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Desde que a mediados de octubre del año pasado se presentó el recorrido del Tour 2015 ya se puede decir que ha habido un gran cambio: el pelotón no subirá el Galibier en la penúltima jornada, donde estaba previsto el puerto-mito en una etapa de 110 km y final en Alpe D´Huez. A la espera de que la organización confirme el cambio, su sustituto natural es Croix de Fer, otra de las grandes subidas de la zona. Menos dura y menos larga.
Un desprendimiento en una carretera que es más montaña que carretera está detrás de esta modificación del trazado, igual que los recientes recorridos experimentados en la Vuelta a España están detrás de un Tour de Francia atípico. Desde hace años la carrera española y la francesa comparten organizador, y parece que han querido hacer un trasvase a la gran cita del mes de julio con las innovaciones que en los últimos años han hecho de la Vuelta la gran ronda por etapas más emocionante y con más alternativas: aportación testimonial de la contrarreloj, etapas cortas y muchos finales en alto. En el Tour 2015 habrá seis finales en puerto de montaña, más otros tres con finales en cuesta. El Tour no era así, y veremos qué tal resulta.
También ha influido que en Francia, donde no ganan la carrera desde 1985 (Hinault), cuentan con una nueva generación de corredores cortados bajo un mismo patrón: son todos escaladores. Rolland, Bardet, Barguil -que debuta en la carrera- o Pinot se beneficiarán de este recorrido atípico. Si el año pasado pudieron situar a dos corredores en el podio final, este año...bueno, la participación es diferente, pero que no achaquen a la organización no haber puesto un recorrido propicio para que brillen los nuevos franceses, aunque parece que todo acabará en el orgullo de ver cuál de ellos acaba más arriba.
La carrera empieza en Utrech (Holanda), y eso no ha cambiado lo más mínimo. El comité organizador lleva un año desplegando actividades paralelas a la carrera (desde pintar medianeras a la vista con motivos ciclistas, hasta los típicos programas de difusión de la bicicleta en escuelas, que en Holanda se antojan como informar sobre la pizza en Italia), que será un prólogo-crono corta de 14 km por el casco urbano y algo de las afueras de la histórica ciudad. Serán los únicos km de crono individual de toda la carrera, de los 3.340 km de recorrido al llegar a París. Da la sensación de que nos estaremos refiriendo al día de salida durante toda la carrera, un poco como en el Tour 2010, donde la carrera también partió de Holanda (Rotterdam) y donde aquel día Contador sacó 42" a Andy Schleck, más que la diferencia que separó a ambos corredores en el podio final, al margen de lo que hubiesen comido durante el camino.
El Tour tendrá su primera etapa en línea al día siguiente, una auténtica encerrona a poco que sople el viento. La carrera bajará en diagonal hacia la provincia de Zelanda, allí donde se juntan la desembocadura del Escalda, el Mosa y uno de los brazos del Rhin, y que es un gigantesco estuario compartido. Es la tierra de los polders, el terreno ganado al mar que hace que se puede afirmar, aquí también, que mientras en otros sitios Dios hizo la Tierra, Holanda la hicieron los holandeses. El pelotón se verá obligado a pasar por diques donde no existe protección alguna al viento, y ahí están los gigantescos molinos de viento -los contemporáneos, no los del souvenir de loza del país- para indicar que sopla, y mucho, en esos parajes conquistados por el hombre a la naturaleza.
El tercer día de competición contempla una etapa íntegra en suelo belga, con salida de la orgullosamente burguesa Amberes y final en uno de los lugares míticos del ciclismo: el muro de Huy de la prueba de un día Flecha-Valona, conquistada los dos últimos años por Alejandro Valverde. El Tour ya había tenido este mismo final en 2006, pero el ciclista murciano se cayó -él solo, en mitad del pelotón- a 40 km de meta y tuvo que abandonar la carrera. Curiosamente, ese año también había ganado la Flecha-Valona. Esperemos que no haya muchas caídas, aunque las muchas fuerzas por el reciente inicio de la carrera, y las ganas de brillar en un final que parece asequible a muchos corredores forman un combinación demoledora. De huesos, y de aspiraciones a un buen puesto final en París.
La carrera llegará a Francia el cuarto día, aunque no dejará el territorio natural de las clásicas del norte. Será la etapa más larga de todo el Tour, nada menos que 221 km entre Seraing (una ciudad-satélite de Lieja, donde todavía hay un alto horno) y la histórica Cambrai, allí donde la monarquía hispánica y Francia firmaron uno de los escasos tratados de paz ventajosos para nuestro país. Poco de eso habrá ese día, dado que la organización prevé el paso por siete tramos de adoquín similares a los que se afrontan en la Paris-Roubaix. El año pasado, una etapa similar regada por la lluvia permitió a Nibali cobrar una diferencia muy grande sobre sus rivales, en una auténtica exhibición de su equipo.
Sigue después un recorrido por la fachada atlántica de Francia y finales en Amiens, Le Havre, Fougeres, el Muro de Bretaña (donde ganó Evans a Contador en 2011) y un quinto día con 28 km de contrarreloj por equipos, algo que está siendo fundamental a la hora de seleccionar a los corredores de los equipos. Es un día decisivo, porque al día siguiente es la primera jornada de descanso, y por la escasez de contrarreloj en el recorrido. Además, muchos corredores ya no estarán en carrera. Para mayor dificultad, el recorrido termina en alto, en la misma cota de Coudal donde se impuso Valverde en 2008.
Tras un largo traslado a Pau da comienzo el segundo bloque de la carrera, que empieza con una etapa con final en Pierre St. Martin, un puerto exigente, aunque el único durante el recorrido que atraviesa ese día el País Vasco francés y el Bearn. Será todo un anticipo de la gran cita de los Pirineos, 188 km subiendo Aspin, Tourmalet por St. Marie de Campan y final en la estación de esquí de Cauterets y, al día siguiente, 195 km con paso por Aspet, Core, Lers y final en el duro Plateau de Beille, un puerto que tiene fama de coronar únicamente a grandes campeones, aunque muchos de ellos no lo sean. Tras tres días con final en alto, la carrera sale de los Pirineos con una larga etapa de 200 km y sin un metro de llano remontando el valle del Tarn, y situándose a los pies del Macizo Central, protagonista del fin de semana.
El sábado final en Mende, 20 años después de la etapa convertida en símbolo de un cierto tipo de ciclismo, que algunos llaman ofensivo y otros médico, y que se homenajea y, al mismo tiempo, se respalda: en 1995 ganó Jalabert, en 2005 Marcos Serrano, en 2010 J. Rodríguez y en 2015...bueno, el ciclismo y sus fantasmas. El domingo etapa para sprinters camino de Valence y el lunes, en vez del tradicional segundo día de descanso, se adelanta un anticipo de los Alpes con final en Gap y puerto-encerrona afrontado con 200 km en las piernas, y posterior descenso vertiginoso a meta.
Quedarán únicamente cinco etapas para París, y gran parte de los puestos por decidir. El miércoles la carrera calca la etapa ya disputada en el reciente Dauphine con triunfo de Bardet: el joven francés atacó poco antes de coronar el inmenso Col d´Allos y, tras realizar un descenso vertiginoso y muy estudiado, consiguió llegar en solitario a Pra Loup, otro lugar preñado de historia del ciclismo, puesto que ahí Eddy Merckx finalizó su tiranía en el Tour, hace 40 años. Al día siguiente se sube el Glandon y los Lazos de Montvernier, una escénica subida tajada sobre una ladera, y que es tan exclusiva que no podrán dejar pasar al público, a riesgo de que se despeñe. Se corona a 10 km de meta, en Saint-Jean-de-Maurienne.
El viernes hay una etapa con una distancia mermada a solo 138 km subiendo de salida Chaussy para formar escapada, y después Croix de Fer, Mollard y final en La Toussuire, donde la exhibición de Rasmussen en el Tour 2006; dura, pero tan corta que no se sabe que esperar: por lo general, esos experimentos no salen nada bien en vista del espectáculo, y más sabiendo que el sábado, penúltimo día, los organizadores insisten en poner un puerto mítico, que nunca decide nada como ya ha pasado con el Ventoux en 2009. Será una etapa de ¡110 km! con salida de Modane -ese apéndice francés que penetra en Italia- y que está a la salida del túnel del Frejus. Se subirá, previsiblemente, Croix de Fer como sustituto del impracticable Galibier, para después afrontar Alpe d´Huez. La organización prevé tanta gente, y el traslado a París esa misma tarde es tan largo, que acabarán antes de las cuatro de la tarde. El domingo el paseo por París será de solo 100 km.
Es así de ridículo, pero así es el ciclismo moderno. En los últimos tres días de competición los ciclistas solo harán 350 km de competición. Hasta en esto parecen haber copiado de la Vuelta, una competición que insiste por la vía de los hechos en tener únicamente dos semanas de competición real. Sin embargo, es el Tour, la carrera que todo lo da y todo lo quita, y donde Contador sale como máximo favorito, con Froome, Quintana y el vigente campeón Nibali un escalón por debajo. Con esos nombres de partida, ya pueden poner los franceses toda la montaña que quieran y quitar toda la crono que no quieran para favorecer a sus nuevos corredores, que los mejores del pelotón siempre acuden todos los meses de julio con el objetivo de ganar la carrera, independientemente del recorrido.
Desde que a mediados de octubre del año pasado se presentó el recorrido del Tour 2015 ya se puede decir que ha habido un gran cambio: el pelotón no subirá el Galibier en la penúltima jornada, donde estaba previsto el puerto-mito en una etapa de 110 km y final en Alpe D´Huez. A la espera de que la...
Autor >
Sergio Palomonte
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