1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

  315. Número 315 · Diciembre 2024

  316. Número 316 · Enero 2025

Mi año con dos primaveras (II)

¿Para qué sirve la poesía?

A veces te gusta cómo suena una palabra o una serie de palabras y se te quedan encajadas ahí un buen rato en el corazón

Juanpe Sánchez López 3/01/2025

<p><em>Los libros amarillos</em> (1887) / <strong>Vincent van Gogh</strong></p>

Los libros amarillos (1887) / Vincent van Gogh

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

No tengo precisamente aspecto de estudiar o de haber estudiado ingeniería industrial. Y aun así, a veces, cuando me preguntan sobre qué me dedico a investigar –en una especie de anticipación a decepcionar– me da vergüenza decir que sobre poesía. Ocurre lo mismo cuando alguien se interesa por saber qué es lo que escribo: también me da vergüenza –a veces y según qué contexto– contestar que poesía. Es extraño, en el fondo no es que me avergüence; al contrario: me encanta leer, investigar y escribir poesía, pero me anticipo –muchas veces acertadamente– al hecho de que hay algunas personas que lo consideran –a parte de lo que es: una cosa superfriki– una tontería, una cosa pequeña, algo adolescente, un proceso de vómito de sentimientos, una cosa si no fácil, al menos con una importancia pasajera, ligera, medio insignificante, medio inútil.

Martina Cruz, poeta y guionista bonaerense, escribe en Las cosas inútiles, libro publicado este año 2024 en la editorial argentina Santos Locos, este poema: “Ya no pienso que un poema pueda salvarme. / El poema es una cosa inútil. / A mí siempre me obsesionan / las cosas que no sirven para nada”. La protagonista del poemario es un personaje con una profundidad asombrosa teniendo en cuenta el poco espacio que se nos proporciona para mirar su vida, que pasa en poco más de setenta páginas a través de flashazos de poemas que tienen en su mayoría muy pocos versos. La voz de Las cosas inútiles es la de una mujer que va contando cómo se ha definido a través del amor y las relaciones sexo-afectivas, la vida y la muerte de la figura paterna. Primero, a través de la promesa de nunca parecerse a aquello que tenían sus padres: “Siempre pensé que ella tendría que haberle sido infiel a mi papá / que no podía ser que estuviera / desperdiciando su vida”; “Parecían amigos / pero ni siquiera se llevaban tan bien. / No recuerdo haberlos visto besarse. / a los siete años me prometí que eso jamás me pasaría”. Después, con su introducción al sexo no individual: “Perdí mi virginidad un 31 de diciembre a la madrugada. / Volví avergonzada en el colectivo / para festejar año nuevo / me preguntaba si mamá y mi abuela / se darían cuenta que había ganado algo”. Y en el siguiente poema, creando un espejo con el propio pensamiento sobre su madre, parece que rompiendo su promesa anterior, leemos: “La primera vez que fui infiel era invierno / casi todo lo importante me sucede cuando afuera es imposible / subí los tres pisos de escalera caracol / no había nadie en su casa / la luz entraba naranja por las cortinas / terminó de cogerme / y me dijo que yo no era una buena persona / después, me pidió que me fuera”. Este es un libro enorme, cuyos poemas exploran la complejidad y la contradicción de comportarse como –e incluso a veces convertirse en– aquello que no esperabas ni esperaban. Un libro que inteligente y profundamente difumina la línea moral entre lo que está bien y lo que está mal. 

En Las cosas inútiles, la escritura de Martina Cruz huye de enmarcarse (y de hecho hace explotar en añicos) el arquetipo de la víctima o de la mujer promiscua (nótese que uso un eufemismo de corrección, porque las palabras con las que pensamos en estos términos son mucho más pesadas) o de la buena o la mala mujer y comprende que una persona y concretamente una mujer, en toda su vida y en diferentes contextos, no solo es recipiente de violencias o de daños o de heridas sino que también es productora o sostén o legitimadora de otras violencias, daños y heridas. Los pequeños poemas, como flashes de rayos y truenos, iluminan esta complejidad y el abismo que dejan sin nombrar –¡prácticamente toda la vida!– sirve para complejizar todavía más lo expuesto. ¿Somos malas personas porque actuamos mal?, ¿o somos buenas personas, por otro lado, porque nos definamos a través de las expectativas sociales y nos comportemos correctamente? Actuar mal muchas veces quiere decir protegerse y entonces, en otro sentido, quiere decir actuar bien. La maldad y la bondad, por supuesto, son categorías creadas para vigilar y castigar y para que permanezca lo más quieta posible la fragilidad del mundo con tantas aristas oscuras en el que vivimos: “Mi hermana y mi madre me recomendaron mentir / en eso estaban de acuerdo. / Con el tiempo entendí: / solo me estaban regalando / la técnica de supervivencia que habían heredado”. 

Un poema es un poema porque hay algo que es distinto, ¿pero a qué?

Uno no puede sino preguntarse por qué en medio de todo este despliegue de complejidades Cruz define al poema como “cosa inútil”: “No sirven para nada”, contesta la voz poética del libro. Una páginas antes, sin embargo, otro destello anuncia: “Lo tuve en claro desde chica. / Voy a escribir, voy a ser horrible. / Me aterra y me tranquiliza: / en la mentira es en el único lugar donde estoy completa. / La literatura es el último fortín / donde no tengo vergüenza”. Es algo paradójico, entonces, adjetivar como inútil un espacio donde se puede practicar ser horrible sin vergüenza, es decir, un lugar donde los muros sobre la moral y la ética quedan provisionalmente suspendidos. En otras palabras, ¿por qué categorizar algo como inservible cuando ese algo puede suponer una dimensión que nos puede funcionar para practicar ser otras personas, ser de diferente forma, transformarse en otras cosas o para explorar el embrollo en el que nos hallamos simplemente por existir? ¿Por qué a veces la poesía da vergüenza?, ¿por qué otras quita la vergüenza? ¿Por qué pensamos que muchas veces los poemas son tonterías, pequeñeces, pero luego en cuanto nos asomamos a mirar nos desbordamos de complejidades?

En el ensayo de 2011, Leer poesía: lo leve, lo grave, lo opaco, Alicia Genovese, poeta y ensayista bonaerense, defiende que “la poesía insistentemente se sitúa en el descontrol que generan los discursos transparentes”, es decir, que es aquello que es borroso o lioso o oscuro o incluso tan brillante y claro que se vuelve de nuevo oscuro. Las tesis de los formalistas rusos, que han viajado y se han transformado en los últimos cien años, siguen más o menos vigentes: la literatura y concretamente la poesía es un decir especial, un decir desviado. Siguiendo la teoría de la desautomatización de Shklovski, cuando un objeto aparece en un poema no aparece por los rasgos por el que lo definimos cotidianamente ni a través de una fórmula ya sabida, sino que se llega a él a través de la torsión perceptiva y articuladora. Y esta torsión poética no tiene por qué ser la de un objeto o la de las palabras concretas, también puede ser de la estructura o de los silencios o de las emociones. Quiero decir: un poema no es un poema porque contiene palabras cuyo significado es complejo ni un poema tiene que ser poema por ser difícil de leer o de comprender. Un poema es un poema porque hay algo que es distinto, ¿pero a qué? Ese “qué” que es distinto es una incógnita que se va despejando según el caso: a veces es una palabra concreta, a veces es la disposición de los versos, a veces la forma de contar o la forma de no contar o puede ser una coma que está ahí o que no está ahí o puede ser que lo que haga a un poema un poema es simple y misteriosamente una especie de tilín que encoge o que recoge el corazón.

Puede ser que lo que haga a un poema un poema es simple y misteriosamente una especie de tilín que encoge o que recoge el corazón

En su ensayo, Genovese advierte que cuando pensamos en la poesía contemporánea nos encontramos, entre otras, con la problemática de “una imprecisa y aletargada concepción de la lírica, identificada con una sentimentalidad confesional carente de sutileza y de conceptualidad”. En otras palabras, que muchas veces menospreciamos la poesía por ser un género que está plagado de sentimentalismo y de subjetividad y autobiografismo. La autora argentina hace uso del ensayo El amor al nombre. Ensayo sobre el lirismo y la lírica amorosa, de Martine Broda, para anotar que gran parte de la culpa sobre la denostación de la sentimentalidad en la literatura –y concretamente de la poesía– proviene de la propia teoría y crítica de la literatura de mitad del siglo XX y sus correspondientes vanguardias que tuvieron lugar en Francia: “En medio de un pensamiento crítico que decretaba la muerte del sujeto y su correlato, la muerte del autor, la vanguardia literaria lanzaba un verdadero terror contra el lirismo como género subjetivo”. En este pasaje están soterradas las referencias indirectas a las obras de Alain Robbe-Grillet y el nouveau roman y obviamente a Roland Barthes y sus famosos textos teóricos. Tengo mis dudas y mis reticencias en aceptar que Barthes pensase en lo subjetivo como algo negativo en la literatura y me parece incluso una mala lectura de su obra. No hay más que ver, por ejemplo, Roland Barthes por Roland Barthes o Diario de duelo o Fragmentos de un discurso amoroso. Que el autor francés abogue por una fragmentación del sujeto y por desplazar las lecturas y críticas biografistas de la literatura no tiene nada que ver con que eso suponga una animadversión hacia lo sentimental y lo subjetivo. De hecho, la escritura de Barthes es profundamente sensible e incluso a veces estallada de entusiasmo: lo sensible y lo subjetivo son dos aristas que no solo son tratadas sino que son explotadas tanto temática como formalmente por el teórico francés. 

Aunque creo que la problemática del menosprecio sobre la sentimentalidad en la poesía es algo muchísimo más complejo y colmado de aristas histórico-culturales (y no olvidemos que es muy importante enlazar aquí la cuestión del género), sí estoy de acuerdo en que, como defiende Genovese, entre tantos otros elementos y problemáticas, en algún momento “aquella doxa crítica instaló, no sólo en Francia, la sospecha sobre la emoción”. Pero sobre todo me alineo en el siguiente pasaje, donde defiende que una pretendida objetividad es también una forma plena de subjetividad: “La sobrevaloración (…) de un objetivismo, bajo una legítima defensa de la sobriedad en la emoción, a veces ata un chaleco de fuerza sobre cualquier manifestación subjetiva. Como si la propia selección del campo observado, la propia elección de objetos (dentro de una realidad tan diversa) no fuera en sí misma indicio y presencia identificatoria de una subjetividad”. 

¿Para qué sirven los poemas? ¿Para qué sirven las cosas inútiles? Está bien no saber para qué sirven y que quizás esté bien que los poemas no sirvan para nada

¿Es entonces solo este menosprecio a la sentimentalidad que identifica Genovese en la mitad del siglo pasado lo que hace que tomemos a la poesía como un género literario o una forma literaria menor, a veces adolescente, a veces una pequeña cosa, una nimiedad, una tontería? Por supuesto que no. Sumémosle a ello las ideas hipertrofiadas que vienen del Romanticismo inglés y esa definición de poesía de Wordsworth como “el espontáneo desbordamiento de poderosos sentimientos” que ha sido tan manoseada. Sumémosle, y aquí hay una idea tentativa, a que la poesía es un género minoritario para el mercado editorial y poco aprovechable por el alcance del número de lectores. A eso sumémosle que hay cristalizada socialmente una idea de que la poesía cuesta entenderla, es difícil de leer y que crea una barrera homogeneizante del propio género literario.  Sumémosle el casi nulo involucramiento de la crítica literaria y de ciertos espacios culturales a hablar, pensar y dedicarse a la poesía y concretamente a la poesía contemporánea. Sumémosle también la poca presencia e interés que hay en la inclusión de poesía contemporánea en las lecturas y los programas de asignaturas en las universidades de, al menos, el Estado español. En la asignatura que cursé de Literatura Española, por ejemplo, se consideraba poesía contemporánea la obra de Jaime Gil de Biedma, que murió hace más de treinta años y que pertenece a la llamada Generación del 50. Por supuesto, todas estas sumas de factores son una generalización y deben ser ampliadas y discutidas, pero creo que ha de ponerse al frente que el menosprecio de lo poético no es algo ni anecdótico ni puntual sino algo bastante complejo que viene también de lo estructural y cultural. Y por otro lado, algo que también debería entrar en la ecuación y que no debería olvidarse es el debate sobre el difícil y casi nulo acceso a –y/o si debiera existir un espacio para– la profesionalización de la escritura poética y, en este sentido, también hablar sobre el tema del dinero y los pagos, que abriría claramente otra larga discusión. Ahí cabría entonces la pregunta: ¿por qué hemos llegado a aceptar que, en algunos casos, por escribir un libro de poesía no se perciban ni honorarios o que se reduzcan los honorarios con respecto a otros géneros y ni siquiera se perciba tampoco, en otros casos, una cantidad simbólica de dinero como adelanto por el tiempo dedicado a la escritura, por ceder el trabajo y la creatividad y la imaginación? ¿Por qué la poesía está tan movida por el entusiasmo y por qué es tan vulnerable ese entusiasmo? Sé que todo lo que aquí pregunto es algo complejo y muy poco iluminado y es una problemática que ni debería ser individualizada ni aislada y a la que mucho menos yo tengo una respuesta concreta ni fija. Sin embargo, siento que hay en esta sumatoria tentativa algo soterrado y latente que impulsa a, entre otras cosas, entender la poesía como algo inútil, algo insignificante, algo secundario. Escribimos poemitas, escribimos libritos

