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No dormimos bien. Eso aseveran los últimos estudios sobre el tema que le achacan a algunas claves de época -el estrés, el culto a la hiperproductividad y nuestro creciente amor por las pantallas, de la tableta al móvil, cuyas luces nos despabilan- parte de los problemas que se derivan del sueño insuficiente o de baja calidad. Pérdida de memoria, irritabilidad, falta de atención y dificultad de concentración son algunas de las lindezas derivadas del poco descanso, que inciden en la vida social y en los rendimientos laboral y escolar.
La guía de recomendaciones de la National Sleep Foundation (NSF) de los Estados Unidos registra necesidades variables según la edad, pero como para comenzar a ponerle nombre a lo que nos falta, digamos que un adulto sano (entre 26 y 64 años de edad) requiere de 7 a 9 horas de sueño por noche. Las estadísticas de la entidad muestran que en el último medio siglo, en promedio, hemos perdido dos horas de sueño por motivos culturales o productivos, mientras que las razones fisiológicas que determinan la necesidad de descanso no han variado. En España, se calcula que una de cada tres personas tiene algún tipo de trastorno del sueño. En la Argentina, entretanto, los estudios sostienen que entre el 15% y el 40% de la población adulta duerme menos de lo necesario. Estamos fritos, pues.
Si hay una cruzada tras estos datos, es por ganar el derecho a la almohada, pienso medio en broma, y para paliar el insomnio, una noche como tantas rumio esta columna, enumerando libros y películas que nos pongan en tema (otros cuentan ovejas para dormir; a cada quien, sus vicios).
Encabeza este ranking personal Sueños de sueños, del italianísimo Antonio Tabucchi, donde el autor imagina los viajes oníricos de algunos de sus artistas favoritos, de Chéjov a Lorca, pasando por Debussy. Recuerdo el de Rimbaud, que comienza con el poeta soñando que camina y lleva su pierna amputada bajo un brazo, envuelta en la hoja de un periódico en el cual se publica un poema suyo. Qué maravilla -sueña Rimbaud y escribe Tabucchi- ahora ya no cojeaba. Caminaba como si tuviera dos piernas, Y, bajo sus zuecos, la carretera resonaba. El alba era roja en el horizonte. Y él cantaba, y era feliz.
Listo también los escritos del rumano Emil Cioran, célebre insomne, aunque paso de largo para que su pesimismo lúcido no nos fije en el menoscabo. Pero confieso haber subrayado en La tentación de existir: Cualquiera puede salvarse por medio del sueño, cualquiera tiene genio mientras duerme (...); el día nos quita los dones que la noche nos dispensa.
En línea de carencias, no hay cansancios como los del cine. El maquinista, thriller psicológico protagonizado por Christian Bale, prueba los estragos de no dormir de corrido el tiempo que haga falta. En Insomnio, protagonizada por Al Pacino, quien se pasa noches y días en blanco (estamos en Alaska) es el detective, atormentado por fantasmas personales y luz a toda hora.
Hay, con todo, experiencias más amables. Mientras duermo/ Envejece el juguete/ que un niño guarda entre las manos /Cambia el amor su color/ Entre dos respiros..., escribe Karl Krolow en ‘Dormir’, uno de los poemas incluidos en El libro de las criaturas que duermen a nuestro lado (El Ateneo). Esta deliciosa antología celebra la hora de irse a la cama y va en línea de los ejemplos a seguir, reservando la cafeína para otras horas (nada de pocillos después de las 15, recomiendan los expertos). La selección de textos de géneros variopintos que aluden al sueño fue realizada para ese libro por los poetas Arturo Carrera y Teresa Arijón en 1997 y bien merece una reedición por la originalidad de sus hallazgos.
A la espera de ese rescate editorial, cabe dedicarse a un libro que acaba de salir: Vigilámbulo, la poesía reunida de Carrera, uno de los autores capitales de la lírica argentina desde 1972, año de publicación de su primer libro, Escrito con un nictógrafo. Editado en tres tomos por Adriana Hidalgo, abarca veinte libros, incluye el poemario hasta ahora inédito que da nombre a la obra (un juego de palabras entre vigilia y sonámbulo) y es por su calidad uno de los acontecimientos editoriales de 2015 en Buenos Aires. Canta el poeta a lo que queda de la noche: El 'soñé que..'/ el 'soñé que...'/ y no se trata de un simple eco,/ ni de repetir las últimas palabras/ que de una frase suenan/ sino del eco sin palabras, sin cosas del lenguaje;/ el eco / que golpea sin ondas: ínfimo,/ cotidiano, prodigioso.
Para quien prefiera recalar en un clásico, vale La interpretación de los sueños, que tiene la ventaja de que todo lo que merece analizarse sucede cuando ya has descansado lo suficiente como para contarlo o cuando te escapaste de tu peor pesadilla. Lo importante en cualquier caso es recordar la verdad que acercó Macedonio Fernández, quien en 1928 publicaba un ensayo filosófico de título tan bello como enigmático: No toda es vigilia la de los ojos abiertos.
No dormimos bien. Eso aseveran los últimos estudios sobre el tema que le achacan a algunas claves de época -el estrés, el culto a la hiperproductividad y nuestro creciente amor por las pantallas, de la tableta al móvil, cuyas luces nos despabilan- parte de los problemas que se derivan del sueño...
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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