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Sé muy bien que no es pertinente -en este momento concreto de la historia italiana- plantear públicamente una cuestión de confianza a toda la clase política. No es diplomático, no es oportuno. Pero éstas son categorías de la política, no de la verdad política, a la que el impotente intelectual, cuando y como puede, debe servir.
"Sé los nombres", Pier Paolo Pasolini.
Artículo publicado en Il Corriere della Sera, en 1975
A Pasolini le costó la vida meterse en política y escribir artículos como éste.
"Se la estaba buscando", Andreotti dixit. Si se hubiera quedado haciendo películas de culto y secreteando –secretando- en los urinarios de Termini, como algunos gerifaltes de la Democracia Cristiana, otro gallo le hubiera cantado, parecía decir el capo di tutti capi. Giulio Andreotti murió nonagenario y en su cama, no como su ectoplasma favorito, Aldo Moro, mártir y en proceso de beatificación. Quizá algún día también veamos a Andreotti beatificado por el Vaticano.
"Manca finezza", así definía el Divino Giulio la política española, siempre tan perspicaz. Queda poco para que termine una de las campañas más chabacanas y rastreras que se recuerdan. A la espera histérica del recuento de votos, de la anagnórisis con victoria o derrota del bipartidismo bipolar, se suceden, como en avalancha, los ataques lenguaraces –¡No me lo repita, señá Espe!-; el casticismo rampante –Yo soy el rata primero, y yo el segundo, y yo el tercero.-; y los discursos de Perogrullo –"España es un gran país que hace cosas importantes y tiene españoles"-.
Poco podemos hacer más que esperar que el martirio finalice de una vez. Pero la realidad aprieta: ¿creías que no podías soportarlo? La cuerda del potro chirría.Vamos, unas vueltas más de torno. Por ejemplo: esta campaña senza finezza será la del “salario del miedo”, en la que más de millón y medio de electores pueden quedarse sin su derecho a voto.
IU denuncia ante la Junta Electoral Central las trabas burocráticas que amenazan el voto de los españoles que viven fuera y acusa a PP y PSOE de no querer resolver el problema ante el temor al voto crítico de los exiliados por la crisis -Cadena Ser 21 abril 2015-.
Los amos del cotarro se revuelven de impotencia: incluso las encuestas cocinadas certifican que ya no convencen más que a la esmirriada neurona del militante furibundo y acrítico: "Españoles... El bipartidismo ha muerto". Sus voceros, asustados por tal fallecimiento, profieren ayes, lamentos o espumarajos rabiosos (según la línea editorial). Doliéndose como el toro arrimado a las tablas, dan gañafones al aire esperando acuchillar femorales descuidadas, léase atrapar el famoso "voto indeciso-decisivo".
Los antisistema, la gentuza. Los de los escraches. El Mesías, el salvador. La chica esa de Andalucía. Peligrosos comunistas. El tío ese. Ese chico: el catalán. El recién llegado. Bisoño. Advenedizos. Grotesco. "Aprovechategui". Deshechos de tienta. Intoxicadores. Populismo. Peligro. Ultras. Radicalismo. Alarmante. Experimento político. Inestabilidad. El mono-partidismo, el hiper-liderazgo. Agresiva expansión. Son violentos. “Inocular” ideas. Con toda la cara. Son una broma. Son profesores y no han sacado ninguna cátedra. Los mercados no los quieren. Ruina. Desastre. Es un partido en el que no hay obreros. ETA quiere que ganen. (Largo etcétera).
Todas estas palabras y muchas más caen cada día, cada hora, cada minuto, sobre las cabezas de los votantes como el Filtro del Califa, aquella tortura salgariana retratada en las películas de Fumanchú, que terminaba por volver loco. Alguien debería implantar las reglas del BDSM: cuando la tortura pactada comienza a ser peligrosa para el esclavo, este pide que el amo-ama cese el suplicio con una palabra especial que ambos identifican como "stop". Es la llamada "palabra de seguridad". Claro que esto no es aplicable a nuestro sufrimiento, ya que, según la prensa tradicional, lo que nos aflige no es más que información necesaria para ejercer nuestro sagrado derecho democrático.
Como los chavales secuestrados de Saló o los 120 días de Sodoma, estamos atrapados en un relato, en una ficción enmascarada, travestida por sus sádicos autores, creadores de la más cruda metáfora política, en un juego de espejos. Los chicos de la película de Pasolini no tenían ninguna "palabra de seguridad" y eran torturados hasta la muerte, anticipando otra muerte: la del poeta en la playa sucia de Ostia. ("Se la estaba buscando").
Votos son amores, que no buenas razones. Y aún faltan las generales... (Palabra de seguridad... ¡¡¡Palabra de seguridad!!).
Sé muy bien que no es pertinente -en este momento concreto de la historia italiana- plantear públicamente una cuestión de confianza a toda la clase política. No es diplomático, no es oportuno. Pero éstas son categorías de la política, no de la verdad política, a la que el impotente intelectual,...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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