo están X y otras redes contra lo que ellas mismas estiman “inadmisible”.
Por lo demás, si hay que ir cambiando de lugar, así será, qué remedio. Mejor eso que quedarse haciendo de comparsa. Mejor eso que aceptar anticipadamente la derrota, o un papel simplemente testimonial, por muy heroico que se nos antoje. Con la esperanza puesta siempre en encontrar las condiciones para dar la batalla con posibilidades de éxito, de darla para ganar, no para decir una vez más que, si los malos ganan es, ya se sabe, porque son más y encima son más fuertes.
Me apresuro a meter baza en un debate al que concedo la máxima relevancia. Me refiero al que abrió ayer, en esta misma revista, Gerardo Tecé, y que plantea la conveniencia o no de que...
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Ignacio Echevarría
Es editor, crítico literario y articulista.
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