LOS DOMINGOS
Sobre la eterna juventud
Está habiendo, en todo el planeta –un planeta viejo, sumamente viejo–, un combate nuevo y feroz para redefinir lo humano
Guillem Martínez 15/12/2024

Pinturas en la cueva de Chauvet.
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Para Aristóteles la tierra tenía que haber existido desde siempre, pero para Lucrecio no tenía que ser muy antigua, en tanto defendía –lo que es absolutamente conmovedor– que él, personalmente, no conocía ninguna historia anterior a la guerra de Troya. Para los chinos del siglo I la tierra se destruía, y se volvía a crear cada 23 millones de años –la tierra tenía, por lo tanto, esa edad, si bien muchas veces–. Para los mayas esa misma destrucción y creación de la tierra era exactamente lo que sucedía cíclicamente, pero cada mucho menos tiempo. En el siglo XVII, John Lightfoot, rector de la universidad de Cambridge, demostró, a través de una lectura historicista y erudita de la Biblia, que la tierra se remonta, exactamente, al año 3939 aC. Poco tiempo después, el clérigo irlandés James Ussher matizó ese cálculo: la tierra fue creada un 22 de octubre del año 4004 aC. En el siglo XIX, el físico John Joly propone calcular la edad de la tierra estimando el tiempo que se ha sido necesario para que, en los mares, se acumulara la concentración de sodio de la que hoy disponemos. Lo que supone una horquilla de entre 80 y 100 millones de años. En el mismo siglo, William Thomson, lord Kelvin, estima la edad de la tierra calculando el tiempo que una esfera incandescente, del tamaño de nuestro planeta, tardaba en enfriar su corteza. Le salen entre 20 y 400 millones de años. La ciencia hoy ha fijado la edad de la tierra en 4 millardos de años –un millardo, esa unidad, equivale a mil millones–. Es un planeta, por lo tanto, viejo. Lo sorprendente es que las primeras formas de vida aparecen relativamente pronto, de manera que la vida es también vieja, una senilidad hermosa. En Australia y Groenlandia han aparecido los rastros de vida más antiguos que por ahora conocemos: bacterias que se remontan a, al menos, 3 millardos de años. Las primeras células con un núcleo separado del resto podrían haber aparecido hace 2,5 millardos de años. Los primeros vertebrados son de hace 500 millones de años. Los primeros mamíferos, de hace 195 millones de años. Los primates –nuestro orden, nuestro país de origen– pueden tener 65 millones de años. El problema es calcular la antigüedad de nuestra propia especie, el homo. ¿Cuándo nace? Es difícil, imposible, de hecho, fijarlo, pues todo depende de lo que se entienda como un ser humano. ¿Qué es un ser humano? ¿En qué se diferencia de otro primate? ¿En qué esencia, en qué decisiones, comportamientos, capacidades, radica lo humano? ¿Qué posee el humano que nadie más posea?
He empezado a escribir estas líneas, simplemente, para llegar a este cúmulo de dudas y, sencillamente, exponerlo, renovarlo, transmitirlo y prolongar así la duda de lo que es un ser humano, prolongar la imprecisión de su originalidad y la certeza de su parecido efectivo con otras especies. Porque creo que nos va la vida en ello. Está habiendo, en todo el planeta –un planeta viejo, sumamente viejo–, un combate nuevo y feroz para redefinir lo humano. Ese combate, invisible, sucede en silencio tras el gran y atronador combate político de este siglo, en el que se pugna por eliminar todo lo sucedido desde el siglo XVIII hasta hoy. Se trata de cuatro siglos en los que la igualdad y la libertad ha tendido a estar en el centro, y a ser desplazada de ese centro solo con una violencia que nunca jamás había sido vista. Para desplazar, definitivamente, la libertad y la igualdad por un largo tiempo será necesario un hombre nuevo, y tal vez ninguna mujer. Un hombre decidido, con una inteligencia propia, delimitada con rapidez, sencillez y, por eso mismo, alejada y diferente a la de cualquier otra especie. Un hombre sin dudas sobre su humanidad, que sabrá, con un simple vistazo, qué es un humano, qué es un hombre, una mujer. Un hombre joven, muy joven, sin pasado, nacido, a lo sumo, en octubre del año 4004 aC.
Para Aristóteles la tierra tenía que haber existido desde siempre, pero para Lucrecio no tenía que ser muy antigua, en tanto defendía –lo que es absolutamente conmovedor– que él, personalmente, no conocía ninguna historia anterior a la guerra de Troya. Para los chinos del siglo I la tierra se destruía,...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí