CARLOS AGANZO / ESCRITOR
“En el Siglo de Oro, la alta política se hacía desde las alcobas”
Esther Peñas 4/02/2025
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Prototipo de dandi (pero anticipando las maneras del arquetipo unos cuantos siglos), (Lisboa, 1582 - Madrid, 1622), conde de Villamediana, fue un altísimo poeta barroco, discípulo de Góngora y adversario de Quevedo. Heredó el cargo de correo mayor del reino. Se arruinó en varias ocasiones, acaso las mismas que sufrió el destierro decretado por Felipe III. De talante mujeriego (pese a haber sido acusado del pecado nefando), temerario y libertino, fue amante del lujo, de los naipes y del verso (no por este orden exactamente). En sus poemas satíricos, sacudía a los grandes de España, desde los duques de Alba y de Lerma, hasta el mismísimo Ignacio de Loyola. Sus poemas de amor no envidian a los de Lope. Felipe IV le concede el perdón real. La leyenda asegura que incendió el coliseo de Aranjuez para poder salvar a la reina, con quien mantenía un idilio. Se hizo una capa cubierta de reales de oro, en alusión a su suerte en el juego, con el lema “son mis amores reales”, una afirmación de doble sentido que le costó muy cara. Tanto, que fue asesinado en la madrileña calle Mayor, sin que se conocieran nunca los culpables, ni con exactitud los motivos. A él le debemos expresiones como “picar muy alto”. El escritor Carlos Aguanzo (Madrid, 1963) rescata su obra y memoria en El don de la insolencia (Siruela).
¿Cuándo la insolencia se convierte en un don?
Cuando trasciende las fronteras de la propia insolencia y se convierte en arte, en poesía, en legado de historia y de cultura.
En los poetas cuya vida es casi su mejor poema, como en el caso que nos ocupa, ¿la biografía ensombrece la obra?
Sin duda, ese ha sido el caso del conde de Villamediana. No se puede ser tan insolente, ni tan sobresaliente en tantas cosas de la vida sin pagar un precio. En este caso, el precio ha sido en gran manera el solapamiento de su obra.
El conde era un don Juan muy vehemente, tan pronto abofetea a una dama en la que descubre engaño como incendia un teatro para sacar en brazos a la reina… ¿Se enamoró de veras alguna vez?
Creo que se enamoró muchas veces. Quizás demasiadas. El dolor que transmiten sus poemas de amor no es solo un recurso literario. Detrás hay un alma doliente que reniega de su debilidad y de su fracaso continuo en el verdadero amor, mucho más allá de la seducción.
¿Qué pesaba más en Juan de Tassis, su querencia por las mujeres, por la elegancia en el vestir, por la poesía o por sus caballos?
Todo tiene que ver con todo, incluidos los caballos y la naturaleza, donde se retiraba a llorar por sus amores reales y no reales. Digamos que lo que pesó más en Tassis fue su intento de vivir una vida poética y audaz hasta sus últimas consecuencias. Vamos, que ganó la poesía.
¿Por qué había tanta tirantez entre él y Quevedo, por la amistad del conde por Góngora u otros factores influyeron?
Sin duda, eso tuvo algo que ver, ya que Tassis, aunque en un principio estuvo cerca de Quevedo como poeta satírico, no solo fue discípulo, sino verdadero protector de Góngora. También tuvieron mucho que ver en esa inquina las banderías de los escritores de la época, Quevedo el primero de ellos, buscando el arrimo y el peculio de los grandes señores. En su caso, la filiación de Quevedo con el duque de Lerma o con el duque de Uceda, desde el principio, le convirtió en enemigo político, además de literario, de Villamediana.
Con las coplillas de unos y otros, Madrid andaba por aquel entonces muy animada en los mentideros. ¿Fue una gran pérdida la de los poetas que satirizaban la vida política? ¿Necesitaríamos a día de hoy poetas de este jaez? ¿Han sido suplantados por los comentaristas?
¡Ya quisieran los comentaristas siquiera haber suplantado a los grandes satíricos del Siglo de Oro! Los versos de Quevedo, de Lope, de Góngora o de Tassis no solo se leían en los salones de la nobleza y en los mentideros de las plazas, sino también en las tabernas y en los burdeles, donde se recitaban de memoria. La crítica hoy, en general, carece de ese ingenio. Y, desde luego, no alcanza esa altura literaria.
Entre las “hojas volanderas” y las paparruchadas o fake news, ¿qué media?
Demasiado tiempo. La altura de miras del ‘periodismo’ del XVII, el XVIII, el XIX y el XX se ha enredado hoy en un ovillo del que no sabe cómo salir. La fábrica de analfabetos funcionales que pusimos en marcha desde finales de la pasada centuria está dando sus frutos y cada vez resulta más difícil formar e informar y más sencillo engañar, como en el medievo, a los que carecen de herramientas educativas y culturales para distinguir el grano de la paja virtual.
El conde de Villamediana se arruinó cuando hacerlo parecía imposible, puso voluntad y empeño, casi. ¿Cómo se explica que en un momento en el que todos los cortesanos (y buena parte de los poetas) estaban al quite de sacar tajada, Juan de Tassis no tuviera aspiraciones políticas que paliaran sus derroches?
Sencillamente, porque es el único aristócrata entre ellos, y heredó una fortuna grandiosa, forjada desde el monopolio del correo por concesión real, que le hizo vivir con acomodo y lujo desde niño… Creyó que el dinero no era precisamente lo que más importaba. Lo perdido, pensaría, ya lo recuperaría con nuevos privilegios cuando regresara a la corte… o jugando a los naipes. No fue así.
¿En qué género “pica más alto” el conde, en la poesía amorosa o en la satírica?
En ambos tiene estilo propio. Pero yo creo que en su poesía amorosa pica muy, muy alto.
¿Eran sus “amores reales”?
A veces más poéticos que reales. Siempre más reales (verdaderos) que reales (con la reina). Y el episodio de Aranjuez, con ‘La gloria de Niquea’, deja bien a las claras que algo hubo. No se sabe hasta dónde. Francelinda no lo contó, y a él lo asesinaron.
Sabemos por su ensayo las distintas explicaciones que recibe el asesinato del conde. A usted, ¿cuál le resulta más plausible?
No sé si directamente el “impulso soberano”, como dice el poema, pero desde luego sí su entorno. La prueba es que los autores del crimen fueron protegidos desde arriba y nunca pagaron ni contaron quién se lo encomendó. En cuanto al móvil del asesinato, me inclino más por asuntos políticos que por asuntos amorosos, si bien no hay que olvidar que, en aquella época, con un rey de diecisiete años, la alta política se hacía desde las alcobas reales. Picar demasiado alto no creo que fuera la causa principal del crimen, pero pudo ayudar.
¿A qué se debe que la poesía del conde de Villamediana haya ido perdiendo proyección en nuestros días?
Una de las causas, creo yo, es el presentismo absoluto en el que vivimos, más pendientes de la última memez del momento que de considerar la cultura de la que venimos y a la que pertenecemos. Y la cabeza tiene sus límites. Tampoco estoy muy seguro de si hoy se estudia el Conde de Villamediana, aunque sea como un nombre más en la nómina del Siglo de Oro, como lo estudiamos los muchachos de mi generación. Sospecho que también ahí se ha producido esa segunda muerte de un escritor, como decía Lope, que es el olvido.
Prototipo de dandi (pero anticipando las maneras del arquetipo unos cuantos siglos), (Lisboa, 1582 - Madrid, 1622), conde de Villamediana, fue un altísimo poeta barroco, discípulo de Góngora y adversario de Quevedo. Heredó el cargo de correo mayor del reino. Se arruinó en varias ocasiones, acaso las...
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