Ser campeón es una actitud
Después de tres años cohabitando con el milagro, el cholismo se enfrenta al peor enemigo posible para su subsistencia: convivir con la rutinaria obligación.
Rubén Uría 14/05/2015
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Después de tres años cohabitando con el milagro, el cholismo se enfrenta al peor enemigo posible para su subsistencia: convivir con la rutinaria obligación. De la mano de Simeone, el Atlético conquistó cinco títulos, uno detrás de otro, arrancándolos literalmente de las manos de las dos multinacionales más poderosas del mundo. Después de la gesta, nunca demasiado bien ponderada, Simeone escogió el camino más difícil: renunciar al ayer, no detenerse en el paisaje y anunciar que el fútbol sólo tiene presente. Hasta que su Atlético cayó a dos minutos de la prórroga ante el Real Madrid, los atléticos tenían el depósito de la ilusión a rebosar, seguían teniendo una fe inquebrantable en el proyecto y estaban convencidos de que, si se trabajaba y se creía, el milagro tendría continuidad.
Si el Atlético no queda tercero habrá embarrado su camino para seguir insistiendo en su gran objetivo: la Copa de Europa
Después de ceder ante el vecino rico, el vaso de las ilusiones se antoja medio vacío. Su lógica es aplastante: no es lo mismo pelear por los títulos, de tú a tú, con los mejores y con menos recursos que ellos, que descender un peldaño en el tributo a cobrar y ganarte el pan con el sudor de tu frente para ser tercero. El hincha atlético, que durante estos años ha pasado de vivir esposado a la mediocridad a instalarse en el Nirvana, sufre ahora los rigores de sus propias expectativas. Este Atlético les había acostumbrado tanto a lo excelente que ahora un notable alto no parece ser suficiente.
Sin embargo, Simeone y sus jugadores, que esta temporada también, como en las dos anteriores, han destilado un compromiso impagable, necesitan ahora que sus hinchas apoyen al equipo como si fuese una final de Copa de Europa. Entre otras cosas porque si el Atlético no queda tercero habrá embarrado su camino para seguir insistiendo en el gran objetivo que club y entrenador se han fijado: la Copa de Europa. No ser tercero colocaría al Atlético al borde del abismo. Alteraría su modo de planificar la temporada, aceleraría los posibles refuerzos (las prisas son para los malos toreros y el mercado las penaliza, por malas elecciones o por un precio elevado) y obligaría a Simeone a focalizar un todo o nada en una eliminatoria, quién sabe si durísima, para poder aspirar a mantener el estatus de grande de Europa. La obligación histórica del Atlético es pelear por todos y cada uno de los títulos que dispute, desde luego, pero ser tercero debe ser su sustento. Entrar en Champions por vía directa lograría que el club mantuviese su presupuesto, afianzaría sus dineros por patrocinio, no espantaría una futura compra del chino – al que todavía nadie sabe si se ha engañado como a tal- y serviría para evitar que a Simeone le intenten desmantelar la plantilla, en ese ejercicio del absurdo que consiste en vender a los buenos para poder pagar a los malos.
La temporada se le ha hecho larga, va justo de combustible y lleva demasiado tiempo convirtiendo su centro del campo en un páramo
Al Atlético la temporada se le ha hecho larga, va justo de combustible y lleva demasiado tiempo convirtiendo su centro del campo en un páramo. Agotado por el esfuerzo, incluso algo deprimido por su eliminación a tres pasos de Berlín, el equipo de Simeone necesita al menos una victoria para conseguir su objetivo mínimo: ser tercero. Y ante el todopoderoso Barça de Messi, el tipo que es Maradona todos los días, el Atlético va a necesitar un público entregado. Dejará lo que tenga, eso seguro, por más que insista el suministro de estramonio con sus sospechas e intrigas de todo a cien, dudando del honor y la profesionalidad de los del Cholo, pero sin ese aliento extra y esa atmósfera de las grandes noches, ganar será complicado. El Atlético necesita de su público. Luchar por ser tercero no es como hacerlo por ganar una Copa de Europa, pero perder implicaría complicarse la vida de cara al único sueño que al cholismo le falta por completar: la Copa de Europa. Si algún hincha atlético tiene el vaso particular de su ilusión casi vacío, que recuerde las palabras que hicieron furor el pasado curso: “Salgan de casa, agarren el bolso, cojan el autobús y vayan al estadio”. Ya saben, ser campeón no es una meta, es una actitud.
Después de tres años cohabitando con el milagro, el cholismo se enfrenta al peor enemigo posible para su subsistencia: convivir con la rutinaria obligación. De la mano de Simeone, el Atlético conquistó cinco títulos, uno detrás de otro, arrancándolos literalmente de las manos de las dos multinacionales más...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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