En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Rodeado de diccionarios de varias lenguas, se me va el día en hilvanar mi ración diaria de palabras, propias o ajenas.
Traduzco, à l'occasion, un breve, eruditísimo y, sí, fascinante, tratado de Pascal Quignard. De iconología antigua. En las escasas páginas vertidas hoy reproduce y describe un fresco funerario hallado en Paestum (mar Tirreno) hacia 1968, conocido como La tumba del nadador. La pintura muestra, e inmoviliza para la eternidad, el instante en que un clavadista cae a través del aire. La fuerza de la imagen (una imagen para mí desconocida) reside en que toda ella es un antes y un después, un antes y un después no representados. Quignard apunta hacia la acción inconclusa y comentará, cuarenta páginas más adelante, ciertas particularidades del gerundio latino.
¡Imposible no pensar en la célebre foto de Yves Klein del hombre cayendo!
Cadendo.
Suelo, a la hora de irme a acostar, lavarme la vista de tanta letrita que no logra ya estarse quieta. A menudo lo hago mirando imágenes. Saco del estante al azar (objetivo o no, ya se verá…) un libro de fotografía. Me lo llevo a la cama y allá lo miro -lo miramos- tratando de no pensar en nada.
Ayer el azar llevó mi brazo hasta EVIDENCE 1944-1994, el inagotable catálogo de la retrospectiva en el Whitney Museum (1994) de Richard Avedon. Comienzo a mirarlo una vez más, pues hace años que lo tengo y atesoro.
La segunda, tercera y cuarta de forros, así como la primera y última páginas del libro, reproducen el pin board del fotógrafo. Un muro blanco, tachuelas color plata, imágenes en minucioso desorden. Nada como husmear en un pin board para acercarse a (o alejarse de) una persona. El de Avedon, nadie se sorprenderá, revela un personalidad tan compleja y fascinante como su proteico trabajo: el rollizo bebé azul pintado por Van Gogh, fotogramas de un león en movimiento, un retrato de Pound, Brodovitch ante su mesa de trabajo, una imagen de nota roja en la que el rostro de un cadáver aparece –detrás del hielo– en la superficie de un lago congelado, beisbolistas, futbolistas, gimnastas sorprendidos en pleno salto, el también ingrávido Fred Astaire, una cita lúgubre de Sartre, un autorretrato en blanco y negro del apuesto fotógrafo adolescente… Clavado tras un ángel renacentista ¿de Lippi? ¿de Fra Angélico? y un rojo guerrero ¿Sioux? ¿Dakota? asoma, discreto, ¡el clavado eterno de Paestum!
¿Y?
No, nada.
Nada que no estuviera ya en el mundo. Lo único novedoso es mi momentánea disposición para acallar el ruido de fondo y percibir un juego inesperado de reflejos.
Hay también en el muro de Avedon un ‘tama’ griego, un troquel de hojalata de función votiva no muy distinta a la de nuestros ‘milagritos’. Representa un par de ojos. ¿Conocería Avedon sus conjugaciones latinas? No lo sé. Pero, como Quignard, sabía ver y nos sigue enseñando a mirar.
Rodeado de diccionarios de varias lenguas, se me va el día en hilvanar mi ración diaria de palabras, propias o ajenas.
Traduzco, à l'occasion, un breve, eruditísimo y, sí, fascinante, tratado de Pascal Quignard. De...
Autor >
Alain-Paul Mallard
Escritor, coleccionista, fotógrafo, viajero, cineasta, dibujante, Alain-Paul Mallard (México, 1970) es autor de 'Evocación de Matthias Stimmberg', 'Nahui versus Atl', 'Altiplano: tumbos y tropiezos'. Vive en Barcelona.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí