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Los jugadores del Atleti celebran el gol de Julián Álvarez. / Atlético de Madrid
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Hace años que para el Atlético de Madrid, y especialmente para sus aficionados, enfrentarse al Real Madrid es algo que va más allá de un simple partido de fútbol. Es sentirse ciudadano de un gueto proscrito y señalado. Es notar que llevas una letra escarlata cosida a la solapa que, entre otras cosas, te inhabilita para que tu opinión sea respetable. Es ver, leer y escuchar cómo todos los editoriales de todos los medios, públicos y privados, defienden con ardor las tesis del equipo que dicen les da de comer, por muy peregrina que esta sea. Es sentir que sobras. Que estás de más. Que no eres madrileño. Que no eres español. Lógicamente, es difícil disfrutar de partidos así. Pero no por lo que pueda pasar en el césped, que suele ser interesante, sino por lo que suele pasar fuera, que tiende a dar vergüenza. El partido ha sido disputado, emocionante y vistoso. Y podía haber caído para cualquiera de los dos, porque a un equipo le faltó contundencia y al otro algo más de suerte, pero los dos dieron lo que tenían. No creo, sin embargo, que los francotiradores se conformen con una conclusión tan poco beligerante. Allá ellos. Lo bueno, lo mejor, es que ya pasó.
El Atleti saltó con personalidad y carácter al césped del Bernabéu, que es otra de esas cosas que hay que agradecer al bueno de Simeone. No siempre fue así. Uno, que ya peina canas, recuerda otros tiempos no tan lejanos en los que al cuadro colchonero le costaba mirar a la cara a determinados equipos. Afortunadamente eso son ya cosas del pasado y el Atleti no tardó ni cinco minutos en acercarse al área rival. Por mucho que fuese el Real Madrid. Por mucho que se jugase en el Bernabéu. Lo hizo gracias a un robo de Lino en campo contrario, que él mismo aprovechó para encarar la portería y que él mismo, como suele ser habitual, se encargó de desperdiciar. Es una pena que sea algo recurrente en este jugador. El propio brasileño se animó después a encarar la frontal del área y chutar, pero su disparo, sin fe, salió desviado.
Pasado el primer cuarto de hora, el Real Madrid se consolidó en el campo y se adueñó del balón. En parte porque a su rival no le importaba, en parte porque su presión adelantada tenía efecto. Es una de las debilidades más evidentes del equipo rojiblanco, e imagino que estaba estudiado. Eso llevó al partido a una situación de contención. Los merengues no conseguían entrar en la tupida malla que tenían delante y los rojiblancos no conseguían salir de ella con el balón jugado. En ese contexto llegó la jugada controvertida del partido. Controvertida por aquello de que el equipo perjudicado es el que es, porque el pisotón de Tchouaméni es tan evidente que no se entiende bien la polémica, ni el tiempo que se tomó el VAR para juzgarlo. El penalti, el primero que le pitan en contra al equipo blanco en lo que va de campeonato, qué cosas, lo convirtió Julián Álvarez.
El pisotón de Tchouaméni es tan evidente que no se entiende bien la polémica
Y poco más hasta el descanso. La sensación fue sin embargo que los de Simeone estuvieron más cerca que su rival de mover el marcador. Pudo hacerlo por ejemplo Julián, que no aprovechó un pase excelente de De Paul; o Lino, que volvió a definir de forma pésima otro buen arranque por la izquierda; o el mismísimo Galán, al que permitieron llegar conduciendo hasta el interior del área y que disparó el balón por encima del larguero.
La segunda parte fue otra cosa. Especialmente durante esos primeros veinte minutos en los que el Real Madrid encontró su temido modo vendaval, que es tan difícil de parar cuando aparece. Vinicius, que sorprendentemente había estado toda la primera parte de delantero centro, volvió a la izquierda y eso lo cambió todo. Aunque el empate, paradójicamente, llegó desde la derecha. Una buena jugada de Rodrygo, mal defendida por Lino, acabó en un pase al área que remató Bellingham y tapó Giménez, cuyo rechacé aprovechó Mbappé para hacer el empate.
No habían pasado cinco minutos desde la reanudación y el Real Madrid estaba en estado de euforia. Rápido, intenso y muy vertical. Pocos minutos después de marcar, Bellingham estrellaba en el larguero un buen pase de Vinicius, tras otra gran jugada personal. El Atleti sufría. Sufría bastante, pero lo hacía con carácter y siendo consciente de que seguían en el campo. No podemos olvidar que éste es el Atleti que ha conseguido cosas.
Simeone recompuso el equipo con un par de cambios y eso frenó algo el empuje madridista. El partido entró entonces en una fase de sucesión de ocasiones. Nahuel disparaba alto una buena jugada que había enlazado con Llorente, Oblak hacía un paradón para atajar un gran disparo de Vinicius, Griezmann no llegaba a terminar otra buena jugada de Julián, Rodrygo tiraba fuera un excelente contraataque del Madrid desde la izquierda… Y así, entre jugadas por ambos bandos y veintidós jugadores exhaustos, acabó un derbi en el que se vio que sobre el césped estaban jugando los dos equipos que encabezan la clasificación de la Liga.
Y ahora a lidiar con el día después. O no, porque quizá es más saludable aceptar la opción de que efectivamente existe el mencionado gueto. Así que ya saben: si son de esos, cierren ventanas, apaguen las luces y no hagan mucho ruido hasta que pase la caravana de la fe verdadera. Espero que sea solamente cuestión de días.
Hace años que para el Atlético de Madrid, y especialmente para sus aficionados, enfrentarse al Real Madrid es algo que va más allá de un simple partido de fútbol. Es sentirse ciudadano de un gueto proscrito y señalado. Es notar que llevas una letra escarlata cosida a la solapa que, entre otras cosas, te...
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