Literatura Queer
El lenguaje del privilegio
La representación de las mujeres en Debré, Baltasar y Peri Rossi
Deborah García 22/10/2024
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Algunas autoras queer de la literatura contemporánea buscan desafiar las normas patriarcales, pero terminan replicando su lenguaje de poder. El privilegio de clase influye en las descripciones que autoras como Constance Debré o Eva Baltasar hacen en sus obras de las mujeres con las que se relacionan y se acuestan. A pesar de que las dos tratan los temas del deseo, la libertad y los vínculos afectivosexuales entre mujeres, las dinámicas de poder patriarcales se filtran en sus narrativas, lo que genera tensiones en su representación. En el caso de Debré es flagrante cómo se vanagloria de vivir una vida casi nómada y minimalista cuando tiene debajo un colchón familiar que la protege. “La vida con todas las comodidades y las neveras llenas me da ganas de pegarme un tiro”, escribe Debré, que proviene de una estirpe de políticos e intelectuales de gran influencia en Francia. Su abuelo, Michel Debré, fue uno de los redactores de la constitución de la Quinta República y primer ministro bajo el gobierno de Charles de Gaulle. Su padre, François Debré, fue un reconocido periodista y escritor, lo que le otorgó a Constance una posición de privilegio dentro de la élite cultural y política del país. Este entorno privilegiado le permite moverse con una libertad que no está al alcance de otras mujeres, lo que influye en su manera de abordar temas como el deseo y las relaciones.
En este sentido, es relevante recordar las reflexiones de Monique Wittig, quien argumentaba que “las lesbianas no son mujeres” porque rechazan la construcción patriarcal de la feminidad, vinculada a la opresión heterosexual. Recuerdo a la protagonista de Boulder, la novela de Eva Baltasar, decir: “El resentimiento elige las palabras. Hablo de mujeres sin contarme entre ellas. No soy una mujer”.
Desde esta posición, Debré tiene la libertad de rechazar las convenciones sociales sin las consecuencias que otras mujeres podrían enfrentar, lo que genera en mi opinión una distancia en su comprensión de las dinámicas de poder que oprimen a quienes no comparten ese estatus. Este privilegio conlleva una distancia que puede parecer una subversión de las normas de género, pero que en realidad reproduce un lenguaje patriarcal de control. Sus narrativas no rompen radicalmente con las estructuras de poder, a menudo carecen de una crítica profunda a las jerarquías que sustentan esas mismas estructuras. “A las dos las llamo pequeña. Me gustaría pagarles para que no surjan malentendidos”.
Las narrativas de Debré y Baltasar no rompen con las estructuras de poder, carecen de una crítica profunda a las jerarquías
En Love me tender (Alpha Decay, 2024), Constance Debré adopta una postura radical de rechazo hacia las convenciones de la maternidad y la feminidad tradicional, pero lo más sorprendente es cómo habla del deseo sexual. Expresiones como “desear pagarles para que no hablen” revelan una dinámica de poder profundamente patriarcal, donde las mujeres se ven reducidas a objetos que pueden ser controlados a través de una transacción. Este tipo de lenguaje, asociado históricamente con la masculinidad, genera una contradicción central en su obra. Aunque Debré parece desafiar el orden heteronormativo, termina replicando un control que más que liberar, oprime. Desde su posición de privilegio, esta lógica transaccional no se cuestiona, lo que provoca un distanciamiento con las lectoras que buscan una narrativa queer que escape de estos moldes patriarcales. Quizá todo pueda reducirse en Debré a una de sus frases de Love me tender: “Yo habría querido ser marica”.
Eva Baltasar, por su parte, también utiliza un enfoque distanciado en la representación del deseo y el cuerpo femenino. En Permafrost, el cuerpo de las mujeres es tratado como algo puramente físico, casi utilitario, y el deseo sexual es narrado desde una desconexión que recuerda a los enfoques masculinos sobre la sexualidad femenina. En Boulder, más de lo mismo. Recuerdo que en la entrevista que le hice a Baltasar le dije que su personaje principal consumía mujeres igual que lo haría un hombre. Que sus personajes son cuerpos privilegiados que no necesitan ni derechos ni un lenguaje nuevo que cuente cosas nuevas. La protagonista de Boulder se empalma, y ojalá lo hiciera porque fuera una mujer con pene, pero el empalme es tan solo lingüístico y sobre todo, de privilegio y poder: “Si me mira, lo sabrá, como lo supo Samsa. No quiero que mire y sin embargo estoy peor que Ragnar, siento que padezco un terrible abandono, estoy empalmada”.
En la obra de Peri Rossi, el cuerpo de las mujeres no es un objeto, sino una fuerza activa en la resistencia
Tanto en Debré como en Baltasar, el cuerpo es algo transitorio, desprovisto de una dimensión más profunda, lo que puede alienar a lectoras que esperen una representación queer más desafiante de las estructuras de poder. Baltasar, al igual que Debré, parece escribir desde un lugar donde el privilegio le permite evitar las dinámicas de poder que otras mujeres enfrentan, lo que lleva a una narrativa que, en lugar de subvertir las relaciones de poder patriarcales, las refuerza de manera sutil. Una escritura a todas luces conservadora.
Algo parecido me ha pasado siempre con la poesía de Cristina Peri Rossi, pero a ella voy a salvarla un poco. Al menos voy a reconocerle que su obra, aunque comparte con Debré y Baltasar un lenguaje igualmente crudo y directo en la representación del deseo, se diferencia en el contexto desde el que escribe. Su poesía está marcada por la lucha política y el exilio, lo que otorga a su tratamiento del deseo una dimensión de resistencia. Aunque también emplea un lenguaje que cosifica y reduce a las mujeres a cuerpos utilitarios, el deseo en la obra de Peri Rossi se convierte en un acto de desafío al patriarcado. La diferencia radica en que, mientras Debré y Baltasar escriben desde una posición de privilegio, Peri Rossi utiliza el deseo como una herramienta de subversión frente a estructuras opresivas. En su obra, el cuerpo de las mujeres no es un objeto, sino una fuerza activa en la resistencia contra el control masculino.
Esta tensión entre la narrativa queer y el uso de un lenguaje patriarcal plantea una pregunta crucial: ¿cómo pueden las narrativas que buscan desafiar las estructuras de poder terminar reproduciendo los mismos patrones opresivos que pretenden romper? En el caso de Debré y Baltasar, su entorno de privilegio les otorga la libertad de hablar con una distancia que, paradójicamente, cosifica y silencia a las mujeres, replicando el control patriarcal que intentan subvertir. Peri Rossi, en cambio, al escribir desde una experiencia de vulnerabilidad y resistencia, logra utilizar el deseo como una herramienta de liberación en lugar de opresión.
Al final, el análisis de estas autoras revela cómo el privilegio puede afectar la capacidad de una narrativa queer para romper verdaderamente con las dinámicas patriarcales. Esto me hace reflexionar sobre cómo podemos construir narrativas queer más inclusivas y subversivas, que realmente cuestionen las jerarquías de poder y abran nuevas posibilidades para la representación de las mujeres. Este recorrido, pienso, nos deja una última pregunta: ¿puede la verdadera subversión del patriarcado venir desde posiciones de privilegio, o necesitamos escuchar más aquellas voces que han experimentado directamente las opresiones que queremos desmantelar?
Algunas autoras queer de la literatura contemporánea buscan desafiar las normas patriarcales, pero terminan replicando su lenguaje de poder. El privilegio de clase influye en las descripciones que autoras como Constance Debré o Eva Baltasar hacen en sus obras de las mujeres con las que...
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Deborah García
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