Detrás de la afirmación en ese poema de Martina Cruz –“Ya no pienso que un poema pueda salvarme. / El poema es una cosa inútil. / A mí siempre me obsesionan / las cosas que no sirven para nada”– con el que se abría este texto, existe realmente una certeza o, al menos, una intuición en que hay algo que tiene una especie de poder o hay algo que importa en los poemas: “Está bien. / Voy a frenar. / No voy a escribir nada más sobre ustedes / nada sobre quienes amo / este último es para pedir perdón / y decirles / que siempre me importaron más que todo esto”. En otro poemario brillante publicado en Argentina recientemente, Cómo cocinar un lobo (Tenemos las Máquinas, 2023), Magalí Etchebarne también se adentra en el duelo paterno y también, no sé si casualmente, se sumerge en la cuestión de la utilidad de la poesía, en la pregunta de para qué sirve la escritura poética. En un momento de autoconsciencia sobre la unión entre poesía y sentimentalidad, escribe: “Me guardé para el final / la pregunta del amor / aunque creo que estaba exagerando… / es que estoy trastornada / con las cosas de la emoción. // Voy a desenfundar las palabras que son / mis conjuros, mi ejército, / y voy a ponerlas a dar vuelta / la casa hasta encontrar la ilusión”. Aquí Etchebarne tiene claro el poder de invocación de lo poético y sobre todo su carácter ofensivo como arma (“Voy a desenfundar…”). Y, sin embargo, no cae en la solemnidad ni en la idealización de lo poético rebajando la intensidad de lo dicho a través de la aparición y la rima de los términos “emoción” e “ilusión”. Y, sin embargo, haciendo eso no se despega de lo sentimental de la poesía, como tampoco lo hace Cruz, puesto que parecen advertir que quizás lo que hace inútil, pero (también al menos un poco) poderosa a la poesía es unir palabra con corazón: “Un poema es como un beso: una promesa, un pedido”, escribe Etchebarne. 

¿Para qué sirven los poemas? ¿Para qué sirven todas estas cosas inútiles? No lo sé. Y creo que está bien no saber para qué sirven y a veces creo que quizás esté bien que los poemas no sirvan para nada. A veces te gusta cómo suena una palabra o una serie de palabras y se te quedan encajadas ahí un buen rato en el corazón y, a veces incluso, mágicamente, esas palabras no se te despegan nunca en la vida y siguen ahí, haciendo un tilín extraño que no sabes qué es ni para qué sirve. 

No tengo precisamente aspecto de estudiar o de haber estudiado ingeniería industrial. Y aun así, a veces, cuando me preguntan sobre qué me dedico a investigar –en una especie de anticipación a decepcionar– me da vergüenza decir que sobre poesía. Ocurre lo mismo cuando alguien se interesa por saber qué es lo que...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Juanpe Sánchez López

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí