Lo más granado del facherío europeo se ha dado cita en Madrid. Bajo la denominación de origen “Patriots”, líderes de 14 partidos fascistas del continente han aprovechado el fin de semana para hablar de sus cosas. ¿Qué cosas? Pues cosas patriotas, Peter. Decía Antonio Machado que un patriota es relativamente sencillo de identificar. Es aquel que no para de nombrar a la patria mientras se llena los bolsillos. Para demostrar que la tesis de Machado está más vigente que nunca, Abascal organizó la cena de bienvenida de los patriotas europeos en el lujoso y exclusivo Real Casino de Madrid. Por la patria lo que haga falta. La constelación de estrellas ultraderechistas, o gente corriente luchando contra las élites, como les gusta definirse, era amplia. Desde el Orbán poseedor de un palacio a las afueras de Budapest, hasta la Marine Le Pen de los varios millones de euros escondidos por su padre en cuentas suizas, pasando por el Salvini de los 49 millones malversados. Gente de a pie con zapatos un poquito caros, digamos. Al frente de las actividades socioculturales de este finde estaba Abascal con los 11 millones de euros de su fundación. Tal vez Santi, organizador de esta excursión, fuese la estrella que menos brillaba en la constelación psicopática. Entre ultras con experiencia de gobierno y ultras aspirantes a gobernar, la mayor anécdota que pudo contar durante la cena el Santi muleta del PP es que una vez rompió el gobierno de Castilla y León para evitar que 21 menores migrantes invadiesen la España vaciada. No importa. Ser anfitrión te garantiza un lugar central en las fotos. Se acabó lo de pegarse codazos entre el público para mendigar un abrazo de Milei o tener que entrevistarse a sí mismo en Washington durante la toma de posesión de un Trump que no lo invitó al acto. Las penurias se acabaron. Este era el finde de Santi. El fachateam había venido a hacer una fiesta del pijama a su casa y tocaba disfrutarlo.

Ya basta de tener que ver a mujeres, homosexuales o negros protagonizando pelis

Tras la cena de la gente de a pie en el Real Casino de Madrid, tocaba la jornada de conferencias. Es decir, ultras desfilando ante el micrófono para decir… cosas ultras, Peter. Europa ya no es la que era, nos comen los moros, las tías son muy frescas y los mariquitas ya ni disimulan. Un drama que puede revertirse. Mira Trump en Estados Unidos. Abascal, anfitrión, saludado por los demás asistentes que incluso se aprendieron su nombre, excitado porque no se había visto en otra y puede que no vuelva a verse, se vino arriba –Arriba España, por supuesto– y llamó a reconquistar Europa con la ayuda de Trump, a quien definió en mitad del éxtasis como “compañero de armas”. Su señora se ha apuntado en las notas del móvil regalarle un carné de la Asociación Nacional del Rifle por su cumpleaños. Un acierto seguro. Más allá de la inolvidable experiencia para Santi, el fin último de esta convención ultra era dibujar una nueva Europa, lo que significa presionar a la derecha tradicional –aka derechita cobarde, aka las mérkeles que siendo conservadoras no levantan el brazo para hacer el saludo nazi– para que suelten la mano de socialdemócratas y liberales y se unan al movimiento de moda. Los MEGA –Make Europa Great Again–, como propuso el hombre de a pie con más dinero de la historia, Elon Musk, y como repitió Abascal, siempre obediente, en su heroico discurso. La convención facha de Madrid supone, dijo uno de los asistentes, la primera piedra para construir una Europa que destierre de una vez por todas la doctrina woke. Ya basta de tener que ver a mujeres, homosexuales o negros protagonizando pelis de acción como si fueran hombres blancos heterosexuales. Cojones.

Una quedada de patriotas es, por definición, un absurdo irresoluble, ya que los intereses de aquellos países a los que dice defender cada ultra chocan frontalmente con los intereses de los otros. Abascal celebrando los buenos resultados electorales de una Le Pen que promete boicotear los productos del campo español es un buen ejemplo de ello. La gran ventaja es que a los votantes de los comensales del Real Casino de Madrid esto parece no importarles demasiado, por no decir nada. Lo mismo les da aplaudir a Milei porque dice que los impuestos son un robo, que a Trump después de imponer una política de impuestos salvajes en las aduanas. Lo mismo les vale el partido neonazi alemán que Netanyahu masacrando a palestinos. Esta castración intelectual es un éxito sin paliativos que se le puede atribuir a tipos como Kevin Roberts, presidente de la fundación Heritage, que estuvo presente en la quedada. Abascal brindó por él en la cena y no es para menos. No era sencillo lograr castrar intelectualmente a buena parte de la población y que, para colmo, mucha gente se sintiese identificada con millonarios de toda condición. Lograr que Vicente, de Cuenca, diga en el bar que la victoria de Trump de la mano de los dueños de Facebook, Instagram, WhatsApp, Twitter o Amazon es “una derrota de las élites globalistas” tiene un mérito innegable.

Los asistentes a la cumbre de patriotas de Madrid vuelven a sus mansiones con los deberes hechos. Sesión de fotos y discursos incendiarios para alimentar a su público castrati y mensaje claro a la derechita cobarde: estamos convenciendo a vuestros votantes tradicionales de que nada, excepto esta escenografía, importa. Vosotros veréis si os unís a nosotros y os devoramos o si mantenéis vuestros pactos con el enemigo woke y os devoramos igual. Nosotros, los patriotas, la gente de a pie que luchamos contra las élites globalistas, tenemos de nuestro lado a todas las élites globales para lograrlo. Muera la inteligencia. Viva la castración.